EL DEBATE DE LA CONCILIACIÓN

¡Un bebé en el hemiciclo!

El gesto de la diputada de Podemos de acudir al Congreso con su hijo de seis meses ha desencadenado un chaparrón de críticas. El ministro del Interior ha llegado a calificar el hecho de «lamentable». Sin embargo, ¿por qué choca tanto e incluso indigna ver a un niño de teta en un espacio público como el Congreso?

TRES ESTAMPAS. A la izquierda, Bescansa y su hijo Diego, el miércoles, en el pleno de consititución de las Cortes. Arriba, una 'pionera': la diputada Ángeles Maestro, de IU, amamantando en 1991 a su hijo Miguel. Abajo, la  italiana Lucia Ronzulli y s

TRES ESTAMPAS. A la izquierda, Bescansa y su hijo Diego, el miércoles, en el pleno de consititución de las Cortes. Arriba, una 'pionera': la diputada Ángeles Maestro, de IU, amamantando en 1991 a su hijo Miguel. Abajo, la italiana Lucia Ronzulli y s

NÚRIA MARRÓN

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Seguramente, a estas alturas de la semana, solo un extraterrestre recién aterrizado aún no se haya enterado de que la diputada de Podemos Carolina Bescansa a) es madre de un lactante de seis meses al que b) el miércoles se llevó al Congreso, porque c) al tiempo que podía darle el pecho, explicó, hacía visible y «politizaba» la maternidad y la imposibilidad a menudo de reconciliar el trabajo y la vida, algo que d) disparó a niveles inauditos el termostato político y mediático. Recordemos: el ministro Jorge Fernández Díaz tachó el gesto de «lamentable»; Carme Chacón dijo que «no hacía falta»; Celia Villalobos le recordó que las Cortes tienen guardería, y periodistas y tertulianos se enredaron en un tirabuzón sin fin a cuenta de si Bescansa hacía «postureo»si el hemiciclo es un buen sitio para que esté un bebé -aunque sea un rato- y si la forma que cada mujer elige para criar, como pasa con la vestimenta, el cuerpo o la sexualidad, también debe convertirse en una sesión espectacular de tiro al plato. Sin embargo, en tal boscaje de críticas y contracríticas, se ha ido abriendo paso una cuestión no menor: ¿por qué la imagen de un lactante en un hemiciclo resulta tan chocante? ¿Por qué un bebé en una bancada puede generar tanta crispación?

Para la psicóloga María Bilbao, la acalorada reacción tiene que ver con la «transgresión de lo público y lo privado, algo que, como se demuestra cuando se amamanta en la esfera pública, hace sentir incómoda a mucha gente». Y la maternidad, claro, sigue anclada en el ámbito privado, siendo un asunto invisible, individual y acallado. Cada cual se las apaña como puede y está bien vista o tolerada mientras no se note. Es decir, siempre y cuando no condicione las dinámicas de trabajo ni cuestione la organización laboral. «Entiendo que el bebé ha evidenciado este problema y se ha convertido en un elemento disruptor en un espacio tan solemne como el Congreso»añade la psicóloga, para quien el gesto político de Bescansa puede tener un aspecto positivo: «Se habla de ello y puede significar un giro en la interpretación de lo que es público y privado, común y colectivo, del derecho a cuidar o a no cuidar, y de la corresponsabilidad en un sistema que imposibilita la conciliación no solo familiar, sino con la propia vida. Creo que es una oportunidad para incluir a toda la opinión pública en un tema que, se da por hecho, solo atañe a las mujeres. Por ello, habría sido más transgresor si un varón hubiese acudido con un hijo o un mayor a su cargo, y tal vez hubiera puesto aún más el debate sobre la colectividad de la responsabilidad del cuidado. ¡No quiero ni imaginar la que se habría formado!».

CUIDADOS MATERNOS

Lo cierto es que algunas motas de la polvareda han llegado de las lecturas que apuntan a que acudir al Congreso con el bebé asocia el cuidado de los niños exclusivamente a las madres. Una postura que María Soleto, presidenta de la Fundación Mujeres, sitúa en las siguientes coordenadas: "Hay mujeres que están peleando por otro tipo de modelo, y habrá hombres que quieran particiàr de forma más activa, por lo que no me parece particularmente revolucionario. Si lo que buscamos es la fórmula para que las mujeres participen en todos los ámbitos desde la igualdad, necesitaremos modelos más amplios".  

Sin embargo, lejos de imponer una receta, Bescansa -quien cría sola a sus dos hijos- explicó que defiende el derecho a que cada madre críe como crea oportuno y, como nota a pie de página en plena tormenta, explicó que aún no ha destetado al pequeño Diego (la OMS recomienda seis meses de lactancia exclusiva y un lactante no aguanta muchas horas sin mamar) y que tiene previsto llevarlo a la guardería pública.

