La visita pontificia

Dulce resaca vecinal

Desmontaje 8 Un operario retira un andamio junto a la Sagrada Família.

Desmontaje 8 Un operario retira un andamio junto a la Sagrada Família.

RAFA JULVE
BARCELONA

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La inmensa mayoría de los vecinos de la Sagrada Família nunca habían tenido una resaca tan dulce. Tras la fiesta religiosa del domingo, detractores y partidarios de la visita del Papa mostraban ayer unos rostros rebosantes de satisfacción por la vuelta a la«normalidad». Los más molestos agradecían el final del fuerte dispositivo de seguridad y de los problemas de tráfico. Los más fieles a Benedicto XVI aplaudían la«perfecta organización»de la ceremonia. Y todos coincidían en que la llegada del Pontífice ha servido para que el ayuntamiento arreglara algunos desperfectos que el barrio arrastraba desde hacía mucho tiempo.

«Si fuera por mí, el Papa tendría que venir todos los años-exclamaba Ileana Icasa mientras paseaba a su perro-.Antes no nos atrevíamos a entrar en el parque de la plaza de Gaudí porque estaba lleno de suciedad y el agua del lago apestaba. Ahora da gusto pasear por allí porque lo limpiaron todo hace unos cuantos días y hasta pusieron plantas y flores».El comentario lo ofrecía en un tramo de la calle de Mallorca cuyo asfalto, igual que el de otras vías que rodean la Sagrada Família, lucía tan flamante como la bula basilical que el domingo mostró el cardenal arzobispo Lluís Martínez Sistach.

Justo al otro extremo del templo, en la avenida de Gaudí, uno de los empleados del bar restaurante Ardèvol, José Luis Rodríguez, mostraba el trozo de acera que los operarios municipales arreglaron el martes de la semana pasada.«Llevábamos más de un año reclamando que taparan el socavón y pusieran baldosas nuevas, y hasta que no ha pasado el Papa por aquí no nos han hecho caso». Era al menos una de las ventajas de la visita pontificia, porque en lo que se refiere a la recaudación obtenida el domingo, el resultado fue«mucho menor»de lo que esperaban, y así lo demuestran las decenas de barras de pan que se quedaron en la cocina.

Gasolinera sin coches

«Las medidas de seguridad impidieron que la gente se moviera con libertad. No como en los alrededores de la Monumental, donde los bares sí que hicieron más negocio. Además, muchos fieles que siguieron la ceremonia en nuestra zona eran de parroquias y comunidades llegadas de otros puntos de Catalunya que ya traían de casa los bocadillos y la bebida»,argumentaba este restaurador. Más o menos lo mismo opinaba un camarero del bar Breixan(«desayunos a primera hora de la mañana y algún que otro bocadillo cuando acabó el acto»), y resignado se mostraba un trabajador de la gasolinera cercana.«Hemos estado tres días sin poner gasolina por el corte de tráfico. Por lo menos, lo han recogido todo muy rápido».

«Ya era hora de que pasara todo el jaleo -agradecía Javier Alonso, encargado de una tienda de souvenires-.Solo vendimos cuatro camisetas del Papa y algunos pañuelos». «Lo del domingo no tuvo nada que ver con un día normal. Hicimos muchísima menos caja», le secundó la encargada de otra tienda.

Contenedores de basura

Daba la sensación de que algunos comerciantes y vecinos descubrieron ayer la verdadera importancia de algunas situaciones aparentemente banales.«Ya nos han puesto los contenedores de basura en el sitio. Estos días teníamos que caminar unas cuantas calles porque se los habían llevado fuera de la zona de seguridad. También se puede aparcar en las calles, y no como estos días, que tenías que irte a la otra punta del barrio», comentaba Andrea Rodríguez.«Con todo el alboroto que se montó, con todos los problemas de tráfico y de seguridad, yo preferí irme fuera el fin de semana y no volver hasta que hubiera acabado todo»,decía Aída Díaz mientras dejaba una bicicleta en la estación del Bicing.

«Hay gente del vecindario que se ha quejado mucho, pero no hubo tantas molestias. Ni mucho menos. Además, salió todo perfecto y fue muy bonito, maravilloso»,defendía Luisa González. La única decepción de esta seguidora de Benedicto XVI fue que había oído que ayer se celebraría una jornada de puertas abiertas en la Sagrada Família y resultó ser mentira.