UN JUEGO TRADICIONAL AL AIRE LIBRE

Aficionados a la tanguilla lanzan discos en la plaza de Eduard Torroja

Un club juega cada día a la tanguilla, deporte castellano, en una plaza de Sant Martí. Unos 30 jubilados quieren captar a los jóvenes.

El campo de tanguilla en la Plaza Eduard Torroja.

El campo de tanguilla en la Plaza Eduard Torroja.

ANNALISA PALUMBO / BARCELONA

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Discos de hierro silban en el aire fresco de la plaza de Eduard Torroja, en el barrio de Sant Martí de Provençals. Allí, en el único campo cerrado de tanguilla de la ciudad, el Club Tanguilla Sant Martí de Provençals se entrena todos los días desde hace tres años.

"El juego viene de Castilla y León -explica el presidente del club, Rafael Serrano- como la mayoría de nuestros jugadores". Cada día, de 11.30 a 13.30 horas, unas treinta personas se reunen en este cuadrado de arena batida, a la sombra de un sauce. Unos colocan en el suelo un palo de madera de unos 15 centímetros, la tanguilla, con una moneda encima. Al otro lado del campo, otros están listos para lanzar los tejos, unos discos de hierro. Se trata de hacer caer la tanguilla y ver si el tejo se ha acercado más a la madera o a la moneda. En el primer caso, solo se obtiene un punto, en el segundo, dos. "Gana el equipo que llega antes a los 50 puntos", aclara Serrano.

En el 2011, este grupo de aficionados se federó en un club y el Ayuntamiento construyó para ellos un campo protegido por rejas, para que la gente no se acerque demasiado. "Recuerdo que teníamos que rellenar los papeles en catalán, y aquí casi nadie lo habla y menos lo escribe. Le pedimos ayuda al presidente de una asociación de vecinos", recuerda Serrano, un andaluz de 65 años que se enganchó a la tanguilla en Catalunya. "Aquí hace años se jugaba algo parecido, pero en vez de monedas de hierro, encima de la tanguilla se ponía dinero de verdad. Unas pesetas que se llevaba quien se acercaba más con el tejo", recuerda, aclarando que la tanguilla auténtica empezó a conocerse en Catalunya a mediados de los años 70.

Se buscan jugadores

Los más de 30 jugadores del club, todos hombres y jubilados, quieren que más gente se aficione a este juego. "Para nosotros esto es un momento de encuentro cotidiano, es una forma de pasar el rato ahora que somos jubilados, pero también significa mantener viva una tradición", afirma Guillermo Izquierdo, el secretario del Club.  Y el presidente Serrano le sigue la corriente: "Tenemos que poner un cartel en la reja, diciendo que buscamos a gente que se apunte a esto", añade sonriendo, con el mismo buen humor que domina en todo el campo, done relucen sonrisas y vuelan discos.

Emilio Macías, de Salamanca lleva 50 años en Catalunya. "Ellos me enseñaron a jugar -afirma refiriéndose a los compañeros del club -porque en mi pueblo solo se jugaba con piedras".

Desde que ha entrado en el club, del que es tesorero, no falta a ningún entrenamiento. "Salgo de casa a las 11 y vuelvo a las 14. Son casi tres horas en las que no paro", sigue Macías, que enumera las ventajas de jugar a la tanguilla casi como si fuera una terapia. "Hacemos ejercicio físico sin darnos cuentas, no nos sentamos durante tres horas, y además charlamos de todo entre nosotros", relata orgulloso.

Y desde luego, en este campo se aprovecha el tiempo. Mientras unos lanzan los tejos, otros marcan los puntos y otros miden con el metro a que distancia de la tanguilla se ha quedado el disco. Todo sea por no dejar de jugar.