Carta a Laura, la periodista

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EMILIO PÉREZ DE ROZAS / BARCELONA

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Notas de corte 2016 en Catalunya

Sé que hubieses escogido PeriodismoPeriodismo, aunque tus padres, químicos, no te hubiesen dejado. Es más, mi padre no te hubiese dejado estudiar Químicas porque él sí creía que se podía vivir del Periodismo y no de Químicas. “Si fuese un chico, sus padres no le hubieran dejado estudiar esa carrera”, solía decirnos cuando, de vez en cuando, le presentábamos a una amiga que estudiaba una carrera ”rara”. Bueno, entiéndeme, especial, curiosa, extraña. Para papá, Periodismo no era una carrera. Es más, jamás entendió por qué había que crear una facultad de Periodismo (se llamó, perdón, aún existe, Ciencias de la Información) y yo, sí, sí, soy muy viejo, formé parte de su primera hornada, generación.

Yo pasé por aquellas aulas y tú, he leído, pasarás por las de la Pompeu Fabra. Olvídate. No vayas. Esto nuestro sigue siendo un oficio. Pasión, amiga, pasión. Sigue contando el amor a la profesión, al trabajo, a la calle, a las historias, a la gente. Sigue siendo más importante oír al vecino y al conductor de autobús que el profesor de la ‘uni’, que está ahí, lo siento, porque no lo quieren en ningún medio de comunicación. Esta ahí porque ha decidido enseñar periodismo después de no saber ejercerlo.

Haz una cosa. Pégate a la gente. Rózala. No te buques novio, te complicará la vida. Le parecerá mal, horrible, que te apasione tu trabajo, que te desvivas por tus historias, que te metas en la piel de tus protagonistas, que pases horas colgada del teléfono, que no duermas leyendo a Ramón Besa, Antonio Franco, Enric González, Miguel Ángel Bastenier, reviviendo las crónicas de internacional de Xavier Batalla en ‘La Vanguardia’ y las crónicas taurinas de Joaquín Vidal en ‘El País’. ¡Hazlo, por favor! Y, a tu novio, utilízalo si quieres, pero no te enamores de él. Tú quieres ser periodista y él no entenderá nada. Nada.

ROZA A LA GENTE, BUSCA A LA PORTERA

Él, que no digo que sea de ESADE ¡eh!, cree que ser periodista es salir en la tele. Cree que ser periodista es tener 1.2 millones de seguidores en Twitter. Es más, tú, Laura igual le haces creer que ser periodista es estar en Instagram. O ser líder de Facebook. O que se pasen el día retuiteando tus textos. Yo, que he sido señalado con el dedo por no saber colgar una noticia en la web, por no saber escribir los URL, los SEOS, ni intuir lo que es una Meta Description, te ruego que, además de darte de codazos con todo dios para defender tu posición en la primera rueda de prensa a la que asistas, te guardes un rinconcito de tu sabiduría (un 9,7 de nota, da para eso y mucho más) para aprender los trucos de la web. Pero solo los trucos. Engáñales a todos. Diles que te mueves como pez en el agua en las redes, que sabes subir una noticia a la web y que, incluso, olfateas de maravilla lo que coge vuelo. Es el último grito, Laura: “¡No veas, Emilio, el vuelo que está cogiendo lo tuyo!”

Diles que sí, Laura, pero tú sigue en la calle, roza a la gente, continúa leyendo a Besa, Franco, González, Bastenier, Batalla y Vidal, queda con tu novio en la puerta del cine y no te presentes, busca a la portera y que te cuente la última del vecino del quinto, pregúntale al vagabundo por qué duerme en el cajero del banco, averigua por qué los taxistas temen que llegue Uber o quién está detrás del pequeño Nicolás que, con unas notas vergonzosas, ridículas al lado de las tuyas, es el ‘puto amo’ del cotarro.

Serán químicos ¡dios, químicos!, pero tus padres son maravillosos, Laura, porque, como acaba de contar el no menos maravilloso y portentoso José Martí Gómez, otro que tampoco fue a la universidad o, si fue, fue para hacer ruido, la revolución y mucho daño, en su espectacular libro 'El oficio más hermoso del mundo', te han dejado escoger lo que más te gusta: SER PERIODISTA. Y no te has equivocado. Pero, sobre todo, no quieras demostrarles a ellos que no se han equivocado. Hazme un favor: demuéstrale a la profesión, al periodismo de verdad, que no se han equivocado conquistando tu corazón. Porque, que lo sepas, tú crees que esta pasión por el periodismo te ha entrado por la cabeza. Y, no, te ha entrado por el corazón. Por eso has de seguir leyendo a los maestros, rozándote con la gente, tirando el reloj al wáter, no teniendo novio, ni horario.

Y, sobre todo, no te crees que Twitter es la vida, ni siquiera parte de su espejo; no te creas que las redes sociales son la sociedad, ni siquiera sus sótanos; no te creas que internet es el papel, ni siquiera su sustitutivo; el papel, Laura, es lo único creíble que nos queda. Porque solo lo que publicarás en el papel estará confirmado por tres fuentes. Será creíble. Y verdad. Porque ese periodismo que amas es el papel; Twitter es un chiste, 140 caracteres, un paso cebra.