La seguridad vial

La carretera de la vergüenza

Los últimos cinco muertos dejan otra vez en evidencia el olvido de la N-2. En sus 150 km desde Montgat a Francia solo tiene dos tramos cortos desdoblados

Montgat 33 Vía urbana, con semáforos, cruces y ciclistas.

Montgat 33 Vía urbana, con semáforos, cruces y ciclistas.

EDWIN WINKELS
BARCELONA

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En Montgat, una señal indica el kilómetro 629 de la carretera nacional 2 (N-2). Ahí renace una vía que a lo largo de sus próximos 150 kilómetros, hasta la frontera con Francia, en el kilómetro 779, mostrará muchas vergüenzas y un paisaje variopinto. Una carretera que se puede recorrer en una mañana sorteando 30 rotondas, 29 semáforos, ocho tramos con obras (algunas paradas), 24 prostitutas, cuatro coches de Mossos, uno de la Guardia Civil, tres de policías locales, decenas de ciclistas y cientos y cientos de camiones.

Una vía mortal, sobre todo en su tramo por la provincia de Girona, donde desde el 2008 han muerto 65 personas (las últimas, cinco viajeros rumanos la semana pasada en la angustiosa variante de Figueres). Una vía ninguneada por su dueño, el Ministerio de Fomento, que desdobló 514 de los kilómetros entre Madrid y Barcelona (casi todo, excepto un tramo en los Monegros) y los convirtió en la Autovía del Noreste, pero dejó abandonado este tramo final, con solo 16 kilómetros desdoblados, en Mataró y en Fornells. Una vía cargadísima de camiones que escapan del peaje de la AP-7 y que, en algunos tramos, están implicados en más del 60% de los accidentes.

Tras desaparecer en la entrada sur de Barcelona, donde la A-2 se disuelve en el Nudo del Llobregat, esa misma carretera, ya con su viejo nombre de N-2, resurge en los mapas de tráfico en pleno barrio de Sant Roc de Badalona, donde se denomina avenida del Marqués de Montroig. Después de unos cinco kilómetros, ya en Montgat, la N-2 vuelve a aparecer indicada y comienza, sobre todo desde la incorporación desde la C-32 en El Masnou, su periplo por la costa del Maresme, comarca que lleva reclamando mejoras desde que la carretera existe. Reclamaciones que se reforzaron con la inauguración de la autopista, que se pide sea gratuita para sacar retirar parte de los 40.000 coches que discurren diariamente entre los pueblos y la playa.

VÍA URBANA / Cruzar el Maresme por la N-2 hasta Santa Susanna no solo exige una concentración óptima y continua, sino también mucha paciencia. De vía rápida -aún conserva unos breves tramos de cuatro carriles y con mediana, además de su desvío oportuno de 10 kilómetros por la ronda de Mataró- ha ido transformándose en una vía semiurbana con semáforos (25, más los que, en dirección norte, deben facilitar el giro hacia la izquierda) y una cantidad similar de rotondas (19), grandes y pequeñas. Se prometieron más tras la muerte del alcalde de Premià de Mar, Jaume Batlle, atropellado en el 2007 cuando iba en moto, pero no todas se han realizado. Aún son pocas para aminorar la velocidad y aumentar la seguridad vial, aunque han disminuido los accidentes (cinco graves por kilómetro hace cinco años) y su presencia en la lista negra de carreteras más peligrosas.

Suerte que en el Maresme la presencia de camiones es baja, con un 6% de todo el tráfico de la N-2. Empieza a aumentar en el entorno de Tordera, donde rotondas y semáforos dan paso a las prostitutas, y comienza, tras superar la parte más sinuosa de la vía, la gran invasión de toneladas sobre ruedas en el cruce de Maçanet de la Selva y Vidreres. Los camiones se incorporan desde la AP-7 para ahorrarse el peaje hasta La Jonquera y se apoderan de la N-2, donde su velocidad no es mucho más baja que en la autopista. ¿La diferencia y el peligro consecuente? En lugar de cuatro o seis carriles, aquí hay solo dos, con algunos cruces terribles como el de Mallorquines. Y es justo aquí donde desde hace ya tres años están paradas las obras de desdoblamiento, unos 6,6 kilómetros que Fomento volvió a aplazar el pasado mes de noviembre. Ahora, los 6 kilómetros de autovía poco antes de llegar a Girona son los únicos de todo el recorrido. Un espejismo, casi un engaño.

EL PRECIO DEL GASÓLEO / Como norma general, se aconseja el desdoblamiento de una vía a partir de una intensidad media diaria de vehículos (IMD) de entre 10.000 y 15.000. Desde hace décadas, aquí pasan más de 20.000, y en el tramo concreto de Maçanet a La Jonquera con una presencia de camiones de entre el 20% y el 25%, lo que equivale a unos 5.000. El IMD de la colindante AP-7 refleja la relativa infrautilización de esta última: 43.500 vehículos entre Montmeló y La Jonquera.

Muchos camioneros explican que el precio del gasóleo (1,39 euros por litro) les ha obligado a ahorrarse el peaje, de entre 13,50 y 16,90 euros según el tipo de camión, desde Maçanet hasta la frontera.

«Es una vía secundaria que funciona como una primaria», dijo esta semana Lluís Prieto, técnico vial de la Fundació RACC, en Ràdio Girona, a raíz del último accidente mortal: un choque frontal entre una furgoneta y un camión en uno de los tramos más estrechos. La variante de Figueres se hizo sobre un interminable talud, con unos arcenes tan estrechos que no permiten detener un coche sin peligro. No hay ningún apartadero escapatorio en un tramo donde, según la Fundació RACC, los camiones están implicados en el 75% de los accidentes.

En toda la N-2, los conductores tienen la costumbre de circular muy a la derecha, pisando la línea, para alejarse lo máximo posible del carril contrario; en la variante de Figueres, donde alguien ha pintado RIP sobre la calzada, esa tendencia es aún mayor. Por miedo.

Porque la N-2 da miedo. Por sus cruces, el mal estado del asfalto, la velocidad de los camiones. Menos mal que no hay tantas obras, porque siempre aumentan el número de accidentes, como pasó en Girona hace tres años. Pero, por el otro lado, todo el mundo reclama esas obras imprescindibles. O el veto a los vehículos pesados. No es hasta La Jonquera cuando los camiones frenan y vuelven a la autopista. Y ahí, a solo dos kilómetros de la frontera francesa, vuelven a aparecer las prostitutas. Inequívoco señal de bienvenida.