Análisis

Una visita para reforzar a la Iglesia catalana

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JOSEP MARIA CARBONELL
EXPRESIDENTE DEL CAC Y PROFESOR DE BLANQUERNA

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Faltan pocos días para la visita del Santo Padre de la Iglesia católica a Catalunya. La Iglesia católica es una de las pocas instituciones mundiales, quizá la única, que ha pervivido en continuidad durante 2.000 años y que ha influido decisivamente en el ser y saber de una gran parte del mundo y, de manera muy especial, en nuestras sociedades occidentales. El catolicismo ha formado parte de nuestra historia europea dejando una particular huella en aquellos países, como Catalunya, en los que su memoria e identidad se encuentran intrínsecamente vinculados. En efecto, ya en el año 259 se encuentran los primeros signos de presencia cristiana con el acta del obispoFructuós.El mismo nacimiento propiamente de Catalunya está directamente relacionado con el abad Oliva, fundador de Montserrat, y en las homilías de Organyà encontramos los primeros documentos en lengua catalana. Previamente a la Renaixença,Sant Antoni Maria Claret predicaría por toda Catalunya siempre en catalán, editando, también en catalán, centenares de miles de opúsculos. Más tarde, las figuras deVerdaguer, Morgades, Torrasi Bages, Gaudí, Maragall, Riba, Cardó, Vidal i Barraquer, Bonet, Carrasco i Formiguera,entre otras, todos ellos católicos comprometidos con su país, se convertirían en referentes de una catolicidad en y desde Catalunya.

Signo de identidad

La identificación de la Iglesia catalana con su país ha sido uno de los signos de su identidad. Durante el franquismo, la Iglesia se convirtió en uno de los pocos espacios de libertad y su contribución a la cultura catalana fue muy notable. Asimismo, Catalunya tiene unas raíces cristianas que han forjado su ser. Los obispos catalanes lo recordaron hace 25 años con su carta pastoral,Arrels cristianes de Catalunya.Recordemos que en ella los obispos afirmaban: «Damos fe de la realidad nacional de Catalunya, conformada a lo largo de 1.000 años de historia, y también reclamamos para ella la aplicación de la doctrina del magisterio eclesial: los derechos y los valores culturales de las minorías étnicas dentro de un Estado, de los pueblos y de las naciones o nacionalidades deben ser respetados e, incluso, promovidos por los estados (…) La existencia de la nación catalana exige una adecuada estructura jurídico-política que haga viable el ejercicio de estos derechos...»

El próximo domingo,Benedicto XVI consagrará la basílica de la Sagrada Família, el gran templo del catolicismo del siglo XX. Visitará también la obra benéfica del Nen Déu, especializada en la atención a niños discapacitados. El domingo,Benedicto XVIvisitará una Iglesia local, la catalana, y un país, Catalunya. Se ha conocido que durante la celebración litúrgica utilizará el catalán con toda normalidad, acompañado del latín y del castellano. Su visita a Catalunya, la consagración de la basílica, que desde el domingo se convertirá en uno de los grandes iconos del catolicismo en todo el mundo, y el uso normal de nuestra lengua propia son un acontecimiento mayor en la historia de nuestro país.

Una visita que debe reforzar la particular forma de ser y de actuar de la Iglesia catalana. Alejada del catolicismotea-party,obsesionado con el poder. Una Iglesia catalana más identificada con el concepto de minoría creativa deBenedicto XVI, más interesada en la influencia que en el poder. Al servicio de la sociedad, como recordabaJonathan Sacks,gran rabino de la Unión de Congregaciones Hebraicas de la Commonwealth, que, en un reciente artículo enThe Timescon motivo del viaje del Santo Padre a Gran Bretaña, escribía: «El papa Benedicto XVIve el papel de la Iglesia católica como el de 'una minoría creativa'. Para los católicos, esto es relativamente nuevo, pero, para los judíos, ha sido nuestra realidad durante 2000 años». Y sigue: «Este es el mejor lugar de la religión, sin poder, a contracorriente, dispuesta a cuestionar los ídolos de nuestro tiempo, apelando a los mejores ángeles de la naturaleza, apoyando a las familias y a las comunidades, trabajando junto a los demás, independientemente de su fe o de su falta de fe, dignificando nuestro orden social».