LA IDENTIDAD DIGITAL

Vuelvan a la Polaroid

El uso del móvil como cámara para fotos íntimas comporta riesgos para la privacidad

C. J.
BARCELONA

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«Internet está cambiando el concepto de privacidad. La moneda de cambio en la red son datos que en principio pertenecen a la esfera privada pero a los que no hemos dado ningún valor», asegura Neus Arqués, especialista en identidad y reputación digital. Solo así se entiende que personas tan conocidas como Jennifer Lawrence, Kirsten Dunst o, supuestamente, Scarlett Johansson, guarden en sus móviles imágenes que les puede suponer un disgusto si se difunden.

Desnudos ante el espejo, fotos del escote, selfies de partes íntimas, posturas sexuales explícitas, actos con su pareja son, si las fotos no han sido trucadas, como alegaba una de las afectadas, la estrella televisiva estadounidense Victore Justice, parte del botín que se han llevado los intrusos, que han echado mano de alguna clasificación de las mujeres más deseadas de Estados Unidos o similar para reventar sus cuentas de iCloud.

Otra de las afectadas, la actriz Mary Elizabeth Winstead, trató de lanzar una campaña para llamar al bloqueo de las fotos en Twitter por parte de los usuarios. De hecho, la compañía se apresuró a borrar de oficio algunas cuentas que las habían difundido. También hicieron lo mismo otros servicios como el repositorio Imgur o incluso la web que las publicó primero, 4chan.

Los editores de esta no tardaron en lanzar una idea de campaña en Facebook para solidarizarse con Jennifer Lawrence que consistía en publicar un desnudo con un cartel denunciando el caso «en respuesta a todas las mujeres que sufren casos similares», justificaban los dueños de la página que permite colgar desnudos de forma anónima y sin verificar su procedencia.

Confianza

«La gestión de la propia identidad digital empieza primero que nada por uno mismo, por saber qué estás dispuesto a difundir. Si te haces fotos y las guardas en tu móvil, tienes que saber que eso tiene un riesgo en el mundo digital», recuerda Ricard Martínez, presidente de la Asociación Profesional Española de Privacidad.  Después, recuerda el experto, «el servicio que acoge esas fotos ha de tener unas determinadas garantías, pero también hemos de saber a quién confiamos las fotos. Si una foto íntima se comparte, es un espacio de privacidad compartida que hay que proteger. Todo el mundo tiene un espacio privado y eso está protegido por las leyes, al menos las europeas», afirma.

Los usuarios, sin embargo, no siempre son conscientes de ello. La sustitución de las cámaras de carrete o digitales (no digamos ya de la Polaroid, muy apreciada antaño por los aficionados a las fotos íntimas) por la cámara del teléfono hace que hayamos pasado a hacer imágenes con un dispositivo que está permanentemente conectado, y la facilidad que dan los servicios web pensados para guardar la información que contenemos en otros lugares, multiplica estas instantáneas más allá de lo que podían hacer las antiguas copias.

En iCloud, por ejemplo, si una foto se borra en uno de los dispositivos tarda unos minutos en sincronizarse con el resto de dispositivos. Y si antes se hace una copia de seguridad, es muy posible que permanezca en uno de ellos. En los móviles con sistema operativo Android hay la opción también de desactivar la copia automática de fotos en Picasa o Dropbox.

«Internet es como un bar. Pasa mucha gente y lo que no harías en un bar no deberías hacerlo en la red. Estamos fomentando la extravisibilidad. Para existir tenemos que hacernos visibles en un mar de datos», resume Arqués.