Gente corriente

"Aquí no existen prejuicios, complejos ni billeteras"

Albert Aguiló y Rafel Molina, andariegos. Recorren el Camino de Santiago de retorno con dos peluches y fines solidarios

«Aquí no existen prejuicios, complejos ni billeteras»_MEDIA_1

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OLGA MERINO

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Hoy habrán llegado a Monreal, en tierras navarras. Los catalanes Albert Aguiló Soler (Sant Pere de Ribes, 1988) y Rafel Molina Usart (Sant Hipòlit de Voltregà, 1977) se han conocido este verano recorriendo el Camino de Santiago a la inversa -el llamado Camino de Retorno- con un oso de peluche a cuestas de cinco kilos. ¿El objetivo? Llegar a Montserrat, el domingo 16 de octubre, y que allí una multitud les reciba con ositos de trapo para los hospitales infantiles, así como material escolar y ropa de abrigo para los campos de refugiados. Lo cuentan durante algunas charlas por teléfono.

-Albert (con gafas): Empecé a caminar el 1 de junio, desde Saint-Jean-Pied-de-Port, en el camino francés, tras una depresión que me había obligado a dejar el trabajo de informático. Prefiero que no salga el porqué, pero me tomé el camino como terapia.

-¿Y el oso de peluche?

-A.: Me encontré a Santi en Ponte Maceira, a 20 kilómetros de Santiago, tirado en un contenedor verde de la basura.

-Fue verlo y ponérselo sobre los hombros.

-A.: La gente con la que me cruzaba sonreía enseguida. Seguí caminando así hasta Finisterre. Acabado mi camino, dejé el oso en el albergue La Espiral con el encargo de que se lo dieran a algún peregrino que cargara con él en el Camino de Retorno. Quería que Santi siguiera caminando y arrancando sonrisas; era mi forma de dar las gracias por haber superado la depresión.

-¿Y?

-A.: Volví a Sant Pere en autobús y me añoraba. Tenía que empezar a buscar trabajo, pero no me apetecía meterme en una oficina diez horas al día. Pasaron dos semanas y me dije: «¿Por qué no soy yo quien regresa con el oso y, mientras, pienso qué hago con mi vida?». Así que regresé a Finisterre.

-A todo esto, ¿dónde estaba Rafel?

-Rafel: Aún no nos conocíamos. Yo llevo cuatro años en el Camino de Santiago y 15.000 kilómetros recorridos.

-¿¡Cuatro años!?

-R.: Mire, yo tuve una juventud de excesos -sexo, droga y rock and roll, ya sabe-, y un día, por consejo de un amigo, empecé a caminar. Me gustó mucho porque aquí, en el camino, somos iguales; no existen complejos, prejuicios ni billeteras.

-Ajá.

-R.: Como no tengo trabajo fijo, soy hospitalero voluntario y me dedico al camino, en turnos de 15 días, ya sea en el francés, el aragonés o en la Vía de la Plata. A veces, hago chapuzas y pinto casas.

-¿Cómo conoció a Albert?

-R.: Como no tenía un duro, me paré a trabajar como ayudante de cocina en Villafranca del Bierzo durante 15 días. Volví al camino y, en medio de la nada, un chico me dijo: «Hay un catalán que va con un oso enorme en la cabeza». Lo atrapé cerca de Bercianos del Real Camino.

-A.: Le gustó el proyecto de arrancar sonrisas y se apuntó a caminar juntos. A partir de ahí la idea ha evolucionado. Queremos llevar sonrisas a quien más lo necesita.

-¿Adónde llevarán el material?

-R.: Los ositos, a hospitales. La ropa de invierno, aún no sabemos si será a los campos de refugiados de Grecia o a Calais. Sea adonde sea, yo iré detrás del camión, a pie. El oso no puede dejar de caminar.

-Se hace camino al andar, ya veo.

-A.: Como la información nos llega con cuentagotas, nos gustaría que alguna oenegé contactara con nosotros a través de Facebook o de nuestra página web (www.osoperigroso.com) para que nos oriente.

-¿Y el tigre? Ahora llevan un tigre.

-R.: Nos lo regalaron en La Casa de las Sonrisas de Grañón, en La Rioja. Le hemos puesto Tiago, como al hijo de Messi.