Y afloraron décadas de abusos impunes en los Maristas

GUILLEM SÀNCHEZ / J. G. ALBALAT / BARCELONA

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"¿Mamá, tú tienes secretos?". Este wasap que el hijo de Manuel Barbero le envío a su madre antes de las Navidades del 2013 abrió la caja de Pandora. A través del móvil, el joven, sumido en una depresión que le mantenía encerrado en su habitación, encontró el valor para revelar a su familia qué le ocurría en realidad: Joaquim Benítez, su profesor de educación física en el colegio de los Maristas de Sants-Les Corts, abusó de él durante casi cuatro años mientras cursaba la ESO, entre el 2006 y el 2010.

Toda historia tiene un principio y este es el del mayor escándalo de pederastia escolar destapado en España, en el que ya han sido denunciados 10 enseñantes de dos centros, el de Sants-Les Corts y el de la Inmaculada en el Eixample, por delitos cometidos contra un número incontable de menores escolarizados en entre 1970 y el 2011. A pesar de las declaraciones en sede policial de tantos exalumnos y de las evidencias aportadas por la investigación de EL PERIÓDICO, el Código Penal actual no permitirá juzgar a la mayoría de estos pederastas ni reparar a sus víctimas. El caso ha abierto una polémica sobre la prescripción de los delitos de abusos a menores. 

LA DEMANDA ENTERRADA

Al día siguiente Barbero acudió al centro y supo por la dirección del colegio que Benítez había confesado en el 2011 haber agredido sexualmente a otro alumno y que por ese motivo se le invitó a abandonar el centro. Los Maristas habían denunciado a su profesor poco después de aquella revelación pero omitieron en la demanda que el pederasta había confesado. Tampoco informaron a la DGAIA, como debían hacer según los protocolos. La denuncia se archivó porque la familia de esa primera víctima no quiso formar parte del proceso judicial, si bien la fiscalía podía haber proseguido con la causa. Benítez se marchó tranquilamente y el colegio dio carpetazo al asunto. 

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En el 2013, cuando supo por Barbero que había, por lo menos, una segunda víctima del mismo profesor, el colegio no se preocupó de averiguar si aquel pederasta había acorralado a más niños. Barbero, además, asegura que no recibió por parte del centro ninguna ayuda para afrontar los costes médicos y psicológicos que su hijo necesitó durante los años siguientes. A comienzos del 2016, cuando padre e hijo se sintieron con fuerzas para tirar de la manta, denunciaron los hechos. No solo ante los Mossos d’Esquadra, también colgaron carteles para saber si había habido alguna víctima más de Benítez en ese colegio, incluyendo en estos pasquines la cuenta de correo abusosenmaristas@gmail.com.

Esta sencilla estrategia bastó para encontrar hasta cuatro nuevas víctimas, exalumnos de Sants-Les Corts, que también denunciaron policialmente los abusos cometidos por Benítez en el pequeño despacho que este tenía junto a la piscina del colegio. EL PERIÓDICO publicó el 4 de febrero la lucha de Barbero. Un día después, localizó y entrevistó al propio Benítez en un pueblo del Empordà. El exprofesor confesó y su declaración provocó que fuera citado en sede judicial 24 horas más tarde, el sábado 6 de febrero.

LOS SECRETOS

La investigación de este diario permitió localizar a más víctimas. Día a día fue aflorando una realidad difícil de digerir: la de al menos diez lobos que cazaron con total impunidad dentro de una institución escolar que ha guardado silencio hasta ahora. Secretos dolorosos como el de Benítez, que campó a sus anchas durante más de 30 años y humilló a decenas de adolescentes haciéndoles creer que les daba masajes médicos cuando en realidad los masturbaba. O el del maestro A. F., que convertía cada año a un alumno de 5º de EGB en un objeto sexual con el que se excitaba sin escrúpulos. O el del maestro A. E., que tocaba los genitales de los alumnos que se acercaban a su mesa para que les corrigiera los trabajos. O los de los hermanos F. M. y P. F., que aprovechaban las colonias para meter la mano por debajo del saco de dormir de los alumnos que tenían a su cargo. O el del marista A. B., que fue cambiando de escuela cada vez que una familia denunciaba su acoso. Los traslados de este último hermano perfilan la estrategia de ocultación de los Maristas todos esos años: mover de centro a los docentes bajo sospecha de pederastia. 

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Lo que comparten todas las víctimas de abusos sexuales es que no les resulta sencillo reconocer lo que han sufrido. Por eso la mayoría de los casos nunca llegarán a ver la luz. Porque denunciar un caso implica sumergirse en un proceso judicial que reanima un pasado punzante y porque muchos exalumnos son conscientes de que fueron víctimas de abusos sexuales demasiado tarde, cuando el Código Penal ya no les da tiempo para pedir justicia. La causa del subdirector F. M. ya ha sido archivada y 13 de las 17 denuncias contra Benítez que de momento han llegado al juez serán descartadas. Durante los próximos días, presumiblemente, se sobreseerán las causas abiertas contra el resto de docentes demandados. 

A pesar de toda esta resistencia que solo deja emerger una parte del tamaño total del secreto, ya se han presentado casi una cuarentena de denuncias contra diez profesores y un monitor de comedor. Tres de estos enseñantes investigados por los Mossos (el subdirector F. M. y los docentes G. F. y P. F.) seguían todavía en contacto con menores escolarizados en centros de los Maristas cuando este diario escarbó en su pasado. Ahora ya han sido apartados de sus funciones. 

TRES CONFESIONES

Tras conseguir la confesión de Benítez, EL PERIÓDICO logró que otro profesor (A. E.), acusado por tres de sus exalumnos en los Maristas de la Inmaculada, admitiera también que lo que contaban estos era cierto. Poco después, llegó una tercera confesión, la de A. F., quien, tras haber negado en dos ocasiones a reporteros de este diario las acusaciones de cinco de sus víctimas, reconoció la verdad cuando una de ellas (J.) se presentó en su casa y consiguió que le pidiera perdón por haberlo violado durante 6 años mientras lo grababa con una cámara oculta

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“Lo desesperante de estos casos es que a una víctima no le quede más remedio que esconderse una cámara para que se sepa lo que ha sufrido en los Maristas”, concluía Barbero. No le faltaba razón. Los Mossos d’Esquadra siguen a la espera de que los jueces les ordenen investigar todos estos casos. El problema es que, hasta la fecha, salvo en el caso de Benítez, la mayoría de delitos han sido denunciados demasiado tarde para ser juzgados y probablemente no llegarán a ser investigados.

La madre del hijo de Barbero respondió aquella noche, cuando ya se pisaban las Navidades de 2013, que ella no tenía ningún secreto. Los Maristas sí que tenían uno: durante cuarenta años silenciaron todas las quejas de las familias que se atrevieron a presentarse en sus colegios para decirles cara a cara que sus hijos aseguraban haber sido víctimas de abusos sexuales.