Gente corriente

Carlos Tomás:«Los niños me preguntan si soy un pirata de verdad»

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GEMMA TRAMULLAS

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La línea que separa a una persona de estar «entera» a entrar en la categoría oficial de discapacitada «es tan fina como la línea que separa dos baldosas». Es una de las frases favoritas de Carlos Tomás, que hace 20 años convive con una pierna derecha protésica. Miembro de la asociación Amputats Sant Jordi (www.amputats-santjordi.org) y colaborador de Stop Accidentes, sus animadas charlas a niños y adolescentes permiten otra mirada sobre la discapacidad.

Amputado (técnicamente). Su carácter sigue entero y dispuesto a eliminar los prejuicios sobre la discapacidad.

-Hace 20 años usted se paró a ayudar a una persona accidentada. Y lo volvería a hacer. Soy incapaz de pasar de largo.

-¿Qué ocurrió? Conducía de vuelta a Barcelona y al entrar en la curva final del túnel del Castellot vi un Mercedes cruzado en la calzada. Paré en el lateral y bajé. Dentro del coche había una chica conmocionada. Le insistí para que saliera de allí. En cualquier momento podía embestirla otro coche y ocurrir una desgracia.

-Y pasó. Pero no le tocó a ella. Se formó una cola de vehículos y uno que venía a 140 kilómetros por hora provocó un choque en cadena. Una furgoneta con remolque cargada hasta los topes salió disparada y atropelló a una persona que también había bajado a ayudar, y que murió, y a mí me dejó hecho un número. Si le cuento el parte médico no acabamos la entrevista. Lo de menos fue perder la pierna.

-Tras el accidente no pudo volver a su casa ni a su trabajo. Su vida dio un vuelco. Vivía en un cuarto piso sin ascensor y tuve que mudarme. El trabajo me encantaba. Montaba decorados en el Liceu, pero tenía que moverme mucho por el escenario. Cuando te pasa algo así tienes dos opciones: o te jodes tú y a los que están a tu lado (que son los que más sufren) o dejas de pensar que eres un pobrecito y tiras adelante con tu vida.

-Usted eligió la segunda. Por eso la he hecho venir al Hotel d'Entitats Can Guardiola del distrito de Sant Andreu [en la foto, a su espalda]. Aquí tiene su sede la asociación Amputats Sant Jordi. La primera vez que vine a una asamblea éramos solo cuatro personas. ¡Salí de allí nombrado tesorero! Así empezó todo.

-Ahora están implicados en decenas deproyectos de asistencia y sensibilización. A lo largo de los años he conocido a gente increíble. Niños soldado de Sierra Leona que han sufrido amputaciones y han montado un equipo de fútbol, una chica que perdió los dos brazos y las dos piernas y que en su cama de hospital wasapeaba con un palo atado al muñón... No somos pobrecitos, no queremos dar pena ni que nos tengan compasión. Hay gente con dos brazos y dos piernas, que ve y oye perfectamente, y son más discapacitados que los que tenemos una discapacidad real.

-¿La mirada de los niños es distinta? Los niños son más espontáneos. Cuando voy a la playa y ven a dos metros de tío que se tumba en la arena, se saca la prótesis y se la coloca como cojín, se quedan mirándome porque les sorprende. Me preguntan si soy un pirata de verdad, si la pierna volverá a crecer o si se la ha comido un tiburón. Yo se lo explico y al cabo de dos segundos ya se han olvidado.

-Uno de sus objetivos es sensibilizar a los adolescentes. Hemos dado charlas a 2.600 alumnos de primaria y secundaria. Me encanta que estas sesiones sean divertidas y prácticas, por eso les enseño mi prótesis y se la dejo tocar. Se trata de que los adolescentes vean la discapacidad de otra manera y respeten la diferencia. Recuerdo una charla con niños de primer curso de la ESO. Al terminar, un chico con una afectación leve del espectro autista se levantó, cogió el micro y delante de 90 compañeros tuvo el valor de decir: «¿Por qué os reís tanto de mí?».