El distrito más cooperativo
Sants-Montjüic, con más de 30 iniciativas basadas en la solidaridad y la ayuda mutua, encabeza el resurgir de la llamada economía popular. La tradición en esta materia se remonta al siglo XIX
El cooperativismo atraviesa una segunda juventud y tiene su epicentro en el distrito de Sants-Montjuïc. El terreno está abonado desde mediados del siglo XIX, cuando el antiguo municipio de Sants se erigió en uno de los motores de la revolución industrial. En 1910, en Sants, Hostafrancs y la Bordeta había 50 fábricas con unos 14.000 trabajadores. Las primeras cooperativas nacieron en estos barrios obreros para satisfacer las necesidades del proletariado, desde la autogestión y bajo unos principios éticos y solidarios.
Algo, bastante, queda de todo eso. El mejor ejemplo está en el edificio de la antigua Societat Cooperativa Col·lectiva L'Empar Obrer, fundada en 1905. Su último local, un majestuoso bloque de tres pisos situado en el número 15 de la calle de Premià, acoge hoy cinco cooperativas de tipología muy diversa y federaciones regionales. Así, comparten espacio y principios el centro formativo Aposta, la editorial Sàpiens Publicacions, la cooperativa de servicios financieros Coop 57, la cooperativa agrícola de integración social L'Olivera y el grupo de empresas Grup Clade.
ALTA DENSIDAD
A medio kilómetro a la redonda de L'Empar Obrer, otra treintena de colectivos completan una basta red de espacios de sociabilidad y ayuda mutua. «La crisis ha servido para cambiar la mirada de mucha gente, y han surgido proyectos de todo tipo. Cooperativas de trabajo, bancos del tiempo, huertos urbanos... Todas estas iniciativas tienen en común una manera colectiva de resolver las necesidades, con la persona como elemento central, por encima del capital», cuenta Ivan Miró, sociólogo y coautor junto a Marc Dalmau del libro Les cooperatives obreres de Sants (1870-1939), publicado en el 2010 por la cooperativa La Ciutat Invisible (Riego, 35).
El libro recoge las instituciones de la economía popular durante su época de esplendor, a principios de los años 30. «En el 1935 Sants contaba con cinco cooperativas obreras de consumo: La Lleialtat Santsenca, la Model del Segle XX, L'Empar Obrer, La Nova Obrera y La Flor de Maig», enumera Miró, cuyo objetivo es la «vinculación emocional» de los vecinos con su pasado. «Queremos generar debate sobre la economía sin adoctrinar», puntualiza Miró.
La economía solidaria, alejada de las lógicas del capitalismo, va más allá de la cesta con productos de la tierra. La Col (Ciceró, 5), por ejemplo, es una cooperativa de jóvenes arquitectos. «Nosotros entendemos la arquitectura como una herramienta de transformación social. Por eso estamos en unos bajos: para estar en la calle, en contacto con la gente», cuenta Lluc Hernàndez, uno de los arquitectos del colectivo, conocido en el barrio por organizar el proceso participativo de Can Batlló.
PRÉSTAMOS MÁS JUSTOS
La Col es socia de Coop57, una cooperativa de servicios que destina sus recursos a dar préstamos a proyectos de economía social que generen ocupación y promuevan la solidaridad. «Básicamente, financiamos muchas fundaciones y empresas de inserción. El interés de los préstamos lo definimos cada año y es fijo, para todos igual. Huimos de las lógicas bancarias», cuenta Xavi Tells, su responsable de comunicación. Coop57 financia 600 proyectos con los recursos aportados por unos 3.000 socios. Desde el inicio de la crisis, en el 2008, han prestado un total de 35 millones de euros.
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