Enferma alcohólica: "Beber es tan barato..."

Irene, de 49 años, ha sufrido dependencia alcohólica y a ansiolíticos antes de tomar la decisión de permanecer abstinente

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icoy36395773 irene alcoholismo161125164419 / FERRAN SENDRA

ÀNGELS GALLARDO / BARCELONA

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Desde abril no bebe. "Mi problema ahora son las 'benzos' [alude a las benzodiacepinas, fármaco de venta en farmacia, con receta], el ansiolítico que últimamente ha tomado de forma excesiva, un punto de apoyo tan destructivo como el alcohol. Capta cuando se acercan sus crisis, y el viernes 18 de noviembre identificó que estaba ante una de ellas. Se acercó al servicio de urgencias del Hospital Clínic y advirtió al médico de admisiones que estaba dispuesta a tomar cuantas píldoras fuera necesario. "Quería dormir y no despertar". Durmió en el hospital, un ámbito que conoce y en el que se siente protegida. Mantiene su decisión de no volver a probar el alcohol. Se siente frágil.

Irene (no es su nombre), de 49 años, reúne los elementos imprescindibles para sentirse viva, apreciable, útil y querida, pero no percibe nada de eso, sino todo lo contrario. "No estoy a la altura. Debería ser la mejor. Mis pensamientos me obsesionan. Querría desconectar. Dormir", susurra en un pasillo del Clínic, frente a la sala donde recibe terapia diurna.

Tiene un trabajo estable como administrativa en la Ciutat de la Justícia de Barcelona -está de baja laboral desde mayo-, es atractiva, tiene un hijo de 11 años que confía en ella y, a pesar del desgaste neurológico que sin duda le han propinado casi 20 años de consumo excesivo de alcohol -“lo mío es el vino blanco”-, muestra una notable capacidad intelectual y expresa con enorme humildad pero gran conocimiento de causa las peculiaridades de su problema con la vida, con el alcohol y las 'benzos'. Incluso enumera las condiciones para de salir del laberinto.

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 “La teoría me la sé desde hace bastante tiempo. Me cuesta aplicarla”, dice con modestia. “He de quererme a mí misma. Valorarme. Reducir expectativas. Vivir al día. No pensar en el futuro y buscar algo que me agarre a la vida, algo incondicional, para no caer en el vacío”. Ese es su punto en estos momentos. Advertida por ella misma de que no debe recaer. Experta en todos los trucos del inconsciente que en otros momentos la han devuelto hasta la barra de un bar.

UN MUNDO DE DESCONTROL

Empezó a beber a los 18 años, tras pasar la infancia viendo cómo su padre se hundía en el alcoholismo. “No me gustaba mi vida. Escapaba así”. A los 25 conoció a un hombre que acabó siendo su marido. Bebían los dos. “Nos potenciábamos, pero el problema grave lo tenía yo -recuerda-. Yo montaba el número, me desinhibía, gritaba o le pegaba. Después, nos pegábamos mutuamente". Él siempre estaba más lúcido y llamaba a sus hermanos. "Vivíamos en un mundo de descontrol”, asegura. Cerveza, mucho vino blanco, algún cubata. Poco después, llegó la mezcla con las pastillas y las visitas a las urgencias del Clínic.

Antes de quedar embarazada, decidió cortar con el alcohol. Lo consiguió durante 12 años consecutivos, incluido el periodo de gestación de su hijo, un aspecto que destaca con lógico orgullo. “Antes de separarme de mi marido, entre el 2013 y el 2015 volví a beber”, dice, recordando con todo detalle la curva que seguía en cada episodio de intoxicación. “No podía pensar, no podía decidir, sentía mucho dolor. No podía más". "El alcohol me quitaba eso. Me aliviaba en un momento puntual. Al día siguiente -prosigue-, aún me sentía más culpable. El precio personal era muy alto. El castigo que te das es tremendo”. No vale la pena, se repite.

Recaer con el alcohol es ¡tan fácil!, advierte. “Lo venden en el súper. Beber es tan barato… El alcohol es lo más sencillo de encontrar.

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Además, está bien visto sentarte en la barra de un bar y tomar una copita. Hasta tiene su glamur. En las películas toman vino mientras están preparando la cena”. Cuando decides no probar más alcohol, asegura, has de tener muy clara tu determinación. “Si sales en grupo, la gente te interroga: ‘¿Es que no te vas a tomar ni una copita de cava para brindar?’, ‘venga, que el agua da mala suerte’, y cosas así”.

LO QUE SEA PARA CONSEGUIRLO

Irene no tiene claro que aumentar el precio del alcohol disuada a los bebedores que sufren dependencia. “Cuando ya tienes la adicción, haces lo que sea para conseguirlo. No sé qué pasará si se encarece”.

Junto a Irene, media docena de hombres y mujeres notablemente deteriorados permanecen atentos a los consejos de la sanitaria que orienta su terapia. Aluden al regreso a "la calle" como quien deberá reinsertarse en el frente de guerra. "Antes de volver a trabajar he de encontrar algo que llene mi vida”. Algo a que agarrarse, repite. No quiere que su hijo la imite en la adicción, algo que, conscientes o no, sí hicieron ella y su hermano -enfermo de alcoholismo- reflejando el espejo de su padre. El niño desconoce su problema con el alcohol, asegura. "Siempre bebía cuando él estaba durmiendo". Sí que le ha explicado que ha tomado demasiadas pastillas porque no se sentía bien con la vida.