las secuelas de la recesión económica
Cáritas prevé otros 10 años de reparto de comida en Catalunya
Se suceden los discursos optimistas desde los atriles del Gobierno y de los organismos internacionales, describiendo una salida paulatina de la crisis en España, pero estos no parecen calar en una parte de la opinión pública ni tampoco entre algunas de las voces más autorizadas en la lucha contra la desigualdad. Es el caso de Cáritas, cuyo director en la diócesis de Barcelona, Salvador Busquets, enfrió ayer los ánimos más halagüeños de las autoridades al deslizar un periodo de entre 7 y 10 años en el que sus centros de distribución de alimentos deberán permanecer abiertos, incluso aunque las cifras macroeconómicas digan que ya se ha superado la crisis.
Busquets subrayó que de no ser por las oenegés, «en Catalunya habría gente que pasaría hambre» en la actualidad. Un argumento que ilustró con el dato de la apertura de siete centros de distribución de alimentos para personas necesitadas en los últimos meses en parroquias de Barcelona. Un censo que se suma a las 220 iglesias que también reparten productos de primera necesidad ente los hogares en situación de vulnerabilidad, según expuso el dirigente en una entrevista a EFE.
LOS POLÍTICOS
«Los políticos saben qué es el PIB, la inflación y el saldo exterior, y gobiernan en función de ello, pero los indicadores sociales están poco introducidos en la política, que no se fija en los índices de desigualdad o en los de protección de las familias», afirmó Busquets. En su opinión, sin valorar los indicadores sociales, los dirigentes «no pueden tener conciencia de la realidad», y dejan en evidencia que «se han equivocado de prioridades».
El director de Cáritas en Barcelona consideró que vivimos «en una situación más complicada que la de los años del desarrollismo» de los 60. Para dar respuesta a esta situación de emergencia social, Busquets apostó por «las tarjetas-monedero», un recurso con el que las personas más necesitadas pueden adquirir alimentos en comercios.
El dirigente, que lleva ocho meses al frente de la oenegé católica en la diócesis barcelonesa, anunció que se reforzará la acción social en aquellos barrios en los que la crisis se ha cebado más, como Nou Barris o Bon Pastor, donde se ha registrado una mayor crispación entre sus vecinos, con frecuencia «apaciguados por el párroco que les atiende y escucha».
Una crispación que atribuyó a la frustración que se deriva de situaciones que les afectan en su vida cotidiana, como las dificultades que encuentran en el mercado laboral y en el inmobiliario. «Sin trabajo y sin vivienda, una persona no puede construir su proyecto vital», expuso.
Cáritas Diocesana de Barcelona atendió a unas 23.000 personas en riesgo de exclusión social el año pasado, un periodo en el que las parroquias de la ciudad aportaron recursos a más de 150.000 personas en situación de vulnerabilidad.
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