La siniestralidad en las carreteras

La reeducación vial fracasa con los conductores castigados por ebriedad

J. G. ALBALAT / Barcelona

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Un informe encargado por la Conselleria de Justícia apunta la necesidad de crear programas de formación de seguridad vial específicos para condenados por alcoholemia para que los cursos a los que están obligados a asistir por orden judicial tengan un resultado más consecuente con sus necesidades. El estudio detalla que la mayoría de las personas sancionadas penalmente por delitos de tráfico lo son por conducir bajo los efectos del alcohol. Los expertos han comprobado que «una buena parte» de esos infractores no son bebedores ocasionales, tal y como se supone, sino que padecen una adicción (alguno se presentó ebrio, incluso, al seminario). Por lo tanto, una de las propuestas es organizar cursos centrados en esta patología. Es decir, cursos a medida para cada tipo de infractor y no un programa único.

«Se debe tratar primero la dependencia del alcohol y después la seguridad vial», asegura Manuel Capdevila, del Centre d'Estudis Jurídics de la Generalitat. El estudio, relata este técnico, ha detectado que muchos de los condenados tienen un problema con la bebida. «No hay un diagnóstico previo durante el proceso judicial y, una vez dictada la sentencia, ya no hay nada que hacer y los cursos son comunes», explica. El informe recomienda que antes de que el juez decida se realice una entrevista para diagnosticar si existe o no una adicción.

LA MUESTRA / La investigación sobre los programas de seguridad vial es un encargo de la Conselleria de Justícia. En su elaboración han participado varios expertos, entre ellos miembros de la consultoría Justa Mesura y técnicos del Centre d'Estudis Jurídics de la Generalitat. En el estudio han participado 278 voluntarios del total de 354 infractores de tráfico que hicieron un curso entre abril del 2009 y febrero del 2010. El análisis no solo ha permitido realizar una serie de recomendaciones sobre esta medida alternativa a la prisión (el juez sustituye la pena de privación de libertad por la obligatoriedad de asistir a estos seminarios), sino también detallar el perfil de los condenados por este tipo de delitos.

La mayoría de los participantes en estos cursos son hombres, de nacionalidad española y con una edad media de 37,4 años. Una gran parte de estos infractores (86,4%) han sido condenados por conducir bajo los efectos del alcohol, fueron pillados en una vía urbana (68%) y no causaron daños. Un dato preocupante: la tasa media de alcoholemia en el momento de la infracción era muy alta (1,7 mg/l, muy superior al límite legal de 0,25 mg/l). Por otra parte, una quinta parte de la muestra de participantes tenía antecedentes, en la mitad de los casos por delitos de tráfico. Es decir, eran reincidentes. Y el 90% de los asistentes al curso, eso sí, reconocieron que habían infringido las normas de circulación.

Un análisis sobre los participantes en el curso indica que al inicio del programa el 3,6% padecía ansiedad, el 18,5% depresión y el 30,8% tenía problemas con el alcohol. De estos últimos, un 21,3% abusaban de la bebida y un 9,5% eran dependientes. También se detectó la mezcla de factores. Los participantes en los cursos que padecen estos problemas, detalla el informe, eran «menos conscientes del peligro y estaban menos de acuerdo con las normas de circulación».

PERCEPCIÓN DEL RIESGO / El informe destaca que, después del programa formativo de seguridad vial, se observó que entre los asistentes había una «pequeña mejora» respecto a la percepción del riesgo de beber alcohol y conducir, la conducción temeraria y el comportamiento ante una situación de peligro. En cambio, no se constataron cambios en cuanto a la percepción de peligro y a las reacciones ante otros conductores, ni en cuanto a la importancia otorgada a no cometer infracciones en el futuro.

El estudio sostiene que debería reflexionarse sobre posibles cambios en los programas formativos y destaca que, de hecho, los participantes con psicopatologías quizá no deberían seguir este tipo de medidas y «necesitarían un tipo de intervención más orientadas a sus necesidades», como, por ejemplo, un programa de rehabilitación que incluya información sobre los riesgos y cambio de actitudes. Por ello, los expertos apuestan por «diseñar» cursos a medida del infractor. Otra posibilidad en los casos de alcoholemia es organizar talleres en que se ofrezca información sobre los efectos de la bebida en la conducta y la conducción.