DICTAMEN JUDICIAL CONTROVERTIDO

Un acto de honradez

A quien dona sangre en España no se le pregunta cuál es su orientación sexual, pero es excluido si mantiene relaciones de riesgo

ÀNGELS GALLARDO / BARCELONA

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El cuestionario que debe rellenar quien se dispone a donar sangre en cualquier centro público de Catalunya y del resto de España no se interesa por la orientación sexual de esa persona, pero sí le advierte de forma muy precisa de que «no done sangre» si, leyendo esa circular, comprueba que sus prácticas sexuales habituales son de riesgo y lo convierten en un individuo excluíble de la donación. Sin citar un sexo concreto, el test que quedará registrado en los archivos del Banc de Sang i Teixits (BST) alerta de que evite la donación quien «en los últimos cuatro meses» ha mantenido relaciones sexuales con distintas parejas, con una persona portadora del virus del sida (VIH) o con individuos -hombre o mujer- que ejercen o han ejercido la prostitución.

La donación es confidencial y gratuita para quien la realiza, pero implica dejar constancia escrita en el centro receptor de todos sus datos personales, del origen de su familia, el país de destino de sus últimos viajes, las enfermedades sufridas a lo largo de la vida y las vacunas recibidas. La obtención de esa información podría parecer ociosa a quien observe que, posteriormente y con independencia de los datos expuestos en el documento, cada bolsa de sangre recogida -unos 450 mililitros por persona- será sometida a un análisis que detectará si el donante sufre hepatitis por los virus A, B o C, si está infectado por el VIH, sufre sífilis, oculta parásitos o padece el mal de Chagas. Pero las preguntas nunca son gratuitas. «En los bancos de sangre practicamos análisis muy sensibles que permiten detectar la presencia de patógenos y evitar su transmisión -indica un portavoz del BST-. Sin embargo, no siempre esos análisis son capaces de captar todos los microorganismos». De ahí que se considere «sumamente importante» que las personas que saben que pueden ser portadoras de algún elemento infeccioso adquirido en practicas sexuales con colectivos de riesgo -el dato de las multiples parejas desconocidas, por ejemplo-, eviten, en un acto de honradez, donar sangre.

«La correcta selección de los donantes es una obligación del BST, pero también es responsabilidad de quien ofrece su sangre -advierte el banco receptor de todo el plasma que captan los hospitales de Catalunya-. Los ciudadanos pueden colaborar con nosotros para conseguir la máxima seguridad de la sangre destinada a atender a los enfermos que necesitan una transfusión». Esa necesidad nunca se detiene, ya que la sangre tiene una vida útil limitada y la demanda en los hospitales no deja de crecer. La red sanitaria de Catalunya disponía ayer de sangre, plasma y derivados para seis días, informó el BST.

La lógica selección de las preguntas que se plantean al inminente donante no impide que, en algún caso, resulten chocantes. «¿Ha viajado a América?», dice una de ellas. «¿Ha visitado al dentista?» plantea otra. El interrogatorio también trata de proteger al futuro donante, y de ahí que se interese por si en las 12 horas posteriores a la extracción sanguínea tenía previsto practicar escafandrismo o escalada, o si habrá de conducir, o pilotar, un vehículo de transporte público.

La medicación que se está tomando interesa, por supuesto, al igual que el dato de si se ha sufrido fiebre, dolor de cabeza o malestar general en las dos semanas previas al acto de donar sangre. La pregunta «¿Ha estado en contacto con alguna persona que padeciera una enfermedad infecciosa contagiosa?» tiene difícil respuesta, apuntan algunos donantes. «¿Y quién lo sabe con seguridad?», responden.

Los viajes a países donde es endémica la malaria, la leishmaniasis o la tubersulosis excluyen, de forma incuestionable, al futuro donante durante varios años. «Todos esos datos nos interesan mucho más que la orientación sexual del individuo», reiteran.