TRATAMIENTO DE MÁXIMA DIFICULTAD

El Hospital Clínic consolida la cirugía contra la epilepsia en niños y adolescentes

Cirugía epilepsia Hospital Clínic.

Cirugía epilepsia Hospital Clínic. / periodico

ÀNGELS GALLARDO / BARCELONA

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Eliminar un foco epiléptico que irradia descargas eléctricas desordenadas en el cerebro de un bebé era un imposible hace apenas 10 años. El diminuto espacio cerebral en que se producen esas crisis y el riesgo de lesionar con el bisturí las neuronas sanas que rigen el habla, la vista o la movilidad de los pequeños enfermos disuadía a los médicos. La experiencia que los neurocirujanos del Hospital Clínic habían adquirido, desde 1995, eliminando focos epilépticos en personas adultas les permitió iniciar en el 2006 las intervenciones en población infantil atendida en el Hospital de Sant Joan de Déu, dada la colaboración entre ambos centros. En la actualidad, un 20% de la cirugía de la epilepsia que realiza el Clínic beneficia a menores de 17 años.  

Unos 120 niños, de edades que oscilaron entre las dos semanas de vida y los 17 años, han accedido en el último decenio a una intervención que les ha eliminado o espaciado las violentas crisis epilépticas que semanal o diariamente -pueden sufrir 20 o más convulsiones en un día- les detenían la vida y lesionaban el cerebro. En los últimos 20 años, el Clínic ha operado a un millar de personas, de 0 a 72 años, afectadas por epilepsia o fallos neuronales que causan trastornos del movimiento, el más grave de los cuales es el párkinson.

NEURONAVEGACIÓN

En el acelerón experimentado por esta cirugía ha sido determinante la evolución de la tecnología del diagnóstico por la imagen, afirma el neurocirujano Jordi Rumià, artífice de estas intervenciones e introductor en España de la cirugía de la epilepsia. “El perfeccionamiento de la resonancia magnética y el resto de técnicas de imagen ha facilitado la neuronavegación, y esto nos permite saber exactamente dónde se localiza el foco epiléptico y hacia dónde nos dirigimos al entrar en el cerebro -explica Rumià-. Podemos controlar con precisión el punto en que intervendrá el bisturí”. Cuando la localización de la lesión no está clara, introducen electrodos en el cerebro que emiten información sobre la actividad de las neuronas enfermas.

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No existe una forma de epilepsia, sino decenas, explica Rumià, y pocas veces la experiencia de un enfermo es válida para calibrar el pronóstico de otro paciente distinto. “Hablar de curación, no siempre es posible”, admite. “Un 80% de los pacientes operados por un trastorno del movimiento como el párkinson -dice a modo de ejemplo- experimentan una clara mejora en el 80% de los síntomas, pero no los consideramos curados. La enfermedad es neurodegenerativa y seguirá avanzando”. En el caso de la epilepsia, cerca del 65% de los operados dejan de sufrir crisis y el otro 35% no o no del todo. Un 50% de quienes ya no sufren convulsiones han de tomar medicación. Los que permanecen indefinidamente sin sufrir ataques, se consideran curados.

ALTERNATIVA DE UNA MINORÍA

La cirugía es la alternativa de una minoría de enfermos, los más graves e incapacitados si no recurren al paso por el quirófano. “Un 30% de los enfermos de epilepsia no reaccionan ni mejoran al tomar fármacos antiepilépticos y, de ellos, un 50% reúnen condiciones para ser operados”, asegura Rumià. Esto es posible cuando la epilepsia está muy focalizada en una zona del cerebro accesible, cuya extirpación no ha de suponer que el paciente se quede mudo, ciego, sordo o paralítico, aunque el riesgo existe. “El enfermo es informado de las posibles secuelas de la cirugía y, en función del sufrimiento que le causan las crisis epilépticas, hace un balance y decide si acepta o no entrar en quirófano”, describe el neurocirujano.

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