Solo cuatro hospitales catalanes tienen unidad de rehabilitación tras el infarto

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bellvitge / ELISENDA PONS

ÀNGELS GALLARDO / BARCELONA

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Cinco bicicletas estáticas del gimnasio del Hospital de Bellvitge, área destinada a la recuperación de todo tipo de funciones óseas, están reservadas desde el 2008 al programa de rehabilitación cardiaca. Utilizados en turnos de mañana y tarde, esos escasos aparatos de ejercicio cardiovascular permiten iniciar en una actividad física controlada pero intensa a una veintena de pacientes cada tres meses, unos individuos que cinco semanas antes de vestir el chándal deportivo han sufrido un infarto de miocardio, ingresaron con el dolor insoportable de una angina de pecho causado por un trombo que les taponaba una arteria, o fueron intervenidos por alguno de esos episodios tras superar la lista de espera. Esa dotación de material gimnástico es “claramente insuficiente” para un centro de la envergadura del de Bellvitge, que cubre la demanda sanitaria de la población del Baix Llobregat, repite el cardiólogo José González Costelo, responsable del programa de rehabilitación cardiaca del centro, referencia asistencial para más de 300.000 personas.

Bellvitge es, no obstante, junto con el Hospital Germans Trias i Pujol, (Can Ruti), de Badalona (primer gran centro sanitario catalán que impulsó esta inciativa), el único hospital del Institut Català de la Salut (ICS) que dispone de programa de rehabilitación física práctica para pacientes coronarios. Solo ellos han creado un espacio deportivo en el hospital donde durante varios meses ofrecen esa asistencia, puramente preventiva de nuevas crisis cardíacas, a sus pacientes. Fuera del ICS, solo otros dos hospitales catalanes han dado a la rehabilitación de los pacientes coronarios la importancia que, según múltiples estudios científicos, merece. Se trata del Hospital del Mar, que no tiene gimnasio pero desde el 2008 contrata uno, con sus bicicletas y salas de pesas, en el polideportivo Marítim, situado pared con pared con el centro sanitario, y el de Santa Caterina, de Girona.

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El tratamiento rehabilitador que consigue ofrecer Bellvitge apenas alcanza al 5% de los pacientes que sufren un síndrome coronario agudo y tienen a este centro como hospital de referencia, lamenta González Costelo, que reitera su mensaje central: “Si tuviéramos más bicicletas, incluiríamos a muchos más pacientes coronarios en este programa: todos lo necesitan”. El plan consta de ejercicio en la bicicleta estática con esfuerzo creciente, pesas moderadas y estiramientos. Siempre supervisados por cardiólogos. También se les enseña como levantar pesos domésticos -una garrafa de agua o una sartén- sin dañar la espalda ni forzar el corazón, se les ofrece la información dietética imprescindibles -nada de fritos, poca grasa animal...-, métodos para que abandonen el tabaco si fumaban, datos para reiniciar una actividad sexual tan temida como esperada, y control de la ansiedad o el miedo a un paro cardiaco, temor consustancial en ese periodo, pero que conviene evitar.

MENOS REPETICIÓN DE EPISODIOS

“En nuestro hospital hemos estudiado la evolución de los enfermos que han sufrido infarto de miocardio o la angina de pecho, y hemos constatado algo ya demostrado en otras investigaciones europeas –afirma la cardióloga Sonia Ruiz Bustillo, que impulsa y dirige la rehabilitación coronaria en el Mar-. Un 27% de los pacientes que habían rehusado nuestro programa de iniciación física tras sufrir la crisis sufrieron un segundo episodio corinario en los primeros 12 meses tras recibir el alta. Esa repetición solo afectó, sin embargo, al 10% de quienes habían acudido al gimnasio y mantenían el ejercicio físico”. Hasta un 50% de los enfermos coronarios atendidos en el Mar no aceptan la rehabilitación física que se les ofrece, gratuita.  

Algunos estudios sitúan en hasta un 30% la reducción de la mortalidad tras sufrir un infarto en quienes siguen un programa de entrenamiento físico, inicialmente supervisado en el gimnasio del hospital y mantenido posteriormente.

En el resto de grandes hospitales de Catalunya, el capítulo de la incorporación del ejercicio físico tras sufrir un síndrome isquémico se cubre con una conversación, en la que el cardiólogo trata de convencer al paciente de que sería importante que se apuntara a un gimnasio o empezara a caminar a diario y con brío, a poder ser cuesta arriba, durante una horita. “En la práctica, eso sirve de muy poco –advierte Ruiz Bustillo-. Los pacientes cardiacos son personas mayoritariamente sedentarias, a las que solo consigues iniciar en el ejercicio si logras que vengan al gimnasio durante un mes, como mínimo, cada día con su chándal, y les enseñas a mover el cuerpo hasta unos límites que no sabían que pueden alcanzar”.

TEMA OLVIDADO EN ESPAÑA

El tema de la rehabilitación tras un episodio coronario arrastra una desatención histórica en España –solo 27 hospitales españoles la ofrecen en estos momentos-, una laguna asistencial que contrasta con la ingente inversión en tecnología que las autoridades sanitarias destinan a las cardiopatías, y con la notable preparación de cardiólogos y cirujanos cardiacos.

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