INFLUENCIA SOCIAL EN LA NEONATOLOGÍA

Preocupación por el auge de los partos prematuros

La edad de la madre y las técnicas in vitro son algunas causas del aumento

Imma Solé sostiene a Aleix, piel con piel, en una UCI del Vall d'Hebron, el pasado viernes

Imma Solé sostiene a Aleix, piel con piel, en una UCI del Vall d'Hebron, el pasado viernes

ÀNGELS GALLARDO / Barcelona

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Los nacimientos prematuros, los que ocurren antes de la semana 37 de gestación, están considerados un grave problema humano y sanitario, percepción que no impide que aumenten en inquietante progresión. De los 492.000 niños que nacieron en el 2009 en España, 41.000 no habían completado su periodo de gestación. Hubo un 55% más de nacimientos adelantados que hace 10 años. Para 1.131 de esos niños, el periodo de maduración fetal no superó las 28 semanas. Llegaron extremadamente inmaduros y muy vulnerables a las secuelas que las estadísticas les atribuyen: el 51% de quienes sobreviven a un parto prematuro sufrirán retrasos en su desarrollo, indican los epidemiólogos, y el 23% padecerán trastornos de conducta, de inmediato o en una edad impredecible. Así lo indica un informe de la European Foundation for the Care of Newborn Infants.

El cerebro de una persona, el órgano que rige los pensamientos, movimientos y el grado de inteligencia de los individuos, necesita las 39 o 40 semanas que suele durar un embarazo para completar sus funciones y poder asimilar el ruido, las luces y los sabores con que chocará nada más nacer. Cuando en lugar de ese tiempo para madurar, el parto ocurre en la semana 26 o 27 de gestación su fragilidad está asegurada y será un reto que le marcará el resto de la vida. Seguir vivo un mes después de haber nacido, pesando 1.060 gramos y con 38 centímetros de altura, ha sido el primer triunfo vital de Aleix, hijo de Imma Solé, la mujer que lo coge en brazos seis horas diarias desde que hace un mes vino al mundo en la maternidad del Hospital del Vall d'Hebron, de Barcelona.

VIVIR UN DÍA /«Al principio, los médicos nos desaconsejaban inscribirlo en el libro de familia. El único objetivo era que viviera un día más. Y después, otro», dice Imma, técnica audiovisual, de 39 años, y madre de otro niño. Imma no se ajustaba al estereotipo de la embarazada que se considera está en riesgo de no completar su gestación. Cumplió hasta el 6º mes de embarazo con las seis visitas ginecológicas previstas, comió y descansó lo suficiente, no fuma y no había recurrido a técnicas de fecundación artificial para ser madre. Esos son los motivos que, según los ginecólogos, explican la cifra creciente de nacimientos prematuros.

Esos, y otro que tal vez sí cumple Imma: la edad de inicio del embarazo. «La franja de edad idónea para intentar tener un hijo siguen siendo de los 25 a los 35 años», afirma Ramon Carreras, responsable del área maternoinfantil del Hospital del Mar y presidente de la Societat Catalana de Ginecologia i Obstetrícia. «A partir de los 39 años, aumentan de forma exponencial los abortos espontáneos y los partos prematuros -añade-. Entre el 5% y el 10% de los nacimientos que ocurren ahora en España suceden antes del término del embarazo, y muchos de esos niños sufren secuelas. Es un gran problema», añade.

El inicio de la vida de los niños prematuros transcurre en unas avanzadas unidades de cuidados intensivos (UCI) pediátricas que intentan suplir el periodo fetal -no reciben el alta hasta cumplir los nueve meses en que hubiera acabado su gestación-, pero no pueden eludir el hecho de que son máquinas. «La UCI no es el útero materno, aunque intentamos que el ambiente reproduzca al máximo las condiciones que percibe el feto dentro de su madre», explica Josep Perepoch, neonatólogo del Vall d'Hebron e impulsor del método que pretende evitar las agresiones que la permanencia en la UCI causan en el cerebro de los bebés.

EL SILENCIO / En los últimos meses de vida fetal, esos que los prematuros pasan en la UCI, el cerebro experimenta múltiples cambios de estructura, una fase acelerada de maduración que se altera con el suave pitido de los sensores que controlan su ritmo cardiaco. «No es lo mismo escuchar solo la voz de su madre, dentro del útero, que oír las alarmas de la UCI -dice Perepoch-. Esos ruiditos estresan muchísimo a los niños, les alteran el sistema nervioso y pueden dejarles secuelas cognitivas y de aprendizaje». Para evitarlos, han establecido unas rígidas normas en las salas de UCI para que, además de controlar la esterilidad de pañales, catéteres y jeringuillas, proporcionen silencio. Otro factor vital en esta fase es el contacto de los niños con la piel de sus padres. Imma coloca a Aleix entre sus dos pechos a diario. «Él conoce mi olor y a veces me alcanza el pezón, aunque aún no tiene fuerzas para succionar», explica. Si puede, es su padre quien se coloca al niño sobre el pecho. Ese contacto es imprescindible para los tres.