Los dramas de la crisis

Al borde del abismo

La desesperación y la angustia de las víctimas de la crisis puede acarrear depresión, comportamientos compulsivos y adicciones

Publicidad de un banco en Valencia, en el verano del 2008.

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MARÍA JESÚS IBÁÑEZ
BARCELONA

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Quien se queda en la calle tras un desahucio,«no necesita ni ansiolíticos, ni antidepresivos. La receta que siempre funciona es encontrar trabajo». El tratamiento -pese a que«en psiquiatría no existen fórmulas mágicas», advierte- es de Àngel Pedra, coordinador del área de subagudos de la Unidad de Salud Mental del Hospital de Santa Maria de Lleida.«Para mucha gente en este país, la casa es un objetivo vital. Trabajan años y años para conseguirla, se hipotecan por ella y, cuando la pierden, se les viene el mundo abajo», explica Pedra.

El suicidio es el recurso extremo de quienes«no pueden hacer ya frente a la situación, lo que no significa que necesariamente estén sufriendo una depresión», advierte el psiquiatra. Simplemente,«no ven otra salida». Quitarse la vida por motivos económicos suele responder, apuntan los expertos, a una reacción impulsiva, poco meditada. Las motivaciones son, habitualmente, «la humillación y la desesperación».

Lo más frecuente es que las personas afectadas psicológicamente por la crisis desarrollen comportamientos compulsivos y hasta adictivos. Alcohol, drogas, juegos de azar o grandes ingestas de comida son algunas de las opciones.

Los efectos psicológicos del desempleo y una mala racha económica han sido ampliamente estudiados. Y, como en todo, también aquí existen fases.

Proceso de desgaste

Según Arthur R. Goldsmith, profesor de Economía en la Universidad Washington & Lee en Lexington (EEUU), aquel que se acaba de quedar en paro experimenta una primera etapa de alivio.«El parado, en un primer momento, tiende a pensar que las cosas irán mejor y que no tardará en volver a encontrar un nuevo trabajo», dice Goldsmith, en un informe para el Departamento de Sanidad americano. Pasada esa fase, el desempleado no tarda en entrar en un periodo de autoinculpación y sufre«una erosión de la autoestima». Los síntomas:«Altos niveles de ansiedad, depresión y falta de sueño».

Cuando la situación se prolonga más allá de los nueve meses es cuando empiezan a aparecer signos de trastorno psicológico, que pueden llegar a crónicos.

Desde que la crisis económica empezó a alimentar las colas del paro en España, los psiquiatras han comprobado cómo van aumentando, de forma progresiva, las visitas a pacientes que demandan«informes médicos con los que puedan acreditar que sufren angustia o depresión», cuenta el especialista. En los últimos tiempos, además,«piden documentos para presentar ante los servicios sociales y poder optar con ellos a ayudas públicas destinadas a enfermos con afecciones mental», agrega Pedra. La mayoría, indica el médico, son ciudadanos españoles. Inmigrantes, muy pocos.