El amor, la vida y la muerte

3. MEDICINA. Muchos conceptos de la medicina chocan con la doctrina oficial de la Iglesia. Hablamos de sida, de aborto, de eutanasia, de los límites morales en la investigación. En esta serie de artículos, profesionales e intelectuales reflexionan y debaten sobre la vigencia del catolicismo en la sociedad racional.

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Nunca, en la historia de la medicina, se consiguió ir tan lejos, más allá de los límites que marcan la existencia de un ser humano. Nunca se estuvo tan cerca de crear vida o de dilatar la muerte. O de facilitar el tránsito de manera controlada. Y es justo en estos confines donde se establece un debate que nos apasiona porque todos nacemos y morimos. Estamos todos expuestos -agnósticos, creyentes, ateos- a los vaivenes de este carrusel.

Reúno a Andreu Segura, médico del área de salud pública del Institut d'Estudis de la Salut, professor de la UPF y presidente de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria, y a Ramon M. Nogués, doctor en Biología, profesor de Antropología Biológica (UAB), miembro de la Fundación Borja de Bioética y religioso escolapio. Les planteo cuestiones relacionadas con la fecundación asistida, denostada hace poco por el Vaticano en la figura del reciente premio Nobel Robert Edwards por sus aportaciones a la técnica de reproducción in vitro.

Natural o sobrenatural

El doctor Segura comenta que«la crítica vaticana parece dirigirse al progreso que modifica o violenta un supuesto orden 'natural' que casi se antoja 'sobrenatural'. Como si se tratara de un tabú inviolable. No comparto en nada este criterio. Sería muy distinto si la investigación fuera injusta, maléfica o alienante, supuestos que no se dan en este caso».

Por su parte, el doctor Nogués incide en la absoluta novedad en la práctica médica de la intervención en embriones antes de su implantación:«Los embriones humanos siempre han de ser tratados con respeto, pero en estadios preimplantatorios, cuando se presentan graves razones que así lo aconsejen, ya sea para acompañar el proceso de generación o para diagnosticar previamente a la implantación enfermedades genéticas gravísimas, la intervención médica puede estar justificada y no es necesario interpretarla de ninguna manera como un desafío a la acción divina».

¿Y ante el aborto? ¿Cuál debe ser la postura que debemos adoptar? ¿Qué opinión les merece la objeción de conciencia practicada por médicos creyentes?«En principio, es normal estar en contra-afirma Nogués-en tanto en cuanto significa una agresión a un proceso biológico normal de desarrollo que no presenta ninguna irregularidad médica. En situaciones muy graves de conflicto psíquico, genético, fisiológico, la decisión final siempre recae en la conciencia responsable de los afectados. En este sentido, la conciencia debe reconocerse para todos, también para los médicos, sean o no creyentes».

Derecho o imposición

Segura se muestra contundente:«La condición humana es en sí misma un concepto cultural y, por tanto, sujeto de consideraciones históricas, morales y científicas. Pero si pensamos en los derechos asociados a la condición humana que conviene proteger, debemos distinguir entre un conjunto de células de un animal de la especie Homo sapiensde lo que podemos definir como una vida autónoma. Puedo entender que, quien así lo desee, tenga el mismo respeto por un huevo fecundado que por un recién nacido o un niño. Yo no lo entiendo así. Pero ya no me parece tan respetable que esta creencia se me quiera imponer. Me parece aceptable reconocer el derecho a la objeción, siempre que comporte efectivamente no violentar la conciencia moral de quien se sienta afectado, y sin que ello sea una excusa para boicotear la ley».

Pasamos de la vida a la muerte. ¿Qué limites hay que tener en cuenta ante una agonía dilatada, ante un desahucio clínico? ¿Cómo debemos intervenir, si debemos hacerlo, en el tramo final? ¿Y la eutanasia?

El doctor Segura cree que es

inaceptable que la medicina -«y aun más la religión»- impongan la prolongación de la vida de las personas«que en ejercicio de sus facultades no desean que eso ocurra». Y añade:«Olvidar que la muerte es inevitable comporta una distorsión de consecuencias tan nefastas como el encarnizamiento y la indignidad de mostrar la dimensión más vegetativa de las personas. Argumentar que forzar la supervivencia tiene que ver con una eventual voluntad divina es para mí incomprensible».Por su parte, el doctor Nogués advierte de que«la eutanasia entendida como la decisión de suprimir la vida de una persona al margen de su voluntad es totalmente incorrecta. También puede serlo imponer el encarnizamiento terapéutico contra esa voluntad. El tema de provocar la muerte a demanda del paciente en condiciones de sufrimiento intolerable ha de ser observado con mucha atención y precaución».

La pandemia del sida

Dejamos para el final un asunto tan delicado como el uso del preservativo y su eficacia en la lucha contra el sida. Aquí, la praxis sanitaria y los dictados morales de Roma transcurren por líneas paralelas.«En este caso -interviene Segura-,el criterio moral es moralmente discutible. La evidencia es que la utilización correcta del preservativo reduce la probabilidad de contagio, y la posición oficial de la Iglesia me parece incluso alejada de los mensajes de amor y caridad evangélicos». Para Nogués,«el valor principal que debe protegrse es claramente el de la vida. El problema moral no procede de la utilización o no del preservativo sino de la trivialidad o la irresponsabilidad de la conducta. Más allá de esta consideración, el problema es higiénico, no ético».