UN MOLESTO FENÓMENO EN AUGE

El uso del móvil en los espectáculos irrita a actores, cantantes y público

Espectadores fotografiando el concierto de Calle 13 en el Poble Espanyol, en junio.

Espectadores fotografiando el concierto de Calle 13 en el Poble Espanyol, en junio.

CRISTINA SAVALL / BARCELONA

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Un teatro, una sala de cine y un auditorio de música o de ópera es, para la mayoría del público, un lugar donde pueden ocurrir acontecimientos notables y dignos de atención. Pero ello se desmorona en cuestión de segundos con el insistente sonido de un móvil, el resplandor de una pantalla encendida, una alarma disparada y el parpadeo del flash al captar una foto con el celular, incluso con el ruidito del tecleado de un espectador más pendiente de quién está fuera que de la función que transcurre ante él, en directo, como la vida misma.

En los conciertos de rock es habitual ver brazos alzados con teléfonos móviles a la caza de la foto para colgar en las redes sociales. «Ya no se llevan los mecheritos, ahora lo que se ven son luces de móviles», cuenta Eduardo Möller, director de márqueting de Live Nation, promotora de conciertos y de espectáculos como Varekai de Cirque du Soleil, que vendrá a Barcelona los primeros días del 2016. Según, él lo de los móviles en conciertos multitudinarios se ha ido de madre. «Es incontrolable. Los artistas lo saben y no ponen ningún problema a que el público les haga fotos o grabe vídeos», señala. A veces, incluso, se da la paradoja de que un cantante no permite la entrada de cámaras de televisión y en cambio se encuentra con miles de personas grabando el concierto. «En el último concierto de Lady Gaga en Barcelona nos encontramos con que TV-3 acabó emitiendo un vídeo de la actuación captado por un fan».

Si en un recital de rock, los móviles están descontrolados, pero permitidos, en espectáculos como los del Cirque du Soleil sucede lo contrario. «Un flash o el sonido de una llamada puede desconcertar a un equilibrista. Es peligrosísimo. Lo vigilamos muchísimo. Al estar el público sentado, es más fácil. Avisamos mil veces y tenemos personal pendiente de que nadie saque un móvil», argumenta Möller.

El director británico Peter Brook dice que el teatro es como el silencio, que cuando se habla de él desaparece. Si cualquier ruido irrumpe en una función, el teatro puede esfumarse y romper como una pompa de jabón la concentración de un actor. «En ese caso se evapora la profunda conexión que se establece desde el escenario con el público. Es violento. Lo he sufrido muchas veces, pero no he interrumpido la función», afirma la actriz Carme Elias.

José Corbacho creó un show teatral en el que ironizaba sobre las nuevas tecnologías y dónde pedía al público que tuviera los móviles abiertos y que no dejaran de enviar WhatsApps. «Es una provocación que al final forma parte del espectáculo. Yo me lo puedo permitir porque me muevo en el terreno del humor, pero entiendo que Josep Maria Pou se enfade cuando suene un teléfono en el teatro. El problema es que hay gente enferma, que vive en un mundo virtual. Confunden la pantalla con la vida. Se pierden lo que está ocurriendo en ese momento en busca de una foto para que todo el mundo sepa dónde está», precisa.

Albert Serra, cineasta adorado en el festival de Cannes, califica de egocéntricos a los que envían mensajes cuando están en el cine. «Es una conducta de análisis psicológico. Además lo que escriben son chorradas mientras se pierden la película».

Joan Corbera, portavoz del Liceu, cuenta que antes de comenzar la representación de la ópera una voz en off advierte de que no se permiten móviles activos ni dispositivos electrónicos. «Si pasa, es horroroso. Una llamada rompe la tensión y la atención. Se oye en toda la casa», relata, aunque reconoce que en el Liceu nadie se atreve a hacer una foto en plena función. El Palau de la Música también recurre a una cuña de locución para recordar que se apaguen los teléfonos. «Es un concierto en vivo, algo único e irrepetible. No apagar el teléfono es irrespetuoso y si suena uno el propio público responde con intolerancia», describe Víctor García de Gomar, director artístico del Palau de la Música.

Davi Vericat, director de comunicación del Teatre Lliure, explica que avisan siempre al público de que no se hagan fotos y de que se desactiven los celulares. «Después los acomodadores vigilan la sala, pero nos hemos encontrado con personas que no saben apagar un móvil», desvela.