La depresión infantil y juvenil se agazapa bajo otros males

El 10% de los menores atendidos en centros de salud mental catalanes presentan síntomas de trastornos depresivos. Problemas de aprendizaje sin un buen diagnóstico y tratamiento son un factor de riesgo en el estado anímico de niños y adolescentes

Depresión

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CARME
ESCALES

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El pasado año, 58.570 niños y adolescentes de Catalunya, el 4,1% de la población menor de edad, fueron visitados en algún centro de salud mental infantil y juvenil (CSMIJ), el 19% más que cinco años antes, según la Conselleria de Salut. En torno al 10% de los diagnósticos realizados recogieron alguna sintomatología de depresión. «Entendemos por depresión tanto los trastornos depresivos por causas endógenas, de origen genético, como la provocada por factores externos que desencadenan un trastorno adaptativo», detalla la presidenta de la Societat Catalana de Psiquiatria Infanto-Juvenil, Montserrat Pàmias.

«La presentación clínica de la depresión puede variar en preescolares, prepúberes y adolescentes, pero no se consideran, por ello, tipos diferentes de depresión», afirma Francisco Villar, psicólogo clínico del Servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Materno-Infantil Sant Joan de Déu. Desde el mismo centro hospitalario, la psiquiatra responsable de la Unidad de Trastornos Afectivos y Conducta Suicida, María Dolores Picouto, explica que «los preescolares no tienen capacidad cognitiva para elaborar y transmitir sentimientos complejos como la tristeza o la desesperanza, por lo que los síntomas que suelen predominar son la irritabilidad, el llanto frecuente y la ansiedad, concretamente la provocada por la separación de las figuras parentales», apunta. «También se observan síntomas de tipo biológico, como falta de apetito y disminución de la ingesta», añade la doctora.

BAJO RENDIMIENTO ESCOLAR / «Aburrimiento y disminución de la capacidad de concentración y del rendimiento escolar son síntomas de depresión en los escolares prepúberes», señala Picouto. «La depresión del adolescente se parece más a la depresión en el adulto, pero con algunos matices. No es infrecuente que el adolescente no se muestre triste sino aburrido o irritable y que haya perdido el interés por su aseo y autocuidado y por la realización de actividades placenteras y sociales. A menudo presentan un comportamiento difícil, que provoca mucho malestar en la familia y en el colegio. También puede sentir que no es aceptado, aislarse y experimentar una disminución del rendimiento académico, acompañada muchas veces de rechazo escolar», puntualiza el psicólogo Francisco Villar.

«Y un número significativo de adolescentes tienen también una ideación suicida, cuyos síntomas, en algunos casos, se complican y se perpetúan por el consumo de tóxicos como alcohol y otras drogas», precisan los especialistas del Hospital Sant Joan de Déu.

«No es fácil diagnosticar la depresión en la infancia y la adolescencia, puesto que la sintomatología no se acostumbra a presentar con nitidez. La irritabilidad, por ejemplo, es una manifestación sintomática de un cuadro depresivo, pero también puede deberse a los cambios hormonales propios de la adolescencia», declara Jon Izaguirre, coordinador del CSMIJ y el hospital de día para adolescentes de Sant Joan de Déu en Mollet del Vallès.

Cefaleas, incontinencia urinaria y dificultad para conciliar el sueño son algunas de las formas en las que muchos menores somatizan su malestar interior. «Un trastorno de aprendizaje no bien diagnosticado y tratado es un factor de riesgo de depresión», asegura la doctora Montserrat Pàmias, responsable del Àrea Infanto-Juvenil del Centre Salut Mental del Hospital Parc Taulí de Sabadell. En este centro del Vallès Occidental, «entre el 7% y el 15% de las visitas son por trastornos depresivos y por trastornos adaptativos depresivos», dice Pàmias.

En muchos de los casos, los menores llegan a la consulta del especialista porque han causado problemas en casa o en clase. «Algunos presentan un cuadro agresivo, abusan de sustancias para autoevadirse y escapar de una situación que no les gusta. Sus padres los traen a la consulta porque provocan conflicto», dice Izaguirre.

En casos de depresión leve o moderada, el tratamiento de los niños se hace con «psicoterapia cognitiva-conductual, en la que se analiza cómo piensa y actúa el menor, para entenderlo y poder así modificar su conducta», explica Pàmias. «En el caso de los adolescentes, además de la cognitiva-conductual se realiza terapia interpersonal, que no atañe tanto a la conducta como al pensamiento y a la emoción. Y en la depresión moderada y grave se combinan la psicoterapia y el tratamiento farmacológico», añade la doctora, que es miembro del consejo asesor del Pla director de salut mental i adiccions de la Generalitat de Catalunya.

ABRIR EL LIBRO SECRETO / En la consulta del doctor Izaguirre, en Mollet del Vallès, cuentos y juegos sobre una mesa redonda, blanca y bajita, y dos sillitas esperan la llegada de uno de esos pequeños pacientes perdidos en un mundo en el que el sufrimiento no tiene aún palabras, ni nombre, seres que guardan un libro todavía sin abrir. «Lo que se pretende en la intervención psicoterapéutica con el menor y su familia es, precisamente, abrir el libro y leerlo y hacer partícipes a los padres de esa lectura de lo que sucede en el interior del pequeño, para poder cambiar el final», concluye Izaguirre.