El resistente

Astérix en el Penedès

Inamovible 8 Martí, ayer en el jardín de su vivienda, en La Bisbal del Penedès.

Inamovible 8 Martí, ayer en el jardín de su vivienda, en La Bisbal del Penedès.

TONI SUST
BARCELONA

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La casa de Lluís Martí, en La Bisbal del Penedès (Baix Penedès), no es una vivienda cualquiera. Ha sido objeto de seis intentos judiciales de desahucio y es la primera cuyo desalojo fue frustrado por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), que entonces, recuerda, integraban menos de 20 personas. Fue hace dos años, el 3 de noviembre del 2010. Hoy Martí es portavoz del colectivo en el Penedès y tiene una visión personal: él rechazó dos veces la dación en pago, si bien entiende que otros la vean como una solución.

Martí no tuvo siempre la sensación de que seguiría bajo techo. Este antiguo mecánico compró la casa, de 90 metros cuadrados y jardín, en la urbanización de Can Gordei hace 10 años por poco más de 100.000 euros, y hasta hace cuatro pagó la hipoteca. Un día le contó a un cliente del taller donde trabajaba, director de una agencia bancaria, que otra entidad le había denegado un crédito de unos cuantos miles de euros para comprar un coche de segunda mano. El cliente no entendió que alguien con vivienda propia tuviera ese problema.«Ven a verme»,le dijo. Y le concedió ese dinero. Hubo más ampliaciones.

Martí dice que no fue un irresponsable, que invirtió dinero en un pequeño taller después de quedarse sin el primer trabajo. La actividad de su negocio bajó hasta colapsarse en febrero del 2008 y antes de cerrar -lo que acabó haciendo en agosto de ese año- visitó al director de agencia cliente de su taller. Ya no ofrecía ni cafeteras ni sonrisas.«Le comuniqué que no podía pagar y me dijo que había dos opciones: 'O nos pagas la casa, o nos la quedamos'».

La pelota del niño

De entrada, Martí se vio en la calle. El primer intento de desahucio tuvo lugar el 8 de septiembre del 2010. Lo capeó logrando una prórroga de 15 días. Ese mismo día alguien le dio el teléfono de la gente de la PAH. Fue a una asamblea, conoció a Ada Colau y Adrià Alemany y estos le ayudaron a lograr otro retraso, hasta el 3 de noviembre. Pero ese día ya no estaba solo.

Martí había tirado la mayoría de sus pertenencias a la basura. Incluso destruyó a golpes una barbacoa de obra del jardín:«No quería que ningún banquero la usara».Todavía pensaba que le iban a echar, y por lo menos perseguía que no encontraran nada:«Solo quedaron las paredes». Con el tiempo la ha ido reamueblando como ha podido.

Cuando aquel día llegó la comisión judicial, se encontró con una veintena de personas que plantaban cara. Sin saber qué hacer, la procuradora anunció otro aplazamiento, hasta un mes después, el 3 de diciembre. Y un mes después eran más de 70 los congregados, venidos en autocar desde Barcelona.

Martí superó otros tres intentos y explica cuándo decidió cambiar de actitud:«Primero, yo solo pensaba en entregar la llave». Pasar página.«Pero un día mi hijo, que tenía 9 años, entró en casa y me pidió que le inflara un balón de fútbol. Y entonces decidí que lucharía para que él no se quedara en la calle».Instó a su abogado de oficio a enviar una carta al banco advirtiendo de que si no le dejaban en paz no quedaría una piedra encima de otra en la vivienda. La caravana que un amigo le suministró, y que esperaba ante la vivienda el final del proceso, ya no fue necesaria.

Martí debía afrontar un recibo de 750 euros mensuales y una deuda total de 145.000 euros. Incluso quitándole la casa debería 100.000 euros. Ahora ya nadie viene a molestarle. Conserva la casa, pero ha agotado el subsidio de paro y sobrevive con la ayuda de 426 euros mensuales. «Tengo un presupuesto diario de 14 euros. Cuando se me acaban, me meto en casa».

«No hay que rendirse»

Su mayor tesoro es Loïck, su hijo de 11 años. Dice que, como es lógico, el chico ha vivido con preocupación todo lo que ha pasado. Además se ha visto obligado a dejar el deporte que le ha dado las medallas y copas que reciben al visitante en la casa, el bike trial. En el 2010 fue 13º del mundo y campeón por equipos. Ya no hay dinero para participar en las competiciones, o sea que se aceptan patrocinadores.

«Yo lo de la hipoteca lo comparo con el cáncer. No hay que rendirse. Son más los que se curan que los que se mueren», afirma Martí, que no se corta: «Aunque volviera a tener trabajo y dinero no pagaría. Considero que me han intentado robar y ahora quiero robar al banquero. Él quería dejar a mi hijo sin techo».

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