Análisis

¿Cuánto vale en la nube nuestra intimidad?

¿Cuánto vale en la nube nuestra intimidad?_MEDIA_1

¿Cuánto vale en la nube nuestra intimidad?_MEDIA_1

MANEL MEDINA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La realidad ha superado la ficción de Sex Tape. En este caso, personajes públicos han visto que imágenes suyas privadas han sido robadas de sus cuentas de iCloud, un proveedor de almacenamiento en la nube como el que muchos usamos para no perder nuestras imágenes de recuerdo si extraviamos el móvil o la tableta. Es cierto que el esfuerzo realizado para robar imágenes de famosas actrices habrá sido mayor del que cualquier hacker haría por robar las nuestras, pero al seleccionar y usar estos servicios de almacenamiento en la red debemos tener en cuenta que algún día podemos ser personajes importantes, y que además ahora ya lo somos para nuestros allegados.

Para evitar ser víctima de estos atentados a nuestra intimidad deberíamos tener en cuenta lo siguiente:

• Usar proveedores que almacenen los datos solo en la Unión Europea. Nuestra legislación sobre protección de datos personales es mucho más restrictiva que la de otros países, como Estados Unidos. La ENISA (Agencia Europea para la Seguridad Informática) ha publicado unas recomendaciones de calidad de servicio de proveedores en la nube, pero solo los grandes clientes pueden exigir su cumplimiento.

• Debemos cambiar con frecuencia nuestras contraseñas, especialmente cuando trascienda que se han robado de servidores en los que tenemos una cuenta. En el caso presente, los usuarios de iCloud deberían hacerlo, especialmente si se tiene la mala costumbre de compartir contraseñas en varias cuentas.

• El Parlamento Europeo está luchando para conseguir que nuestros datos puedan ser eliminados de la red: el derecho al olvido. Deberíamos comprobar que nuestro proveedor nos garantiza ese derecho en su política de privacidad de datos personales.

Los servicios gratuitos, como el almacenamiento o las redes sociales, en realidad no lo son, sino que nos  los ofrecen a cambio de la publicidad a la que nos exponen, y para hacerla eficiente la condicionan a los textos o las imágenes que compartimos. Cuando aceptamos esos servicios, autorizamos a los proveedores a acceder a nuestra información, con pocas o ninguna limitación. Debemos pensar si perder nuestra intimidad compensa las ventajas de usarlos.

Debemos aprender a valorar nuestros datos personales. Y las imágenes lo son: pueden reflejar nuestra ideología política, religiosa, sexual (datos especialmente sensibles), pero también indicar los locales o lugares que visitamos e incluso cuándo lo hacemos, lo que puede ser usado para despedirnos, si ha sido en horario laboral, o robarnos, si un ladrón sabe que estamos de vacaciones.

Para evitarlo, la mejor solución es cifrar los datos. Hay algunos proveedores que ofrecen esa opción, pero son pocos. Desde nuestro ordenador podemos comprimir los ficheros compartidos en la red y proteger el acceso con una contraseña, o con certificado de firma electrónica, que enviaremos a amigos, familiares o compañeros de trabajo por otro canal (WhatsApp, e-mail...). De esta forma, aunque la protección no es muy robusta, evita los buscadores.