Gente corriente

Bikramjit Singh (Lally): «Cuando danzo, quiero compartir mi felicidad»

Bailarín profesional de 'bhangra', una danza originaria del Punjab. Verlo moverse es una inyección de energía.

«Cuando danzo, quiero compartir mi felicidad»_MEDIA_1

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OLGA MERINO

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Vive en Bellvitge, adonde llegó en el 2005, y desde entonces ha hecho de todo para ganarse la vida: de dependiente en una frutería china, en una fábrica de vidrio y de ferrallero en la obra. Al final, Bikramjit Singh (Semi, Jalandhar, India, 1981) le ha puesto andamios a la ilusión de crear su propia academia de baile, una escuela portátil: acude allí donde le llaman. Lally -ese es su apodo- bailó ayer en La Bòbila de L'Hospitalet (https://m.facebook.com/dintakes).

-¿El bhangra es lo mismo que bollywood?

-El bhangra es el folclore de mi región, el Punjab [hoy dividido entre la India y Pakistán]. Y el estilo bollywood es una especie de batido multifrutas que incluye bailes de aquí y de allá. El bhangra es muy antiguo.

-Más de 2.000 años, dicen.

-Puede ser. El Punjab es una región agrícola, donde el bhangra se bailaba desde muy antiguo para celebrar la llegada de la primavera y el tiempo de la cosecha (vaisakhi). Como allí hace mucho calor, el trigo se siega a primeros de abril. Siempre que sucede algo para festejar -un casamiento, un bebé, el Año Nuevo- bailamos bhangra. En la boda de mi hermana estuve bailando cinco días... Vengo de una familia de campesinos.

-¿Ah, sí?

-Trabajé en el campo con mi padre hasta los 24 años. Plantábamos girasol, arroz, patatas, azúcar de caña, trigo y forraje para las vacas. Detrás de la casa teníamos un huerto con guindilla, okra, calabacín y otras hortalizas. En verano nos levantábamos a las cuatro de la mañana para evitar las horas de calor más fuerte… Esa es una de las cosas que más me costó en la adaptación.

-¿El qué?

-Los horarios. Aquí son muy pautados, y allí, en cambio, cuando hay faena trabajamos las 24 horas sin descanso, y luego podemos estar dos días sin hacerlo. O si hace mal tiempo, tienes que quedarte en casa...  Todo esto me hace recordar a mi padre; lo echo muchísimo de menos.

-Claro.

-Era un ser excepcional, único, muy bueno. Para los sijs, la compasión y el altruismo son más fuertes que la enemistad y el odio. En los pueblos de alrededor todavía lo recuerdan. Para él, primero eran las personas y después el dinero… Falleció hace cuatro años y no pude ir al entierro. Pero prefiero hablar del baile.

-Lo comprendo. Empezó muy temprano.

-Desde niño. Mi madre dice que ya entonces los vecinos se fijaban en cómo lo hacía; tenía algo especial. Si no bailo, no soy feliz; es mi vida. A mis alumnos siempre les digo lo mismo: «No bhangra, no alegría». Cuando llegué aquí, los dos primeros años estuve sin bailar nada. Fueron tiempos duros; un intermediario exigía que le pagara 100 euros de mi salario todos los meses, ¡y entonces solo cobraba 500! El baile me salva. El bhangra es mi cultura, mi sangre.

-Es una danza muy energética, la verdad. Insufla vitalidad. Y con los colores tan llamativos de los trajes…

-Es como si tuviera bichitos en la sangre: están tranquilos, pero, en cuanto escuchan la música, no pueden dejar de moverse. El bhangra es alegría de vivir. Cuando danzo, quiero compartir mi felicidad con todos. También hago mis coreografías; soy el único en Barcelona que enseña bhangra.

[Lally se quita el turbante, un pañuelo de algodón, de seis metros de largo, que los sijs tardan una media hora en colocarse. Uno de los extremos se almidona para que quede como un abanico sobre la cabeza].

-Creía que los sijs no se cortaban el pelo.

-Mi Dios no me ha dado permiso [los sijs son monoteístas], pero es que aquí es muy difícil vivir con el cabello largo. Además, soy cocinero en una universidad y en la cocina no se puede trabajar con barba. Solo en vacaciones dejo de afeitarme.