COLEGIO SAGRADA FAMÍLIA (TORTOSA) / APOYO A UNA RESIDENCIA DE JUBILADOS
Abuelos que juegan a la Wii
«Para los ancianos es una inyección de cariño, aire nuevo cada semana», subraya la coordinadora
«¡Qué manos más calentitas, Enric!», suelta Olga Massip, de pie, frente a la pantalla del televisor, asiendo con fuerza el mando de la Wii. El joven coloca los dedos de la anciana a punto para empezar la partida. No es solo el calor de las manos lo que siente Olga, a sus 78 años. «A mí me encanta jugar a la Wii, porque soy muy moderna, y es estupendo que vengan los jóvenes a enseñarnos, yo doy vida, y ellos me la dan», explica. Enric, Blanca y Laura eran este jueves los tres estudiantes de cuarto de ESO del colegio diocesano Sagrada Família de Tortosa encargados de participar en el taller de práctica de videojuegos con los ancianos de la residencia Sant Miquel Arcàngel. En otra sala, otros alumnos desarrollaban el taller de informática. El proyecto Puente Intergeneracional, que comparten este colegio y la residencia y que contempla también juegos tradicionales. En este caso son los más mayores quienes enseñan sus viejos juegos de niños a los nuevos adolescentes.
Los ancianos piden el juego de espadas de la Wii Sport. «Josefina, usted es este muñequito, tiene que cortar cosas... Venga, muy bien, con esta fuerza. Ahora tiene que afinar la dirección... Así, ¡plas!», apunta Blanca, y Josefina la imita. «Parece fácil, ¡pero es poder! Yo ya estoy cansado», exclama Antonio a su lado. «Te das cuenta de que lo que para nosotros parece fácil exige una fuerza que a cierta edad ya no tienes», comenta Enric Boldú. Tiene 15 años y destaca de la experiencia: «Lo mejor es sentir que, gracias a nosotros, ellos se sienten bien». «Verles felices me reconforta, da igual jugar a la Wii como a las cartas o a los bolos. Ellos lo que quieren en realidad es hablar, lo agradecen mucho», agrega.
«Para los ancianos es una inyección de cariño, aire nuevo que entra en la residencia tres veces a la semana, y para los alumnos implica abrirse a la sociedad en una edad en la que ya están formados y aprenden algo tan importante como es tomar compromiso social», explica la psicóloga coordinadora del proyecto Àngels Piquet. Incluso algún alumno, explica, ha descubierto, a través de esta experiencia, una posible vocación para su futuro profesional.
Es el caso de Claudia Calafat, que hoy está en el aula de informática, compartiendo sobre todo cariño con Mercedes Prades. «Claudia me enseña a practicar la informática. Me cuesta porque voy solo con una mano, pero ya escribo correos electrónicos a mi hijo, que tuvo que irse a Suiza a trabajar», cuenta la jubilada. «Me encanta que venga la gente joven. Claudia vale mucho, me viene a ver y le pido a veces que me pinte las uñas», explica.
A su lado, la alumna asiente. «Me gusta estar con ellos, siempre te explican cosas, aprendes, les ves contentos… Yo antes de empezar este proyecto no tenía nada claro lo que quería ser, pero me dicen que se me da muy bien, y me gusta, voy orientándome», afirma.
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