Los mejores maestros del mundo

Clase en el instituto Josep Pla, en el distrito barcelonés de Nou Barris, en noviembre pasado.

Clase en el instituto Josep Pla, en el distrito barcelonés de Nou Barris, en noviembre pasado.

MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / DUBÁI

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La primera edición del que se ha bautizado como premio Nobel de la docenciapremio Nobel (por el millón de dólares que se embolsará su ganador) no hablará finalmente en español. Aunque tampoco lo hará en finlandés, ni en coreano, ni en ninguna de las lenguas que dominan actualmente el panorama PISA, el ránking educativo que cada tres años elabora la OCDE. El galardón, que en realidad se llama Global Teacher Prize -o premio al profesor global- y que se entrega esta noche en Dubái, en los Emiratos Árabes Unidos, cuenta entre sus finalistas a un británico, tres estadounidenses, un haitiano, una keniana y cuatro asiáticos, un variado panel de candidatos, entre los que resulta dificilísimo señalar a un único favorito.

Los 10 aspirantes -cinco mujeres y cinco hombres- tienen méritos sobrados. Todos ellos son maestros comprometidos, innovadores y con trayectorias singulares. Y casi todos ellos han desarrollado su trabajo -o lo desarrollan todavía- en situaciones adversas, en lugares en los que han tenido que luchar para que la educación siguiera siendo un derecho. Son, en la mayoría de los casos, profesores que han introducido nuevas maneras de enseñar y que han conseguido, de un modo u otro, que sus alumnos y la comunidad que les rodea mejoren sus condiciones de vida.

Pero el Global Teacher Prize, explican sus promotores, no solo busca reconocer el trabajo de unos profesores concretos, también quiere servir para «dar valor a la educación, para que toda la sociedad, en su conjunto, tome conciencia de lo importante que es que la gente se forme, en la infancia y a lo largo de la vida», explica Sunny Varkey, un profesor de origen indio, afincado desde 1959 en Dubái, que hizo fortuna enseñando inglés a los árabes cuando estos acababan de descubrir sus pozos de petróleo. Ahora este profesor de idiomas es propietario de la red de colegios GEMS, con centros abiertos en el Reino Unido, la India, los Emiratos Árabes y en varios países en vías de desarrollo. Para Varkey, que se presenta como filántropo, uno de los objetivos del galardón es conseguir que «se hable de educación en las esferas públicas».

MAESTROS CONTRACORRIENTE

El galardón, al que para esta primera edición se presentaron más de 5.000 candidatos de 127 nacionalidades distintas, tiene aún un tercer propósito: arropar a los maestros, mostrarles el apoyo de la sociedad «y contribuir a que crezca su autoestima», subraya Varkey. Es muy importante, prosigue, que el docente no se resigne, que siga trabajando a pesar de las dificultades. Que sea, si hace falta, un profesor a contracorriente.

Es el caso, por ejemplo, del afgano Azuzillah Royesh, que ha montado una escuela en la que la que las niñas (que representan un 40% de su alumnado) se escolarizan en las mismas condiciones que los niños, algo muy poco frecuente en su país. Royesh, que se tuvo que poner a trabajar a los 14 años para ayudar a su familia, recibe a diario innumerables presiones de los talibanes para que deje de acoger a chicas en sus clases.

También es una maestra contracorriente la keniana Jacqueline Kahura, que ha puesto en marcha un ambicioso programa de alfabetización en su país, gracias al cual se han podido abrir escuelas hasta en las aldeas más remotas. Kahura hace frente a diario a la precariedad más absoluta: conseguir un lápiz y un cuaderno para cada uno de sus alumnos es muchas veces el mayor de los éxitos.

EN CAMBOYA Y EN NUEVA YORK

Tampoco son fáciles las cosas para Phalla Neang, que empezó dando clases a niños ciegos en los campos de refugiados camboyanos que habían huido de los jemeres rojos y que actualmente es la coordinadora del plan para escolarizar a los menores invidentes en su país, ni para Stephen

Ritz, profesor de Ciencias en la Escuela número 55 de Nueva York. A su colegio, en pleno barrio del Bronx, acuden estudiantes con serios problemas de alimentación (especialmente por la mala calidad de los productos que ingieren). Ritz les enseña a cultivar su propia comida, de manera que, además de mejorar su dieta y hacerla más saludable, aprenden, por ejemplo, cómo realizan las plantas la fotosíntesis.

El británico Richard Spencer da también clases de Biología, pero en su caso se vale de la música y el baile para que la asignatura se haga menos antipática a sus estudiantes de secundaria. También el malayo Madenjit Singh recurre a la música, además del dibujo y de las artes escénicas, para estimular la creatividad de sus alumnos en sus particulares clases al aire libre. Otra profesora de Ciencias, la norteamerciana Naomi Volain, basa en cambio su método de enseñanza en el trabajo de campo. Como es también instructora en la NASA, usa materiales de la agencia espacial para trabajar con sus alumnos de secundaria.

Los otros tres candidatos (Nancie Atwell, Kiran Bir Sethi y Charles Guy Etienne, tienen un perfil más teórico. Aunque ejercen la docencia y siguen dando clases, tal vez son más conocidos por su innovación pedagógica. Atwell, por ejemplo, ha desarrollado un método basado en la lectura; Bir Sethi viaja por todo el mundo explicando su método Diseña el Cambio (en el que el niño toma el protagonismo de su educación) y Etienne es asesor del Gobierno haitiano en la reconstrucción de las escuelas de su castigado país.