EL RETO DE LA COHESIÓN ENTRE COMUNIDADES

El futuro de los hijos de la inmigración, la clave de la convivencia

FIDEL MASREAL / Barcelona

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hace unos años, las manifestaciones estudiantiles acostumbraban a corear el lema: «¡El hijo del obrero, a la universidad!». Hoy este objetivo parece bastante conseguido y, según los expertos en inmigración y educación, el nuevo grito debería ser: «¡El hijo del inmigrante, a la universidad!». Y es que ante insultos como el «moro de mierda» que recibió recientemente el hijo de 9 años de la escritora Najat el Hachmi, las entidades y los analistas que trabajan al lado de la nueva inmigración consideran que la convivencia en una Catalunya con un 16% de población extranjera depende del futuro que se brinde a los hijos de los extranjeros. Depende, en suma, de si estos nuevos catalanes pueden ir a la universidad o, por el contrario, perciben el racismo, ya sea en forma de insulto o mediante otras barreras.

«En un futuro cercano los hijos de la inmigración irán a la universidad, estoy seguro. La clave es si pese a ello y a ser catalanes a todos los efectos siguen siendo discriminados por su aspecto cuando busquen trabajo o un piso de alquiler», describe Oriol Amorós, responsable de Immigració de la Generalitat.

DISCRIMINACIONES / Los expertos consideran que los insultos abiertamente racistas como el mencionado «moro de mierda» no son generalizados, pero sí constatan la discriminación a la que alude Amorós. Por ejemplo, la Fundació Servei Solidari, que entre otros servicios ofrece ayuda a jóvenes extutelados para buscar piso y salir adelante, se encuentra a diario con que los vecinos no reciben igual a estos jóvenes si son autóctonos o si, en cambio, son de origen magrebí. «No me sorprende lo que le ha pasado a Najat, porque en los pisos asistidos, los vecinos enseguida se ponen a la defensiva y disparan sus miedos al ver a chavales marroquís», explica Joan Prat, de Servei Solidari. Prat avisa: «Nos jugamos la cohesión social».

Una frase que hacen suya varias entidades de apoyo a la inmigración como Ibn Batuta, que añaden que se debe asumir que estos nuevos catalanes «están aquí para quedarse». Por tanto, como describe Jordi Pàmies, experto en educación y emigración magrebí, «las identidades de estos jóvenes serán no excluyentes

-entre su cultura de origen y la que viven aquí-, sino identidades de adición, de suma». Una suma que no es fácil y sí frágil, por lo cual las expresiones de rechazo representan «basar la diferencia en la raza» y una dificultad añadida para estos menores, porque «las identidades siempre se crean en relación al otro», explica Pàmies. Y si ese otro lo que hace es recurrir al insulto, «entonces se da una situación en la que, sin hacer alarmismos, hay que reflexionar seriamente».

Un argumento que respalda con su experiencia Albert Parés, abogado social de la entidad Ficat. «El impacto sobre los jóvenes que son agredidos verbal o físicamente es de tristeza y sorpresa. Les cuesta entender los motivos de este rechazo». Parés llama a no bajar la guardia ante estas expresiones de xenofobia, pese a que defiende el buen trabajo de ámbitos como la escuela para cultivar la convivencia: «Si un niño insulta a otro con expresiones como 'moro de mierda', será porque lo ha escuchado en su casa».

TENDENCIA AL RECHAZO / Pese a que generalizar es siempre sinónimo de simplificar, lo cierto es que indicadores como el último informe anual de SOS Racisme o recientes encuestas como la publicada por EL PERIÓDICO el pasado mes de marzo ponen en evidencia que la inmigración es percibida ya como un fenómeno negativo por la mitad de la población. En el conjunto de España, más de lo mismo: el 47% de los consultados ven la inmigración como algo negativo, según el sondeo del Observatorio del Racismo y la Xenofobia.

Para Oriol Amorós, la vacuna contra estas muestras de rechazo puramente racista depende de que los nuevos catalanes participen activamente en la sociedad de acogida, que esta asuma de una vez que es diversa y que los gobiernos garanticen la igualdad.

Los efectos de un fracaso en esta tarea son cercanos: el extrarradio de París ardió en otoño del 2005 debido a que los hijos de la inmigración se sintieron marginados. Sus salarios eran inferiores a la media, su fracaso escolar era mucho mayor al del resto de estudiantes y malvivían en pisos degradados. El entonces ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, echó leña al fuego diciendo que limpiaría «la escoria» de esos barrios periféricos. No es exactamente como llamarles «moros de mierda», pero se acerca.