Armando Ledo: "En la retina llevo impresa la imagen de la devastación"

Este teniente de la Unidad Militar de Emergencias (UME) es uno de los que han sofocado las llamas en Portugal.

«En Portugal he visto la imagen de la desolación»_MEDIA_1

«En Portugal he visto la imagen de la desolación»_MEDIA_1

POR
Núria
Navarro

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Es difícil apartar de la discreción al teniente Armando Ledo (Madrid, 1977), uno de los 100 efectivos del Primer Batallón de la Unidad Militar de Emergencias (UME) que han combatido el trágico incendio forestal de Portugal, donde perecieron 64 personas. Ya saben: "¿Superhéroes? No, no, solo hacemos nuestro trabajo". Como mucho, admite que los civiles les aplaudían cuando salían, agotados, de la tierra carbonizada.

¿Qué ha quedado impreso en su retina? La imagen de la devastación. El fuego afectó a 40.000 hectáreas de superficie arbolada, algo difícil de imaginar. Y las llamas llegaban a las copas de los árboles, que es cuando un incendio tiene el comportamiento más extremo.

¿Pasó por la mortífera Nacional 236-1? Al tercer día fuimos desplazados a ese sector. Ya habían retirado los vehículos, pero se notaba el asfalto quemado y las señales de tráfico estaban derretidas.

Un calor inhumano. Al de la propia radiación de la llama y al que desprendía la tierra, se añadían las altas temperaturas. Cuando nos apartábamos a zona segura, el termómetro no bajaba de los 40º. Pero estamos entrenados para eso.

Claro, claro. ¿Y cuántas horas al día suelen aguantar a más de 50º? Tenemos el compromiso de mantener el esfuerzo 24 horas al día. Hacemos 12 horas de combate contra el fuego y 12 de descanso, relevándonos.

¿Qué tipo de descanso? ¿Meterse en un frigorífico? Nos acostamos y dormimos. Generalmente es un descanso de calidad.

¿Diría que ha sido su peor infierno? Esta es mi novena campaña –la UME va a grandes incendios forestales, inundaciones y nevadas– y hemos vivido alguna situación más comprometida que esta. Seguramente una de las más complicadas fue hace dos veranos en Cáceres. Llegamos pronto, casi cuando se estaba iniciando el incendio. Los vientos eran muy cambiantes y no había un eje de progresión seguro.

Oiga, ¿tiene usted familia? Estoy casado. Aún no tengo hijos.

¿No le apena hacerla sufrir? (Ríe) Es una unidad que exige estar bastantes días fuera, pero la pareja se acostumbra y acaba viéndolo como algo natural.

¿Por qué se dedica a esto?  Desde pequeño tuve claro que quería ser militar. Estudié Derecho en la Complutense a la vez que entré en las Fuerzas Armadas, donde me interesaron las misiones que se encomendaban a la UME.

¡Pudiendo estar en un bufete con aire acondicionado! Nunca lo pensé de ese modo... Hacemos un servicio muy directo a la sociedad, y proporciona la íntima satisfacción del deber cumplido.

Tienen el respeto de los civiles, eso sí. En Portugal hemos sentido el cariño, sí. Y hace poco recibí una carta de agradecimiento del alcalde de Almansa [Francisco Núñez].

¿Hizo algo increíble durante la nevada? Hicimos lo que debíamos. Una madre mayor que estaba aislada en una pedanía tenía a su hijo discapacitado en un centro de día; se habían caído las líneas telefónicas y no sabía nada de él. Conseguimos llevar el hijo a su madre. Fue muy emotivo.

¿Qué hace cuando suelta la manguera? Prepararnos para cogerla otra vez.

Pues este verano pinta feo. ¿Han hecho porra sobre el número de actuaciones? (Ríe) La ausencia de precipitaciones hace prever que este verano sea más complicado que los dos últimos. Aunque las previsiones no siempre se cumplen.