Javier Velasco: "La sonrisa de un niño no tiene precio"

Desde hace 20 años, Javier Velasco recorre las calles de Poble Sec bajo la cáscara de un gigante. Ha sido miembro de asociaciones de padres y vecinos. Ahora colabora con los 'geganters', 'diables y 'castellers'.

El ganador del Premi Sants-Montjuïc lleva 40 años implicado en labores sociales y culturales de su distrito

Gigantes y cabezudos 8 Velasco posa con las figuras del Poble Sec.

Gigantes y cabezudos 8 Velasco posa con las figuras del Poble Sec.

ANNALISA PALUMBO / BARCELONA

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Javier Velasco Quirós (Barcelona, 1946) ha vivido toda su vida en el barrio de Poble Sec. Desde los años 70 está implicado en la vida social del barrio y lleva tres años organizando sus fiestas mayores. El pasado 12 de diciembre recibió el premio Sants-Montjüic 2014.

-Lleva 40 años implicado en actividades sociales.

-Empecé por amor a mis hijas. Entré en la asociación de madres y padres de alumnos del colegio donde mi mujer trabajaba y mis hijas estudiaban, y me gustó.

- Y pasó a colaborar con asociaciones de vecinos y comerciantes.

-Sí, en un principio con la junta directiva de la Associació de Veïns i Comerciants del carrer Poeta Cabanyes, y luego en la Associació de Comerciants del Poble Sec. Pero mi real pasión han sido los geganters.

-¿Cómo surgió este amor?

-Fue por mi hija Cristina. Ella empezó antes que yo. Cuando tenía unos 18 años, llegó a casa diciendo que los gigantes no podían desfilar porque a uno se le había roto una pata. Le dije que  yo la arreglaría y desde el momento en que toqué aquel muñeco enorme no me he vuelto a separar.

-Y ella tampoco.

-¡Qué va! Ella sigue ahí, como su hermano y su hermana. Una de mis otras hijas, Elena, ha llegado a ser la Mare dels Gegants.

-Una afición familiar.

-Sí, menos una hija, los demás se han enamorado de los gigantes. Y parece que los nietos van por el mismo camino. Es algo que engancha.

-¿Por qué?

-Bueno, en mi caso es por las sonrisas de los niños. Desfilar con los gigantes y ver a un niño que sonríe no tiene precio, te compensa todo. Es extraordinario.

-Su entusiasmo, después de 20 años con los gigantes, también lo es.

-La verdad es que me lo paso genial. Ahora mismo colaboro con los Diables, con los Castellers y con la Coordinadora d'Entitats de Poble Sec. También llevo tres años organizando las fiestas mayores del barrio. Vamos, que me meto en todos los líos.

-Y esto le ha valido para ganar uno de los premios de Sants-Montjüic.

-Nunca pensé recibir ningún premio. Cuando haces las cosas con pasión no buscas recibir algo a cambio. Aunque yo siempre digo que la palmadita en la espalda de vez en cuando viene bien.

-Y a usted, ¿qué tal le ha venido?

-Bueno, ahora hablo con más gente, aunque desde que empecé a implicarme en la vida social del barrio nunca he pasado desapercibido.

-¿Las cosas han cambiado mucho en 40 años?

-Sí, como también ha cambiado el barrio. Aquí hay gente de toda la vida, como yo, pero también tenemos ciclos. Hace años el barrio estaba lleno de locutorios, y ahora hay un montón de bares. Lo mismo ocurre con las asociaciones. Hay 150 por 40.000 habitantes. Algunas sobreviven, otras se reciclan, otras mueren. Y también está el asunto de los jóvenes.

-¿Qué asunto?

-Parece que tienen dificultad en sumarse a una asociación o un colectivo que ya existe. Prefieren montar algo nuevo, diferenciarse.

-¿Y eso qué tiene de malo?

-Que pasan por alto la experiencia y vuelven a llevarse los palos que nosotros nos llevamos hace años, cuando ellos podrían sencillamente escuchar los consejos de los veteranos.

-¿Qué es lo que nunca cambiaría de su barrio?

-La forma de las calles, tan estrechas comparadas con las del Eixample. Son perfectas para socializar, para hacer realmente vida de barrio.