SUPERVISIÓN SANITARIA DE UNA ACTIVIDAD DE MASAS
Los cardiólogos aconsejan controles de corazón a todos los que hacen deporte
Quien va al gimnasio tres veces por semana y utiliza la instalación durante unos 50 minutos por día -no se queda en la cafetería, sino que corre en la cinta estática, pedalea en una bicicleta, maneja las máquinas de musculación o nada en la piscina- es un deportista. Ese individuo hace un esfuerzo muscular y activa su corazón hasta los límites que su voluntad decide, un umbral que puede ocultar una lesión cardiaca que sin previo aviso le cause muerte súbita por infarto de miocardio. Sin dejar de reiterar que la práctica de deporte fortalece el corazón y la salud, los cardiólogos catalanes más autorizados en el tema han propuesto a la Direcció General de l'Esport (DGE) que regule legalmente la exigencia de alguna prueba diagnóstica -un electrocardiograma, entre otras- a los ciudadanos que mantengan una pauta de ejercicio físico regular. Incluidos los escolares.
Más de 600.000 personas hacen deporte cada semana en Catalunya,
calcula Josep Brugada, cardiólogo del Hospital Clínic, de Barcelona, impulsor de la iniciativa que intenta incorporar en la futura ley general del deporte el requisito de que los socios de cualquier instalación deportiva certifiquen que su corazón ha superado un mínimo control.
La DGE respalda la propuesta, pero no así la Conselleria de Salut, que encuentra excesivo promulgar una norma que obligue a realizar un electrocardiograma a todos los ciudadanos que hacen ejercicio físico, aunque la prueba se la pague cada uno. «No todas las causas de muerte súbita se detectan en un electrocardiograma, y nadie sabe cuántas personas que han superado esa prueba sufrirán un paro cardiaco súbito», afirma Ricard Tresserras, subdirector de Planificació Sanitària.
COMO EUROPA / El cardiólogo Brugada y los especialistas de la Unitat de Cardiología Esportiva del Clínic (responsables del control cardiaco del
Barça) sostienen que Catalunya, y el resto de España, deberían equipararse a los países del entorno europeo, regulando la actuación médica de las instituciones que acogen a la población que practica ejercicio físico. «El objetivo es que los deportistas, sea cual sea su nivel, pasen una exploración médica que permita minimizar el riesgo de que alguien con una patología cardiaca oculta haga ejercicio de esfuerzo sin estar controlado», describe Brugada. «La escuela americana dice que cada cual haga lo que crea conveniente. La europea propone que lo mínimo es hacer un electrocardiograma y una exploración física. Ahora, aquí todo se hace de forma voluntaria».
ESFUERZO ECONÓMICO / Controlar el corazón de esos 600.000 deportistas -la cifra incluye a los clubs de élite y a los escolares- supondría un «esfuerzo económico común» elevadísimo que no compensarían los resultados, opina el representante de Salut. «En un 99% de esos electrocardiogramas no encontraríamos nada y, además, no creo que se evitaran la mayoría de las muertes súbitas -dice Tresserras-. Salvar una vida no tiene precio, pero no todo en este mundo se puede prevenir. Las cosas tienen un coste y no está claro que analizar el corazón a toda la comunidad deportiva tuviera un claro beneficio». Sumar las pruebas cardiacas a las vacunaciones que ya están indicadas para los niños supondría incrementar la «medicalización» que, insistió Tresserras, empieza a pautar en exceso a la población infantil.
Todo sería menos aparatoso, consideran los cardiólogos. No obstante, depositan en la Generalitat la última decisión sobre el asunto. «El control cardiológico de los deportistas nunca debería ser financiado por la sanidad pública -puntualiza Brugada-. Se podría articular a partir de los 130 centros de medicina del deporte que ya existen en Catalu-nya, aunque sus facultativos, preparados para visitar a personas sanas, deberían recibir formación cardiaca». Porque esa es la clave, añade el especialista. «¿Quién interpreta un electrocardiograma?», se pregunta. «Debería ser alguien con criterio y preparación, pero no podemos pretender que los cardiólogos catalanes se dediquen a analizar a los deportistas». El hecho, resume Brugada, es que en estos momentos una gran parte de la población hace deporte, además de los escolares. «Si no identificamos quién oculta una anomalía cardiaca, de vez en cuando nos encontraremos con un niño que se nos muere jugando al fútbol, o con un adulto que sufre una muerte súbita que nadie había detectado», advierte el cardiólogo.
En la actualidad, cada instalación o club deportivo, incluidos los de alta competición, deciden unilateralmente si al ingreso de un nuevo socio se le solicita algún diagnóstico médico. Muy pocos centros no federados piden un electrocardiograma o una prueba de esfuerzo. Quienes sí lo hacen se dan por satisfechos con que un facultativo de cualquier especialidad certifique la revisión. Entretanto, escuelas e institutos han incorporado la práctica regular de deporte. Y competitiva. «Algo habrá que hacer», coinciden los expertos.
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