CRUEL PESADILLA

Comida de perros para esclavos

La comida destinada a los secuestrados rumanos en Galicia

La comida destinada a los secuestrados rumanos en Galicia / periodico

MAYKA NAVARRO / Madrid

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Cuando les rescataron, no pudieron más que llorar y agradecer a los policías haberles liberado de tal cruel pesadilla. El Cuerpo Nacional de Policía (CNP) detuvo el viernes en A Coruña a un matrimonio y a sus cuatro hijos acusados de tráfico de personas, y de retener a compatriotas rumanos a los que mediante engaños invitaban a trasladarse a Galicia con el falso sueño de un buen trabajo. Una vez allí les encerraban hacinados en habitaciones, les obligaban a robar bajo amenazas, y solo les permitían alimentarse de basura de los contenedores y de carne para perro caducada, porque era la más barata. Un euro el kilo. Solo podían ducharse una vez al mes y con agua fría. Vivían sometidos y aterrorizados.

Ayer, los seis detenidos ingresaron en prisión incondicional sin fianza, mientras que los seis rescatados pasaron su primera noche en libertad, todavía con miedo, en un albergue de A Coruña, al que fueron trasladados por unos policías que aseguran no haber visto en muchos años de oficio una situación de maltrato y humillación tan cruel como la que soportaron las víctimas rescatadas. Estos mismos investigadores, el sábado, en las dependencias de la Unidad Contra Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales (UCRIF) de Coruña, les invitaron a café y a unas galletas, que los hombres agradecieron porque para algunos, como Vasile D. C., de 23 años, era la primera comida decente desde noviembre del 2009, que cayó en las redes de esta mafia.

Algunos lograron escapar

Cuando los GOES (Grupos de Operaciones Especiales) de Galicia asaltaron las diferentes casas de los detenidos, solo había seis retenidos, pero los investigadores sospechan que la familia llevaba años traficando con personas y que han sido decenas las víctimas. Algunos consiguieron escapar, como describen los liberados en sus declaraciones en comisaría, a las que ha tenido acceso EL PERIÓDICO.

"Tres de los chicos, Adam, Sorin y Cosmin ya no podían más y decidieron escaparse aprovechando que en la casa no se podía fumar y que bajaban a la calle, por turnos, y vigilados. Huyeron abandonando todas sus cosas en la casa", incluso su documentación, que retenían sus carceleros.

Todos fueron captados de igual manera. En Rumanía les prometían un trabajo en la construcción a 25 euros el día, con alojamiento y comida gratis. Les pagaban incluso el traslado en autocar hasta Madrid en una empresa de transporte de la familia arrestada. Y les hacían creer que en España estaban en situación irregular y que ellos les ayudarían a legalizarla. Eso sí, pagando 500 euros que les descontarían de su inhumano trabajo.

Doce personas en 10 metros cuadrados

Nada más llegar a España les incautaban la documentación y les encerraban en una habitación. Hasta doce llegaron a dormir en un habitáculo de 10 metros cuadrados. Nunca se cambiaron de ropa. Ni pudieron lavarla. Nunca cobraron. Vasile, que llegó a estar encarcelado hasta dos años, y trabajó en varias obras, nunca llegó a tener ni cien euros en su haber. Ni pudo enviar a su madre su madre, con la que no hablaba desde hacía meses, porque le castigaron sin llamarla al haberse negado a robar gasoleo de camiones.

Otros que se negaron a robar en supermercados, les castigaron prohibiéndoles comer en varios días.  Cuando la empresa de reformas y construcción de la familia tenía encargos, las víctimas eran obligadas a trabajar jornadas de hasta 12 horas sin descanso y sin comida. En mayo del año pasado, un constructor descontento con el trabajo de la empresa les advirtió que les denunciaría cuando descubrió que los obreros trabajaban en condiciones infrahumanas y que estaban desnutridos. Pero le amenazaron y calló por miedo.

Humillaciones y maltrato

Cuando no había trabajo en la construcción, se multiplicaban las humillaciones, el maltrato y a las víctimas les obligaban a caminar hasta 30 kilómetros en un día pegando carteles en farolas que anunciaban el negocio de chapuzas y reformas.

En el último seguimiento policial cuando tres de los jóvenes caminaron por el arcén de la N-VI los 20 kilómetros que separan Rábade de Luego pegando carteles la temperatura era de menos dos grados. Y mal vestidos. Sin ropa de abrigo. Los investigadores recuerdan que apenas podían soportar el frio en el interior del coche policial, con calefacción, y que allí fuera las víctimas, en algún momento parecía que se iban a desvanecer por el frio y el esfuerzo de la caminata, sin comida.

Miedo aterrador

¿Y por qué no huyen? ¿Por qué no salen corriendo y se van?, se preguntaron mil y una vez los investigadores que durante semana siguieron sus pasos. El sábado, en comisaría, escucharon la respuesta de boca de las víctimas en un español mal aprendido durante el encierro. "Teníamos tanto miedo que solo podíamos rezar". Y eso sí podían hacerlo sin permiso, el marido de Radica Lacatus, la jefa del clan, es pastor evangelista. Y junto a la biblias guardaban pistolas de fogeo, machetes y defensas eléctricas que utilizaron para amedrentar a sus víctimas. "Nunca había visto a nadie tan atemorizado", confesó el domingo un investigador.