Manualidades caseras
Personas de 6 a 82 años aprenden manualidades en un local que simula el salón de una vivienda pero sin reloj Entretener y facilitar las relaciones, los principales objetivos del taller
Marga está concentrada tejiendo una bufanda mientras charla con Marta, que a su vez ultima los detalles de una pieza en la que lleva días trabajando. Ambas comparten mesa con otras compañeras. A su alrededor, cientos de madejas de distintos colores, textura y grosor se mezclan con creaciones hechas a mano en un cálido salón con mobiliario vintage y una decoración muy cuidada. No hay ningún reloj colgado en la pared para que la gente se olvide del tiempo y se libere del estrés.
Marga Becerra y Marta Paredes forman parte de un taller de ganchillo que se organiza en El arte de hacer (Ramon Batlle, 17). "Vengo aquí desde que se inauguró, hace dos años. Cuando llegué, partía de cero y ahora domino bastante", explica Becerra. "Además de ser muy entretenido, haces amistad con gente muy distinta y acaba siendo como una familia. Son unas manualidades muy terapéuticas", expone su compañera Paredes.
Mucha gente sale poco
Detrás de ellas hay otra mesa con láminas con dibujos de varios diseños creados con la ayuda de Teresa Boada, profesora de patronaje. "La gente que viene no suele tener nociones de patronaje y se apunta para hacer prendas de ropa con su propio estilo", destaca Boada.
Este agradable salón multiusos es el proyecto de Mercedes Sánchez, quien se pasa todo el día allí y, además de impartir muchas clases, está totalmente integrada con sus alumnas. "La idea de crear El arte de hacer (www.elartedehacer.com) surgió porque me di cuenta de que había mucha gente que no salía mucho de casa por alguna enfermedad. Decidí crear un lugar cálido donde pudieran encontrarse con otras personas, relajarse mientras hacían actividades y sentirse como en casa", desvela Sánchez.
La idea cuajó enseguida y desde septiembre del 2012 personas de distintas edades y necesidades acuden a uno o varios de los numerosos talleres (ganchillo, patronaje, costura, patchwork, restauración e incluso refuerzo escolar y conversación en inglés). "Ahora esto es un club, un punto de encuentro en el que se citan desde niños de 6 años hasta una mujer de 82", concreta Sánchez.
Sus conocimientos en costura y manualidades y su agradable salón han llevado a Sánchez a colaborar con el proyecto Micky, iniciativa solidaria con mujeres afectadas por un cáncer de mama. «Organicé una exitosa jornada de 12 horas en la que confeccionamos 80 almohadas terapéuticas para pacientes operadas de cáncer de mama», cuenta. Ahora, en su taller hacen gorritos para niños que han perdido el pelo en un tratamiento oncológico.
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