SUCESO MORTAL EN un asilo

La residencia inundada de Agramunt no se podría construir ahora

El mismo patio, con el agua ya casi drenada por completo.

El mismo patio, con el agua ya casi drenada por completo.

ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA
GUILLEM SÀNCHEZ / AGRAMUNT

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El geriátrico de Agramunt en el que la madrugada del martes murieron ahogadas cuatro ancianas debido al repentino desbordamiento del río Sió, cuyo cauce está a 35 metros, sin otros edificios de por medio, no podría edificarse en la actualidad porque lo impediría la ley de urbanismo de Catalunya. La residencia, que cumple la normativa y ha pasado satisfactoriamente todos los controles, según reiteraron ayer los consellers Neus Munté y Jordi Jané, se encuentra en suelo calificado hoy en día de inundable, como recordó la Confederación Hidrogáfica del Ebro (CHE), al igual que otros muchos edificios del pueblo, algunos con muchas décadas a sus espaldas, pero obtuvo los permisos de edificación antes de que entrara en vigor la ley.

Cuando se concedieron los permisos en esos terrenos, «el planteamiento urbanístico de Agramunt no lo impedía, y en ese momento eran los ayuntamientos quienes tenían la potestad», explican fuentes de la Agència Catalana de l'Aigua, el organismo autonómico que, junto a la Confederación Hidrográfica del Ebro, debe autorizar en última instancia la construcción en zonas inundables. «Se consideraba suelo urbano consolidado y no era necesario pedir autorización a la autoridad hidráulica competente», añaden.

La ley del 2002, que se reformó en el 2010, prohíbe taxativamente la construcción en zonas inundables como esta, «pero no tiene carácter retroactivo», recuerda Joan Manuel Vilaplana, profesor de Geografía de la Universitat de Barcelona (UB) y especialista en riesgo de inundaciones. Según Vilaplana, la crecida del Sió en Agramunt es poco habitual pero no excepcional -en 1989 hubo una similar-, por lo que considera de poco sentido común construir allí. «Si hablamos de agua, no ha sido una inundación gravísima. El problema ha sido la fatalidad de que entrara en el semisótano donde estaban las ancianas», añade.

En concreto, nueve ancianas. Además, el semisótano está destinado a los pacientes «más deteriorados cognitivamente», detalló el director médico de la residencia Ribera del Sió, Joan Loscos.

El asilo acoge a 63 personas y está construido sobre un terreno de unos 1.500 metros cuadrados. El edificio ganó espacio hundiendo la planta inferior por debajo del nivel de la calle. En esta planta, rodeada de hormigón, la residencia tiene el jardín, el comedor, la sala de actividades y cinco habitaciones. La estructura se comportó como un vaso hermético que el agua empezó a llenar por una rampa descendente. En minutos, la base del asilo se convirtió en una piscina con tres millones de litros de agua. Allí había nueve ancianas.

La demencia que sufrían incluso aconsejaba sujetarlas mientras dormían. «A veces se despiertan y tratan de levantarse», aclaró Loscos. Son cintas que las unen al colchón y que se colocan con el acuerdo de sus familiares. Ayer estas cuerdas ataron a la vida a tres de ellas.

TUMBADAS

En cuanto el jardín envasó agua suficiente, la presión reventó las cristaleras de la sala de actividades y la ola alcanzó a las ancianas. Los bomberos sospechan que las cuatro mujeres fallecidas se levantaron de la cama, sobresaltadas. La bravura de la crecida combinada con su debilidad las venció. A la espera de la autopsia, todo indica que las cuatro murieron ahogadas. Las otras cinco se quedaron tumbadas. Tres no tuvieron elección porque estaban atadas y dos permanecieron quietas, acostadas. Por eso sobrevivieron.

Los colchones flotaron y la subida del agua elevó los cinco 'flotadores' hasta que la cara de las mujeres quedó a centímetros del techo. Allí se generó una bolsa de aire que las mantuvo con vida hasta la llegada de sus rescatadores, la unidad GRAE, venida desde Cerdanyola.

Los celadores «no tuvieron tiempo de nada», les defiende Josep Esteve, uno de los propietarios del centro geriátrico. Una de ellas divisó la llegada del agua y llamó al 112. Cuando colgó quiso vaciar la planta baja preventivamente. Ya era demasiado tarde. Tras escudriñar todas las zonas del inmueble para lograr acceder hasta los desaparecidos, los cuidadores se percataron de algo inquietante: no se oían gritos de socorro. Del piso sumergido solo llegaba silencio.

Casi dos horas después de la irrupción del agua, los submarinistas del GRAE consiguieron entrar por una abertura. Mientras el resto de camiones drenaba el jardín, estos bomberos se colaron para localizar los cuerpos. «Creíamos que estarían todas muertas», reconoce Esteve. Pero descubrieron que los colchones habían flotado manteniendo a salvo a cinco de las nueve mujeres.