La opinión

Reglar mal es no reglar nada

Una prostituta se calza antes de salir a bailar en un club de Torrefarrera.

Una prostituta se calza antes de salir a bailar en un club de Torrefarrera.

Salvador Giner

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La fijación reglamentaria es propia de países cívicamente inmaduros. Un país cívicamente maduro es claro y, si cabe, drástico, en las necesarias leyes que a menudo son inevitables para que la vida cotidiana fluya con normalidad.Prohibido prohibires un ideal estéticamente atractivo, pero en algunos casos, nocivo para la salud y la paz públicas.

El caso del tabaco en España es muy típico. No solo en Inglaterra y Estados Unidos, sino también en Francia e incluso en la propia Italia, sencillamente no se puede fumar en lugares públicos. La protección al fumador pasivo así lo aconseja. (El otro ya se apañará, sobre todo si colabora en el mantenimiento económico de la sanidad.) En España, no obstante, con una casuística jesuítica digna del siglo XVII, las condiciones por las que un restaurante o un café puede y no puede permitir fumar a sus clientes ha derivado en una situación barroca y absurda, que ahora el Gobierno empieza a pensar que habrá que enmendar, para entrar definitivamente en la civilización moderna europea; eso sí, con el habitual retraso hispánico crónico.

Eufemismo

Ahora quieren revisar el decreto del 2002 para endurecer las normas de los establecimientos donde se ejercen «actividades de naturaleza sexual», según el eufemismo que describe a los burdeles. Nuestros burdeles mejorarán las condiciones higiénicas, contarán con vigilantes adicionales (¿karatecas?) y no sé muy bien si lasmadamesque los rigen deberán tener estudios de FP o de economía avanzada, o si a los empresarios se les subirán los impuestos. Este mismo periódico denunciaba ayer valientemente las trampas, pretextos y simulaciones que tenían que hacer ciertos establecimientos para disfrazarse de bares cuando, en realidad, eranafter hoursdonde el jolgorio podía continuar el día siguiente a la noche pasada en la discoteca.

Quien gobierna desde una perspectiva civilizada -y hoy, naturalmente, progresista- no debe tener ningún miedo a que algunos confundan sus convicciones sobre los derechos de los ciudadanos y la necesaria permisividad y tolerancia con la mano firme que hay que tener en ciertas situaciones. No se entiende, por ejemplo, la prostitución que uno ve a diario por las carreteras. No se entienden los anuncios de señoritas exóticas o domésticas recién llegadas a los 18 años, es decir, a menudo reclutadas violentamente antes, cuando aún eran menores. (O es que los anunciantes tienen a nuestras autoridades por imbéciles?). Y estas cosas no las vamos a entender jamás hasta que los responsables políticos y los legisladores que hemos elegido no actúen con la rotundidad democrática que de ellos esperamos.

Insulto a la inteligencia

La eliminación de situaciones ambiguas es la única solución a esas costumbres que no permiten los reglamentos casuísticos que fomentan las argucias para violar la ley. Si perseguimos la droga como lo estamos haciendo fomentamos no solo la drogadicción, sino el gangsterismo internacional y el tráfico más indecente. Si creemos que reglamos a medias la prostitución, en realidad no la reglamos, sino que la fomentamos. Si permitmosaftersque dicen que no sonafters, pero que sonafters,no solo insultamos nuestra más mínima inteligencia, sino la de miles y miles de jóvenes, supongo que en paro, porque quien va alafterni estudia (no puede) ni trabaja (¡tampoco puede!).

Señores legisladores: no es tan difícil. No sufran que no vamos a tomarlos por el gobernador de Arizona u otros enemigos de la decencia pública. Les apoyaremos. Pero, por favor, tengan el coraje de evitar la turbia tendencia a crear un entramado de excepciones, calificaciones y condicionantes que incluso el más tonto sabrá lidiar. Hablando de torear. Esto, menos mal, lo han hecho bien. Ánimo, pues, representantes del pueblo.