Alcaldes italianos reclaman un freno a la saturación turística

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IRENE SAVIO / ROMA

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Italia está siendo fagocitada por el turismo masivo. La inestabilidad socio-política en gran parte de los destinos turísticos del área mediterránea (la ribera sur al completo), la falta de organización en el propio país transalpino y el florecimiento de las webs de viajes forman un cóctel que amenaza con colapsar muchas de las más bellas localidades italianas, con sus consecuencias sobre las estructuras sociales y los riesgos para sus riquezas ambientales y artísticas. 

Algunos ayuntamientos italianos han lanzado una especie de SOS y, acto seguido, han puesto sobre la mesa la idea de reconsiderar las políticas de promoción turística y limitar el número de visitantes a las ciudades más desbordadas. Lo ha sugerido, entre otros, el alcalde de Venecia, Luigi Brugnaro, haciéndose eco de una queja recurrente entre los venecianos. “En Venecia, la relación entre los turistas y la población local corre el riesgo de caer en el conflicto”, ha declarado Brugnaro.

ORDEN PÚBLICO

“No es sostenible la llegada de miles de turistas a un mismo tiempo a antiguos y pequeños pueblos de pescadores. Es necesario redistribuir los flujos turísticos”, ha manifestado, por su parte, el alcalde de Monterosso (Liguria), Emanuele Moggia. El edil de Riomaggiore, Fabrizia Pecunia, ha ido un paso más allá: “Puede convertirse también en un tema de orden público”.

Los datos retratan el fenómeno. De acuerdo con fuentes oficiales, Venecia hospedó a 9 millones turistas en el 2015 y la previsión es que en el 2016 la tendencia crezca un 5%. Al mismo tiempo, la ciudad se está vaciando de venecianos: en 15 años, el número de habitantes de la ciudad ha descendido de 275.000 a 263.000.

Venecia es un caso agudo, pero no es un caso aislado. A la hora de evaluar en qué ciudades el turismo, antes anhelado, se ha acabado convirtiendo en fuente de problemas, basta mirar a Florencia, la isla de Capri y la costa de las Cinque Terre. A estos cinco pueblitos de Liguria, donde viven de manera estable apenas unas 5.000 personas, los turistas llegan por decenas de miles. En los primeros cuatro meses del 2016, se produjo un alza de un 30% respecto del mismo periodo del año anterior.

EXPULSIÓN DE VECINOS

Los ayuntamientos italianos han recurrido a medidas diversas, desde la imposición de tasas turísticas hasta la promoción de recorridos distintos de los clásicos. En Florencia, la saturación turística ya suscitó el año pasado la preocupación de la Unesco. “En el centro histórico ya no se ven vecinos, sino solo grandes grupos de turistas y ricos estudiantes. Florencia se está muriendo”, argumenta el activista local Tiziano Cardosi. En el 2015, 3,5 millones de turistas se alojaron en Florencia, mientras que otros 10 millones pasaron un día en la ciudad. El 77% de los florentinos pide nuevas políticas para afrontar esta masificación, según el Centro de Estudios Turísticos de Florencia.

En la cinematográfica Capri, el ayuntamiento está estudiando poner coto a las llegadas de barcos, de la actual proporción de uno cada 5 minutos a uno cada 20 minutos. El puerto de esta isla recibe 4 millones de llegadas al año. “Tenemos un problema de sostenibilidad ambiental”, ha manifestado el alcalde de Capri, Gianni De Martino.

REGULACIÓN

“El problema existe, pero no podemos impedir que los turistas vayan donde les dé la gana”, observa Evelina Christillin, presidente de la Agencia Nacional de Turismo. ¿La solución? “Acuerdos entre las instituciones y los operadores para, por ejemplo, informar a través de internet a los viajeros de cuáles son los sitios más colapsados, desalentándoles en algún caso”. Este remedio podría ser la antesala de medidas regulatorias para frenar llegadas masivas y fomentar que los operadores turísticos promuevan un turismo más responsable. Si, por una parte, la mayoría no quiere desalentar los jugosos ingresos que genera la industria turística, por el otro, invertir la tendencia masiva no es fácil.