El reto del ébola

ELI DIMITRY ZETRENNE

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Hace unos días, la Organización Mundial de la Salud reconoció en un comunicado que Occidente está infravalorando la magnitud de la epidemia del virus de ébola; por consiguiente, la probabilidad de que el coste humano sea considerablemente alto no es nada desdeñable. La epidemia, que afecta a cuatro países africanos --Liberia, Sierra Leona, Guinea y Nigeria-- en los que ya ha causado más de 1.200 muertos y ha dejado más de un millón de personas en cuarentena, debe pues ser tratada como una verdadera emergencia mundial.

La fácil transmisión del virus, entre otros, por medio del contacto con los flujos corporales de las personas infectadas y el consumo de carne animal contaminada, por una parte, así como las graves consecuencias para la salud de dichas personas, la alta tasa de mortalidad y la inexistencia de cura para la enfermedad, por otra parte, hacen necesaria una urgente y coordinada respuesta de la comunidad internacional para evitar que el virus se expanda más allá de las fronteras de los países afectados. Dicho de otra manera, incumbe a la comunidad internacional frenar la propagación de la enfermedad a más países para evitar que cause todavía más muertos y exija poner en cuarentena a millones de personas con todo lo que implica la adopción de tal decisión, además del considerable aumento del riesgo de contagio para el mundo entero.

El comunicado de la Comisión Europea en el que se afirma que el riesgo de expansión del ébola en Europa es relativamente remoto pareció calmar los ánimos. No obstante, la noticia de un supuesto caso de contaminación en Alicante por parte de un hombre nigeriano al regresar de su país de origen hizo saltar todas las alarmas y evidenció la preocupación de los ciudadanos por la posibilidad de que el ébola entre en España, dadas las gravísimas consecuencias sociales y económicas que ello acarrearía. Pero el turismo no sería el más afectado: la detección del virus del ébola en un ciudadano africano residente en España desataría una ola de discriminación hacia este colectivo y no tardaría en dar lugar a un auténtico apartheid civil.

La deficiencia --cuando no la carencia-- de las infraestructuras sanitarias en muchos países africanos constituye un riesgo de expansión de la enfermedad no solo a toda África sino también a otras partes del mundo. La comunidad internacional debe reaccionar lo antes posible y dotar de infraestructuras adecuadas y suficientes a todos los lugares afectados para erradicar la epidemia antes de que su contención sea todavía más difícil. El ébola pone a prueba la capacidad de coordinación de todos los países para aportar una solución colectiva, rápida y proporcionada a un problema cuyas consecuencias se prevén nefastas para la población mundial si no se reacciona a tiempo. No hacerlo sería una irresponsabilidad con un alto precio económico y social, pero sobre todo humano.

A los nuevos retos de la comunidad internacional se ha sumado el de la epidemia del ébola, que debe ser considerada tal. Desafiemos al ébola mientras estemos a tiempo. Es una necesidad.

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