"Voy al gimnasio cada día y no pienso en el mañana"

Antonio Moreno, de 71 años, superó un episodio coronario y ahora realiza rehabilitación en el Hospital del Mar

corazon antonio moreno

corazon antonio moreno / JORDI COTRINA

ÀNGELS GALLARDO / BARCELONA

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Dejar el tabaco, tener que adelgazar -es decir, no poder degustar las hermosas tortillas de tres huevos con patata y cebolla que frecuentaba para cenar- y el pánico que le causaba tanto la idea de no reiniciar las relaciones sexuales con su señora, como el hecho de tener ese encuentro sexual, fueron los hitos más doloroso a que se enfrentó Manuel G., de 69 años, el día que salió del Hospital de Bellvitge con el alta médica. Había sufrido un infarto, superado sin apenas pérdida de músculo miocardio, pero los cardiólogos le advirtieron de que debía perder “bastantes” kilos y acostumbrarse a hacer ejercicio físico. A Manuel le daba miedo intentar cualquier esfuerzo, aunque fuera subir una escalera, y los médicos le proponían comprarse un chándal e ir al gimnasio.

“Una de nuestras misiones es devolverles la confianza en sí mismos, que recuperen su vida normal y dejen de pensar en ‘el día del infarto’ que recuerdan, con terror, como una cosa puntual, aunque suele ser el final de un proceso de años”, explica Sonia Ruiz Bustillo, cardióloga del Hospital del Mar. “Hemos de tranquilizarles, para que no sientan ansiedad, miedo o depresión –coincide José González Costelo, del Hospital de Bellvitge-. A veces, algunos hombres han de cambiar su papel a la hora de practicar sexo: les sugerimos que, si hasta ahora ellos eran la parte activa de la pareja, dejen de serlo. Que se dejen llevar”.

COMERSE LA OLLA

El carácter animoso de Antonio Moreno Navarro, de 71 años, le está ayudando muchísimo a mantener la serenidad en estos meses de reincorporación a la vida cotidiana, tras el infarto de miocardio que le sorprendió el pasado 22 de enero. “No pienso en mañana. Vivo al día. Si me tiene que pasar algo, me pasará. Si estuviera todo el día comiéndome la olla con lo del infarto mi mujer ya estaría loca perdida. Y no”, explica Antonio, que acude todas las mañanas, con buen humor, al gimnasio adscrito al Hospital del Mar donde cumple con sus práctica física de rehabilitación coronaria.

Era conductor de autobuses en la línea de Horta, en Barcelona, hasta que se jubiló. Desde entonces, todos los viernes iba, y va, con su mujer, a la casita con huerto que tienen en las inmediaciones de Cardedéu. “Aquel día, al entrar en la autopista sentí un dolor fuerte en el pecho, que se iba y volvía, cada vez más frecuente, y me bajaba por el brazo derecho –recuerda Antonio-. Como no era el izquierdo, que dicen que es el malo, no le di importancia". Al llegar a Cardedéu, le dijo a su mujer que aquél dolor era demasiado. En el Hospital de Granollers le diagnosticaron un “principio” de infarto. Tras cuatro días en el Hospital de Sant Pau y uno más en el del Mar, Antonio recibió el alta médica. Entonces le propusieron participar en la rehabilitación física.

“Voy cada día: hago bicicleta, pesas y flexiones –relata-. Después, ando casi dos horas, por aquí y por allá. Siempre jugué al fútbol y nunca he fumado”. Aún así, sus arterias enfermaron.