Según la socióloga Marina Subirats, solo una madeja de causas pueden explicar la virulencia del chaparrón parlamentario. Una de las hebras, mantiene, es que la diputada pertenece a Podemos, formación que «ha entrado con fuerza, provoca muchos recelos y, como en el caso del parlamentario con rastas, llega con hábitos y novedades que los 'amos del Estado' convierten en escándalo: se lanza el mensaje de que quien no se adapta a las reglas no tiene derecho a estar ahí». En este sentido abunda la activista e investigadora en temas de género Betlem Cañizar, para quien parte del ruido se debe a que Bescansa ha «distorsionado los códigos» de un lugar tradicionalmente masculino como el Congreso, al poner sobre la mesa un rol, el de cuidadora, que este espacio excluye. «De ahí lo rompedor y de ahí también las reacciones airadas, porque vivimos tiempos en los que las identidades y los mandatos de género -qué significa ser hombre y qué mujer- están en cuestión y la susceptibilidad es mayor», dice Cañizar, quien forma parte de una nueva generación de mujeres que derriban muros "artificiales" entre la esfera productiva y la reproductiva y buscan de "espacios y momentos" para reconciliar hijos, trabajo y activismo.

ESTRÉS FEMENINO

Pero sigamos ahondando en la 'caja negra' de la escandalera. Subirats considera «increíble» que algo fundamental para la humanidad como el nacimiento y la crianza se considere «inadmisible en un ámbito público y se deba esconder. ¿Qué quiere decir eso? -cuestiona-. El mensaje también es que la maternidad es una cosa que deben ventilarse básicamente las mujeres y que pueden ser diputadas mientras solventen esos asuntos en su casa. Esto es un disparate que explica por qué las políticas públicas a menudo ignoran aspectos capitales de la vida como el nacimiento, las dificultades, la muerte y los tiempos, encaminados casi en exclusiva a trabajar. Así que creo que el gesto de Bescansa va en favor de todas las mujeres: subraya que el tema no está resuelto».

La realidad, terca, dice que España es el país europeo donde las ayudas llegan menos a las familias y donde el 66% de las mujeres (la tasa más alta) están estresadas por el tango que suponen la familia y las jornadas laborales rígidas y extensas. Los permisos son insuficientes, también la oferta pública de guarderías. Por no hablar de la flexibilidad laboral. ¿Y qué pasa con los padres? Pues incluso en los paísos nórdicos, con fuertes políticas encaminadas a la corresponsabilidad, no acaban de sentirse interpelados: solo entre el 16% yel 20% se toman los permisos de paternidad que pueden repartirse con las madres y lo hacen en menor proporción a partir del segundo hijo, cuando las cargas, y  la división del trabajo, son mayores.

    «Confundimos lo natural con lo aprendido, y los hombres aún consideramos que los cuidados no nos conciernen, que son una pérdida de tiempo y que nuestro ámbito es el productivo», afirma Bernat Escudero, de Homes Igualitaris, uno de los colectivos que exploran la grieta de las llamadas nuevas masculinidades, en auge en los últimos años en la academia y los movimientos sociales. «Ya desde la etapa infantil, a los varones se les corta de raíz el instinto de cuidar de los demás –añade Subirats, experta en educación–, rodeándolos de juegos que fomentan el batallar, el imponerse al otro. El mensaje que les llega es que no tengan en cuenta a los demás y vayan a lo suyo».

VULNERABLES Y DEPENDIENTES

Más allá de señalar esta deuda de cuidados que tienen los hombres con las mujeres, la filósofa Carolina del Olmo, autora del ensayo '¿Dónde está mi tribu?', asegura que la «agresividad» que ha provocado la estampa del bebé denota la «urgencia» de llevar los cuidados –que sobre todo recaen en mujeres, abuelas y migrantes a menudo mal pagadas– al centro del debate, para romper con esa «ficción neoliberal tan interiorizada» que nos hace pensar que somos seres adultos, independientes y autónomos que elegimos, en mayor o menor medida, relacionarnos con los demás. «La economía, el trabajo, la planificación urbana, el ocio y el consumo están articulados alrededor de lo que la economista Amaia Pérez Orozco llama el BBVA: el blanco-burgués-varón-adulto. Pero la realidad –añade la filósofa– es que somos animales extremadamente vulnerables y dependientes que necesitamos un entorno de cooperación, apoyo mutuo y un montón de compromisos que sustentan la vida y que se deben visibilizar y poner en valor». La cuestión que late en los planteamientos de la filósofa no pasa por disponer de sitios donde «aparcar a niños y mayores de siete de la mañana a nueve de la noche, eso un parche -afirma- de una sociedad enferma», sino empezar a preguntarnos: ¿cómo sería el mundo –del trabajo a la política internacional– si en el centro de las decisiones incluyéramos el cuidado de los demás?