A. B., marista denunciado: "Eran solo caricias, nunca hubo ninguna queja contra mí"

El docente religioso acusado por tres exalumnos niega a EL PERIÓDICO que cometiera los abusos sexuales que se le atribuyen

maristas angel benede

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MARÍA JESÚS IBÁÑEZ/ GUILLEM SÀNCHEZ / BARCELONA

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Jubilado desde el 2002, el hermano marista A. B., de 78 años, lleva ya cinco viviendo en una de las casas de retiro que la congregación religiosa tiene en Catalunya. Su salud es delicada. Ha pasado una larga enfermedad este invierno y ahora empieza a recuperarse tras pasar un tiempo en el hospital. "Le conviene pasear, para coger fuerzas", explica el hermano enfermero. A. B. recuerda con nitidez el día en que, con poco más de 10 años, llegó por primera vez a ese mismo lugar, entonces como alumno interno. No le gusta nada, en cambio, rememorar sus años como profesor, "la mayoría en Barcelona", y se encierra en un silencio absoluto cuando se le pregunta por las acusaciones de abusos sexuales de tres exalumnos suyos. "Eran solo caricias", afirma, tras negar (aquí sí con cierta rotundidad) que tocara los genitales a algún estudiante. ¿Es un no categórico?. "Sí", responde.

La entrevista con él se desarrolló en dos conversaciones con EL PERIÓDICO. La primera, por teléfono, el lunes de esta semana. La segunda, este miércoles, durante un largo paseo por los alrededores de su actual residencia. En ambas, aseguró desconocer los hechos que se le atribuyen y admitió haber sido siempre, a lo largo de su carrera profesional, un docente "estricto", pero que nunca tuvo ninguna queja de sus superiores "ni por ser demasiado duro, ni por ninguna otra razón".

TRASLADOS HABITUALES

A. B. considera una práctica "habitual" por parte de los Maristas trasladar a profesores de un colegio a otro. De hecho, en sus casi 50 años de docencia, A.B. dio clases en la escuela de Sants-Les Corts, en la de La Immaculada (ambas en Barcelona) y "durante tres años también en uno de Madrid", señala, aunque es incapaz, se excusa, de recordar el nombre de este último. "También estuve destinado un año en Roma y pasé otros seis meses en el centro que la orden tiene en El Escorial, donde hice un curso", apunta. La jubilación le llegó cuando ya había dejado el trabajo como docente y estaba organizando actividades en una casa de colonias de la orden en Llinars del Vallès.

No es el primer profesor de los Maristas que menciona que en los colegios de la congregación se producían "caricias". Otro de los denunciados entrevistado por este diario empleó el mismo término para definir los contactos que los alumnos, en cambio, definen como agresiones sexuales. A diferencia de otros maristas denunciados por delitos de pederastia, que admiten haber sentado a niños o niñas en su regazo, A.B. rechaza haberse acercado a ningún menor de ese modo. "Nunca lo hice, no entiendo por qué a otros les podía hacer falta tener a un alumno en el regazo", arguye.

Con pasitos cortos, pero firmes, A. B. se muestra algo más locuaz cuando recuerda lo mucho que disfrutaba jugando a la pelota vasca. "Uno de los motivos por los que, de niño, acepté venir para aquí fue porque me dijeron que tenían un frontón", relata. Unos años antes, su padre había regresado a casa tras ser herido en la guerra civil. El internado era, en aquellos tiempos, una solución para familias humildes y numerosas, como la suya. Hacerse hermano marista fue, después de eso, "la salida más lógica", explica mientras va poniendo fin al paseo por el jardín de la casa de retiro.