Gente corriente

Mandi Capote: «Cada uno de nosotros lleva una maravilla en su interior»

Artista multidisciplinar. Ha desarrollado un método para aprender a tocar la batería sin partitura.

«Cada uno de nosotros lleva una maravilla en su interior»_MEDIA_1

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OLGA MERINO

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Vive en Sabadell, en Calarramona, un caserón compartido por artistas de diversas disciplinas. Formado en Estados Unidos, en el prestigioso Berklee College, Armando Capote Demali (Santa Cruz de Tenerife, 1955) dedicó 12 años de su vida a la composición de bandas sonoras, actividad que abandonó por una vocación implacable: la batería.

-Provengo de una familia de artistas: mi abuela Eulalia pintaba al óleo y era concertista de piano. Mi padre, abogado, también ocupó parte de su vida pintando. Dos de mis hermanos son pianistas y compositores. Mi hija y su madre son cantantes. Y uno de los primeros recuerdos que atesoro es el de mi madre cantándonos zarzuela… El arte siempre me ha trazado la vereda.

-Con tanto artista en casa, ¿sobrevivían?

-Vivíamos con mucho amor. En realidad, el verdadero arte es amor, espíritu: lo comprendes todo, lo das todo, lo recibes todo.

-Artista e isleño. ¿Eso imprime carácter?

-Una isla impone límites geográficos. La isla es soledad, y creo que eso nos influye, para bien, a canarios y baleares.

-Trabajó 12 años como compositor.

-Cuando regresé de EEUU, me gané la vida dando clases y escribiendo música por encargo. Hubo un tiempo en que la música de cabeceras, noticias y continuidad de la televisión canaria era casi toda mía… Pero, si le digo la verdad, desde los 14 años hasta los 55, todo en mi vida me parece prescindible.

-¿Hasta los 55?

-Es una edad en la que dejas de buscar y te da igual absolutamente todo. Lo que tenía que ser ya lo era: una batería, si es que soy algo. Cuando soy, soy una batería. Otras veces, soy pintor. No hago nada bien, pero estoy todo el día trabajando. Hago cosas para olvidarme de que vivo.

-¿Lo consigue?

-Es absurdo como está planteado este sistema de vida. Hay que llegar a la esencia, al espíritu. Cada uno de nosotros lleva una maravilla en su interior. Nadie debe dudar de lo que es o hace, y es nuestro deber  mostrar esa energía, a pesar de que seguimos arrastrando el fardo de 2.000 años de religiones. No me parece justo que nos gobiernen mentes espiritualmente muy inferiores.

-Usted desarrolló un método especial para aprender a tocar la batería.

-En el 2002 trabajaba en una escuela y me encontré con que muchos de mis alumnos, entre 4 y 10 años, no sabían leer la escritura tradicional, la partitura, así que para solventarlo comencé a crear material de aprendizaje basado en imágenes; por así decirlo, pintaba los ritmos a los alumnos mediante una parrilla.

-Tiene varios manuales publicados.

-Con esta metodología, al menos una decena. Hay uno precioso, La batería básica, que publicó la editorial Bellaterra en el 2003 con dibujos del extraordinario ilustrador Miguel Gallardo. También he creado mazos de cartas que, al barajarlas y desplegarlas en cuatro montones -los cuatro tiempos-, dan un mínimo de 56.000 ritmos diferentes de un mismo estilo: reggae, hip-hop, bossa nova…

-También pinta.

-Ahora lo que más me interesa es el retrato y trabajar los fondos. Puede decirse que hago una especie de realismo mágico en pintura. El ritmo y el color son prácticamente lo mismo: vibraciones, ondas.

-¿Cómo sobrevive un artista radical en medio de este neoliberalismo feroz?

-Con esperanza y cargando la dinamo todos los días. Estamos viviendo un cambio de era, y no hay más que pisar la calle para verlo: todo el mundo está descontento.

Mandi Capote acaba de inaugurar una exposición en Sabadell, en BamVi (Colom, 32). Hasta el 12 de junio.