La vuelta al cole

La enseñanza pública comienza la fusión de institutos y escuelas

Dos niñas se proveen de material escolar con vistas al inicio del curso, el sábado en una librería de Barcelona.

Dos niñas se proveen de material escolar con vistas al inicio del curso, el sábado en una librería de Barcelona.

JORDI CASABELLA
BARCELONA

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A comienzos de la década de los 90, coincidiendo con la ampliación de la enseñanza obligatoria hasta los 16 años, España adoptó un modelo de organización de los centros públicos que el paso del tiempo ha revelado como discutible, cuando no equivocado: escolarizar a los niños, a partir de los 12 años (24 meses antes que con el anterior sistema), en los institutos, junto con los chicos de hasta 18 años o más que cursan el bachillerato.

Esa mezcla ha venido siendo sido un motivo de preocupación para las familias. La línea divisoria entre la escuela de primaria y el instituto es un territorio hostil por otra razón: la coordinación entre el profesorado de una y otra etapa no funciona las más de las veces como sería de esperar, y no es raro que el estudiante que llega a la ESO sea un desconocido para su nuevo profesorado. En ese contexto, la escuela catalana ha comenzado a desandar el camino y ha abierto la espita a la fusión de centros que escolarizan al alumnado de entre 3 y 18 años. Mañana, con el inicio del curso, abrirán sus puertas 11 institutos-escuela.

La concertada se ha mantenido inmune, bajo diferentes formas, a esa separación, y esa estrategia le ha procurado buenos dividendos. A finales de los 90, cuando se generalizó la implantación de la ESO, el sector público acusó las deserciones de las familias que, llegado el momento de que sus hijos dieran el salto de primaria a secundaria, optaban por la segunda después de haber apostado, durante nueve años, por la primera. Los institutos infundían respeto, e incluso temor.

COMBATIR EL ABANDONO /La ley de educación de Catalunya

(LEC), aprobada hace un año, ha venido a poner remedio a una situación en la que la pública le disputaba el espacio a la concertada en de-sigualdad de condiciones. Uno de los principales ideólogos de la norma, el secretario de Polítiques Educatives de la Generalitat, Francesc Colomé, asegura que con los institutos-escuela es posible combatir mejor «el abandono escolar» y las dificultades de los alumnos de clases socioeconómicas desfavorecidas para mantener el ritmo académico. «Ese modelo permite hacer el seguimiento completo de un alumno y detectar perfiles problemáticos desde muy temprano», afirma. «Desde el punto de vista pedagógico parece muy recomendable», además de «proporcionar seguridad a los padres». Colomé cree que ha llegado el momento de llevar a cabo «una gran operación» que impulse ese tipo de fusiones.

El instituto-escuela Costa i Llobera, con 900 alumnos y 66 enseñantes, es una rara avis. Situado en la ciudad de Barcelona, funciona como tal desde su creación, como centro privado, hace cinco décadas. 22 años atrás ingresó en la red pública, pero ello no le ha impedido seguir escolarizando a niños de primaria y adolescentes de secundaria bajo el paraguas del mismo proyecto educativo, valiéndose de su condición de centro experimental.

PRECURSORES / La directora del centro, Rosa Artigal, subraya «el enriquecimiento que conlleva el trabajo en equipos formados por maestros y profesores. Son profesiones diferentes y es un reto poder trabajar conjuntamente». El modelo nunca ha estado en crisis, asegura Artigal, que presume de contar con un único equipo directivo, un solo claustro, un consejo escolar y una única asociación de padres.

La directora del nuevo instituto-escuela de Castellbisbal (Baix Llobregat), Núria Orte, carece de experiencia en la gestión de ese tipo de centros, pero cree que «evitan la ruptura que puede producirse en la línea educativa, que tiene más coherencia». Habrá que adecuar las formas de trabajo de los profesionales de una y otra etapa, «llegar a acuerdos», admite, una tarea ardua que no matiza su ilusión.