La emigración del África negra

El único regularizado

Fabien Didier , con un ejemplar de su libro, en Oujda, la semana pasada.

Fabien Didier , con un ejemplar de su libro, en Oujda, la semana pasada.

B. M.
OUJDA

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Si hay alguien que conoce la vida perra de la clandestinidad en Marruecos, las expulsiones, la persecución, las agresiones, los retornos, las verjas de alambre, el vasto desierto, el racismo, el desánimo, los refugios en bosques, la muerte; si hay alguien que conoce todo esto es Fabien Didier Yene, desde hace dos semanas el primer subsahariano con papeles en Marruecos. Y el único

No es un logro baladí si se tiene en cuenta que los emigrantes irregulares en este país magrebí están condenados a la indigencia de por vida solo por el hecho de ser negros. Además, no existe una política de regularización de los sin papeles. Sin embargo, Fabien ha sentado un precedente. Por vez primera, las autoridades del reino alauí han regularizado a un emigrante clandestino. Pero, como señala él:«Eso no significa que me acepten y me ofrezcan un puesto de trabajo. Lo único que quiere decir, que ya es mucho, es que nunca más seré deportado».

El Gandhi de los clandestinos

A sus 32 años, lo han convertido en el Gandhi de los clandestinos por su mediación en los conflictos entre los subsaharianos y el Estado marroquí, por su incondicional entrega cuando algún compatriota cae enfermo, necesita un paquete de arroz o un buen consejo antes de embarcarse en una patera, pide el retorno voluntario o muere. Fabien vive solo para ellos.«Son mi familia»,dice.«Mis hermanos son mi causa. Colaboro con Cáritas, que necesita a autóctonos para que la comunicación con los africanos sea fluido. He creado además mi propia oenegé, la Asociación de Sensibilización y de Desarrollo de Emigrantes Cameruneses en Marruecos».

Huérfano de padre y madre, y tras largos meses a la sombra de las mafias, a las que pagó más de 1.000 euros, un día abandonó Camerún y cruzó la mitad de África con el propósito de llegar a suelo europeo. Ocho veces saltó la verja de Melilla cuando esta solo subía hasta tres metros. Todas fue atrapado por la Guardia Civil y devuelto a Marruecos.

Por el mar

Cuando la verja se elevó a seis metros y le colocaron alambres de pincho, Didier optó por el mar. Cruzó seis veces a nado hasta Ceuta y la historia se repetía. Era interceptado e inmediatamente expulsado.«Nunca llegué a acceder a los centros de internamiento. Las autoridades españolas me entregaban y las marroquís me expulsaban a tierra de nadie en Argelia, pero luego siempre acababa regresando a Oujda. Una vez y otra y otra».

Hasta que un día, después de ver a unos camaradas morir en el intento de pasar a España y a otros deportados al desierto argelino sin agua ni comida, meditó. La policía marroquí actuaba por vez primera de manera sangrienta, con armas de fuego, y con la crueldad necesaria para abandonar a su suerte en un océano de arena a seres humanos.«Entonces, en el 2005, decidí resistir desde dentro, en Marruecos»,cuenta.

Perder el miedo

Con el libroUn emigrante a los pies del muro ha intentado cicatrizar las heridas que le provocaron la muerte de compañeros de sueño y fatigas durante la crisis en la verja de Melilla en el 2005 y escuchar cientos de historias de hombres que abandonaron país y familia en un viaje hacia lo desconocido.«Le voy a decir una cosa: el problema no somos nosotros. La inmigración tiene otra lectura relacionada con la aceptación. Es necesario tolerar al que es diferente, romper las barreras, dejar de tener miedo al clandestino, que en la mayoría de las ocasiones es un joven preparado que busca labrar su futuro en el extranjero. Le pido a Europa que, por favor, pierda el miedo».