"La mitad de la casa era el obrador del chocolate Sitjà"

Las verbenas en el barrio, sobre los adoquines que algunas calles de esta ciudad han sabido recuperar, forman parte de la dulce infancia de Montse Puga en su Sant Andreu de toda la vida. «Quienes hemos nacido y vivido siempre en Sant Andreu decimos mucho esta expresión, porque nos gusta: Soy de Sant Andreu de toda la vida», puntualiza la actriz que da voz al miembro de los Piratas del Sombrero de Paja, Nico Robin. personaje de la televisiva serie One Piece (Boing).

Si dulce fue su infancia, aún lo fueron más sus orígenes. En el mismo lugar donde ella reside actualmente, aunque en una estructura transformada arquitectónicamente, sus abuelos maternos fabricaban chocolate y vino dulce. «La mitad de la casa era el obrador del chocolate Sitjà y donde también hacían el vino», explica la nieta. «La vivienda, una casa de pueblo a la que se entraba desde la calle del Doctor Santponç, tenía un gran patio interior, en el que mis dos hermanos y yo jugábamos con nuestros cinco primos», rememora. «Además del obrador, en casa también había habido una tienda de comestibles, por eso conocíamos y nos conocía tanta gente en el barrio», añade Puga.

La excursión a Barcelona

Las interminables horas de juego en el patio de aquella gran casa familiar - «lo convertíamos en un enorme barco», dice- alternaban con las jornadas en el esplai de Sant Pacià. «También íbamos a ver teatro. Mi abuelo paterno dirigía en el teatro Els Lluïsos de Sant Pacià, donde mi padre tocaba el piano y mi madre también hacía teatro», cuenta la actriz. Juego, esplai y teatro condensaban la vida de Montse Puga en Sant Andreu. «La primera vez que fui a Barcelona, recuerdo que pedí permiso para poder ir y lo que hice fue subirme al trole, el único autobús que entonces había de Sant Andreu a la plaza de Catalunya», declara. «Cuando llegué allí, salí, fui a mirar El Corte Inglés y volví. Se me hizo todo muy grande», recuerda la vecina de Sant Andreu.

«En familia, íbamos a la playa de la Barceloneta, a subir a las golondrinas, a pasear por las Ramblas y entrábamos a merendar a las granjas de la calle de Petritxol», explica.

El resto del tiempo, su vida transcurría entre pastorets, zarzuelas y ensayos de teatro, de sus familiares o  de ella misma. Rodeada de tal cantera de actores, no era muy difícil que le entrara el gusanillo del espectáculo. «Había y hay todavía una gran cantidad de entidades y teatros que promueven este arte, como La Lira, el Ateneu, Els Lluïsos, el Casal, los Catalanistes, los Padres, el Centre Cívic, o el Sant Andreu Teatre (SAT), el único teatro municipal del distrito, y de esta ciudad», señala la actual gestora del Sant Andreu Teatre. «En la muestra de teatro amateur del SAT (de enero a marzo) seguimos comprobando que en Sant Andreu, la afición teatral es todavía muy grande», añade la actriz.

Montse Puga era Vicenta Cardona, la peluquera en El cor de la ciutat (TV3), personaje que interpretó ya embarazada de su hijo Mizar, el niño que lleva «el nombre de una de las dos inseparables estrellas que dibujan en el universo la cola de la Osa Mayor», explica la actriz. El nacimiento de Mizar propició un cambio en la trama de la serie de Televisió de Catalunya, y en la vida de Montse Puga. «Fue cuando me acerqué al SAT, que tengo al lado de casa, para ofrecerme como aprendiz en la gestión teatral, y, desde el 2003, ya no me he movido», cuenta.

El juego del picaporte

Desde el 2008, la productora de Puga, N54 Produccions, es la encargada de la gestión del Sant Andreu Teatre. Un espectáculo de títeres en el que la actriz da voz y movimiento a El petit príncep es la primera producción del SAT, que desde el pasado noviembre está de gira. Puga, que hizo La Ronda dirigida por Mario Gas y Antaviana con Dagoll Dagom, también ha doblado a actrices como Bridget Fonda, Emma Thompson o Jacqueline Bisset.

Como sucedía en su infancia, en que toda su vida se movía prácticamente sin salir de Sant Andreu, ahora también tiene vida familiar y trabajo en el barrio. En sus callejuelas de casas centenarias, hay una curiosa afición que comparte con su hijo. «Jugamos a ver quién encuentra más picaportes de aquellos que servían para llamar a las puertas cuando no había timbres. Muchas casas de Sant Andreu los conservan aún, y nosotros nos divertimos encontrándolos», cuenta Puga.

Solo hay algo que esta vecina lamenta de su barrio: «Que no recupere el cine en su rambla y que Can Fabra no ceda un espacio a los escoltes de Jaume I que van al cau», dice. Son sus pequeñas reivindicaciones para ese Sant Andreu que lleva con ella a todas partes.