Alarma en Francia por cinco muertes este verano por la moda de los hombres pájaro y el 'wingsuit'
El afán por conseguir imágenes impactantes eleva los accidentes en este deporte de alto riesgo
Con el verano proliferan las actividades arriesgadas al aire libre. Entre ellas, el 'wingsuit' se lleva la palma. De la mano de imágenes publicitarias impactantes que proliferan en las redes sociales, la práctica de este deporte de riesgo, que consiste en planear sobre el perfil de una montaña a unos 160 kilómetros por hora con un traje que incorpora membranas a modo de alas, ha sembrado inquietud en Francia tras cinco muertes este verano, tres de ellas estos últimos días.
"Es muy espectacular, produce imágenes muy bonitas, pero es muy peligroso", resume a EFE Jean-Michel Poulet, director técnico de la Federación Francesa de Paracaidismo, organismo que no reconoce el 'wingsuit' entre sus disciplinas. Un alemán, un polaco, un británico y dos franceses han perdido la vida en Francia desde el pasado 26 de julio, a los que se suma la muerte del paracaidista que dio vida al agente secreto James Bond en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, Mark Sutton.
El doble volador de 007 se estrelló el pasado 14 de agosto contra una colina rocosa de los Alpes suizos, tras saltar de un helicóptero a 3.000 metros de altura, lo que ha generado dudas sobre un deporte desconocido para el gran público que causa una veintena de muertos al año en todo el mundo.
Los planeadores de 'wingsuit' practican el "salto desde base", es decir, se dejan caer desde un acantilado o desde una cumbre enfundados en un traje que les hace parecer murciélagos y que cuesta desde unos 500 euros el modelo más sencillo a unos 1.500 por un diseño para expertos (entre 650 y 2.000 dólares). Ninguno asegura un buen aterrizaje a los practicantes.
Parte de la belleza del salto, que dura unos dos minutos a velocidades que pueden alcanzar los 200 kilómetros por hora, reside en volar muy cerca del contorno de la montaña a lo largo de varios kilómetros, antes de aterrizar con un paracaídas.
"Planean muy cerca del suelo y de los árboles, como pájaros", explica Poulet, quien insiste en que es una disciplina muy peligrosa y solo reservada a paracaidistas expertos. El 'wingsuit' (traje alado) solo es apto para quienes acrediten una sólida experiencia como paracaidistas, con al menos 500 saltos de caída libre convencional o 200 saltos en los últimos 18 meses. Al menos, quienes quieran hacerlo desde un avión bajo y el paraguas de la Federación, que no ampara los saltos desde acantilados y montañas, en los que se registra la mayoría de los accidentes.
Su origen se remonta a 1930, pero la práctica moderna de este deporte la inventó a mitad de los años noventa del pasado siglo el francés Patrick de Gayardon, fallecido en Hawái en 1998 probando una nueva versión de su traje. Desde entonces ha ido ganando adeptos y en Francia se calcula que hay unos 300 aficionados. Algunos de ellos buscan saltos en otros países, como Suiza, Noruega, China, Estados Unidos o España, donde también se practica.
"Hace dos o tres años aumentó el número de gente interesada. Ahora se ha estabilizado", agrega el director técnico de la Federación Francesa de Paracaidismo, quien lamenta que haya incluso "gente que no pasa por el paracaidismo, se compra un traje y se inicia con el 'wingsuit', lo que provoca muchos accidentes".
Parte del atractivo de este deporte pasa por volar con una pequeña cámara adherida al cuerpo, grabar el salto y colgarlo después en internet, en plataformas de vídeo como Dailymotion o Youtube. Algunos, incluso se lanzan al vacío con una lata humeante en los pies para marcar la estela durante su itinerario.
No obstante, los expertos coinciden en que se trata de una práctica muy técnica y la comparan a la Fórmula Uno, donde cualquier fallo puede ser fatal. Thomas Malahel, instructor de caída libre en los Alpes que cuenta con 10.600 saltos en su currículo, aunque "solo" 200 desde montañas o acantilados, relaciona el atractivo del "wingsuit" con deportes como el alpinismo, con el añadido de que a la escalada se suma la belleza del salto.
"Pero pasar a diez metros del suelo es una idiotez", sentencia Malahel, conocido como "Matos" entre los aficionados al vuelo, quien considera que hay demasiadas opciones de que algo falle a tanta velocidad y tan cerca del relieve de la montaña.
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