DENUNCIA SANITARIA
La acampada de Nati
Esta habrá sido la undécima noche en que Natividad López haya dormido en una tienda de campaña delante del Institut Català d'Avaluacions Mèdiques (ICAM), desde donde se le envió la carta que le anunciaba el alta para volver a trabajar. Allí tiene de todo: un servicio improvisado, papelera, silla para las visitas… Aunque ahora busca una tienda que la proteja de la lluvia y, sobre todo, una incapacidad o una solución que le permita seguir subsistiendo.
Todo comenzó hace tres años, cuando sufrió un infarto. Por entonces estaba empleada como contable internacional, pero cuenta que los problemas de salud le impidieron seguir trabajando. Estando en paro sufrió a los dos meses un ictus, que le fue diagnosticado demasiado tarde. Desde entonces sufre secuelas. «Tengo poca sensibilidad, no tengo equilibrio, soy torpe con las manos. Pero lo que más me molesta son los ruidos y la luz», comenta.
El infarto y el ictus requirieron ayuda de logopedas. Sufrió depresión y disfunciones en el sistema respiratorio y digestivo. Admite que ha mejorado mucho desde entonces, pero aún así tiene que ir al médico tres o cuatro veces a la semana y está pendiente de dos operaciones. Así que considera que, a pesar de lo que diga el ICAM, aún no está en disposición de trabajar. «No estoy bien y tengo que ir al médico tres o cuatro veces por semana. ¿Quién va a contratar a alguien así?», se pregunta.
«Nati no puede trabajar, es evidente, pero nos obligan a ir a un juicio que se puede demorar más de un año para que nos lo reconozcan, si es que al final lo reconocen», explica en un comunicado su abogada, Marta Barrera, del Col·lectiu Ronda. Por su parte, el ICAM entiende que su petición de invalidez está injustificada por «existir posibilidad de mejora». «Si es cierto, como dice el ICAM, que existe posibilidad de mejora y que no se han agotado las posibilidades terapéuticas, que se le conceda la incapacidad y en las futuras revisiones ya se verá si ha mejorado su estado como para incorporarse al mundo laboral», alega Barrera.
Para la abogada, el motivo de que a Natividad López y a otras tantas personas se les niegue la incapacidad se debe a la única razón de reducir el gasto que supone para el erario, algo que desmiente el ICAM. «Los porcentajes de altas y de continuaciones de los cinco últimos años se mantienen», explica su subdirectora, Consol Lemonche.
Quejas por las formas
José María García, un hombre que sufre síndrome de hipersensibilización central, y al que también le dijeron que era apto para trabajar, recoge desde hace tres semanas firmas ante el ICAM, donde conoció a López. Justo cuando está hablando con este diario, una mujer sale llorando del edificio. «El trato es indigno», explica. «He visto cómo la gente gemía y chillaba dentro de los despachos», cuenta. También López explica que delante de la tienda tiene su «silla de la depresión», donde se sienta la gente a llorar y a beber agua. «Les han dado el alta a personas con cáncer porque dicen que así se distraen y no se deprimen», asegura.
Lemonche niega que el trato no sea bueno y achaca las quejas a la situación difícil a la que se enfrentan algunas personas a las que le han dado el alta. «De las más de 100.000 actuaciones que hacemos al año, hay entre 1.500 y 1.800 reclamaciones», explica, ya sea contra el alta médica entregada por los médicos evaluadores del ICAM o los médicos de atención primaria de salud.
Segunda evaluación
Cuando los enfermos no están de acuerdo con el alta pueden optar por solicitar la evaluación de otro médico. Si vuelven a estar disconformes con la nueva resolución, pueden acudir al juzgado de lo social. En el año 2013, el número de demandas contra el ICAM o contra otras instituciones relacionadas en Catalunya (Institut Català de la Salut, Instituto Nacional de la Seguridad Social o mutuas) fue de 899.
Natividad López lleva por esta vía desde junio, primero por considerar que la cuantía de la prestación que cobraba -algo más de 300 euros- era escasa, y ahora para lograr la invalidez. Mientras, los vecinos, amigos y pensionistas del barrio de Gràcia le amenizan la estancia. Unos le cargan el móvil, otros le traen té o hacen colectas para una caseta. «Hasta que tenga una solución del ICAM o la asistencia social estaré aquí», dice con firmeza. De momento, la única solución visible es un juicio que no tiene fecha.
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