Llorenç Oliveres, estudiante de Economía a los 86 años

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MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / BARCELONA

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"Empecé Derecho, en la Universitat de Barcelona, con 40 años ya cumplidos y tres hijos en casa", cuenta. "Era el año 1971 y cuando terminé estuve meditando la posibilidad de seguir estudiando Economía, pero al final, por distintos motivos, desistí", prosigue. Cuarenta y cinco años después (y con dos hijos más en casa), Llorenç Oliveres (Terrassa, 1930) está cumpliendo con aquel viejo anhelo de llegar a ser economista. Es el estudiante universitario de más edad de Catalunya.

Desde hace dos cursos, cada día, en horario de tarde, Oliveres acude puntual a sus clases en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Conduce su propio coche desde Matadepera (Vallès Occidental) hasta la facultad, "porque la combinación en tren es fatal", y participa, como el que más, en la vida estudiantil.

"Hay días en que, de una clase en que hay matriculadas 90 personas, solo estamos una docena en el aula. Esos días son mis preferidos, porque es como tener una sesión particular, en la que puedes preguntar, debatir, proponer...", explica. Es todo tan distinto a cuando estudió Derecho en los años 70. "Sobre todo, la relación con los profesores", subraya. A diferencia de entonces, asegura, "ahora son personas próximas y muy accesibles". Y no cree que el trato cordial se deba a que él es un alumno veterano.

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No se siente extraño por ello. "Es normal que mis compañeros de curso me vean como un hombre mayor, pero eso no me echa para atrás: yo participo en los debates o subo al estrado cuando toca presentar algún trabajo", relata.

ESTUDIANTE ORGULLOSO

Socarrón, Oliveres, que el 27 de diciembre cumple los 86 años, bromea sobre aquellas situaciones en las que ha sido protagonista de alguna confusión. "Una vez, en la biblioteca, tuve que sacar mi carnet de la universidad para demostrar que efectivamente era estudiante. El vigilante me dejó entrar, diciendo 'pase, pase, profesor Oliveres'", ríe. "Quise aclararle que no soy profesor, que soy alumno", completa. 

"Escuche, ya que estamos, ¿podría mencionar a un par de personas? -aprovecha-. Son dos profesoras, Elena Costas y Anna Alavedra, que son de ese tipo de gente que consiguen hacer agradables las asignaturas más difíciles y farragosas". "Y lo digo ahora, que ya no las voy a tener como profes", precisa.

Llorenç Oliveres irradia jovialidad, y aunque confiesa que las Matemáticas se le están haciendo muy cuesta arriba y que quizás "no termine la carrera", él no pierde el ánimo. "Tengo un lema, que forma parte de un decálogo que hicimos con un grupo de amigos, y que dice: Hacer lo que te dé la gana tiene carácter de urgencia", cuenta. Y lo aplica.

MENTE SANA EN CUERPO SANO

Practica habitualmente tenis y juega a menudo a golf. Estos días se está preparando para ir a esquiar al Pirineo. "Y años atrás hasta practiqué windsurf, no he dejado de hacer deporte en toda mi vida", afirma, mientras su esposa, Dorita, lo corrobora con una sonrisa. "En su caso, realmente se cumple lo de mente sana en cuerpo sano", remacha ella.

Esta generación de jubilados activos (aunque en el caso de Oliveres ya lleva más de 20 años jubilado) que está reclamando cada vez más espacio público afronta "retos para su crecimiento personal, con la tranquilidad del que ya no se juega nada, ni el reconocimiento social, ni un futuro modo de vida", precisa Sergi Arenas, profesor de Psicología y Envejecimiento en la UAB. La mayoría de ellos, simplemente reproducen el modo en que han vivido siempre.

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Llorenç Oliveres lo confirma. Siempre fue un hombre inquieto, trabajó en el sector inmobiliario, pero también fue guionista en un programa de radio. "He llegado a un momento de la vida en el que ya no tengo que demostrar nada a nadie", declara. "Bueno, sí -rectifica-, sí quiero demostrar algo, quiero que mis dos hijos más jóvenes, vean que, si se lo proponen, pueden hacer lo que quieran".