Gente corriente

Agustín Muñoz: «Quiero superarlo por mi madre, por aportar un jornal»

Padece el síndrome de 'hikikomori' o aislamiento social severo. Lleva tres años sin salir de casa.

«Quiero superarlo por mi madre, por aportar un jornal»_MEDIA_2

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OLGA MERINO

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Esta entrevista habría sido imposible sin la colaboración de la psiquiatra Ángeles Malagón y la enfermera Ana González, del Hospital del Mar, quienes visitan al paciente regularmente en su domicilio. El trastorno de Agustín Muñoz Torres (Barcelona, 1983) fue bautizado como hikikomori («estar aislado») por su fuerte impacto en Japón, donde fue descrito por primera vez en 1986.

-¿Cómo se encuentra?

-Duermo mal pero controlado. Tengo mucha ansiedad.

-Cómo empezó todo.

-Siempre he sido muy nervioso, pero a partir de los 22 años comencé a tener ataques de ansiedad, con taquicardia y falta de aire. Aun así, tiré para adelante hasta que las crisis de pánico fueron tan severas que tuve que recurrir a la psiquiatría. Me daban varias al día; era agotador.

-¿Le sobrevienen por algún motivo?

-No. Puedo estar viendo la tele tranquilamente con mi madre o riendo con mis amigos y me da. En ese momento, siento que me muero, que me da un infarto.

-¿Qué le sucede cuando baja a la calle?

-Sensación de muerte inminente. Que te mueres, que te mueres, que de ahí no sales. Pero ahora estoy un poco mejor gracias al tratamiento y a la doctora y la enfermera, que me han dado pautas y me han enseñado a respirar; si tuviera dinero, les haría una estatua. Ahora ya salgo de casa un poco.

-Me alegro.

-Pero solo me atrevo a abarcar un kilómetro a la redonda como máximo y a costa de mucho esfuerzo. No puedo ir más allá del puente de Bellvitge. Depende, a veces no aguanto ni 10 minutos. El otro día bajé a tirar la basura y tuve que regresar corriendo. Llevo tres años sin salir de casa. Me tiré meses y meses sin bajar siquiera al portal.

-Qué angustia.

-Era muchísimo peor el infierno de salir que el agobio del encierro, porque en casa me siento arropado. Me han dicho que hay personas que padecen esto que no salen siquiera de su habitación.

-En la peor  fase de la reclusión, ¿qué hacía durante todo el día?

-Redes sociales; Facebook a saco. La videoconsola con el fútbol y las macetas del balcón. Leía un poco. También ayudaba en las tareas de casa.

-¿Trabajaba antes?

-En un almacén como encargado. También estuve en la obra, en Seat, en Correos, en una farmacéutica… Soy un currante nato, pero el síndrome me ha costado el trabajo y la relación con mi pareja. Ya vivíamos juntos, pero tuve que regresar con mi madre, mi hermana y mi sobrino pequeño. Mi vida se fue al garete.

-Remontará.

-Soy optimista. Tengo que seguir ampliando el círculo de mis salidas. Mi primer objetivo es conseguir la movilidad suficiente como para volver a trabajar porque, sin mi sueldo, estamos fatal. Me siento como un piojo sin poder aportar un jornal en casa.

-Ya.

-Mire, quiero superarlo por mi madre, se lo merece. Enviudó cuando yo tenía nueve meses, y estaba embarazada de mi hermano pequeño. Y desde siempre la he visto con el pantalón negro y la chaqueta del mercadillo, fregando casas. ¿Sabe lo que me cambiaría a mí la vida?

-No.

-Que me colocaran de mozo en el súper de aquí abajo, el de la avenida Carmen Amaya [El Gornal].

-¿El Mercadona? Está a solo 100 metros.

-Así, para empezar, no tendría agobio. Trabajaría por lo mínimo. Que el jefe me ponga a prueba una semana y, si no le encanto, que me eche.