El tablero catalán

El 'wait and see' de ERC

Oriol Junqueras, durante su visita, el sábado, a la Fira del Meló de Artesa de Segre, junto a las autoridades locales.

Oriol Junqueras, durante su visita, el sábado, a la Fira del Meló de Artesa de Segre, junto a las autoridades locales.

XABIER BARRENA
BARCELONA

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Apenas una semana después de que el PP de José María Aznar lograra su mayoría absoluta, en el 2000, y mientras los nacionalistas catalanes se llevaban las manos en la cabeza temerosos de lo que se les venía encima en forma de recorte del autogobierno, el entonces intocable Jordi Pujol soltó una frase que hizo hueco: «Wait and see». Es decir, esperar y ver, no adelantar acontecimientos porque la discusión sobre escenarios hipotéticos acaba por definir, inexorablemente, la realización de esos mismos sucesos. La implosión de la política catalana a cuenta de la confesión realizada por el propio Pujol el pasado 25 de julio ha hecho que lo que hasta ahora era un debate más o menos ordenado se haya convertido en un aleph borgiano, donde se pregunta y se discute al mismo tiempo si habrá consulta pero también cuándo se harán las elecciones plebiscitarias e, incluso, si habrá lista única de CiU y ERC. Frente a ello, el líder de ERC, Oriol Junqueras, habitualmente obsesionado con que se comprenda que el tempo de los medios de comunicación no es el de la política, parece haber acuñado su propio wait and see. O aspettare e vedere, dada la educación italiana del dirigente republicano.

A la hora de analizar la actitud de Junqueras hay que partir de la base de que ERC no es que desee hacer la consulta, es que solo quiere hacer la consulta. Y que, si no se puede hacer, se organice un dispositivo que garantice que quedará constancia gráfica de que no se puede hacer. Anhelan imágenes de guardias civiles llevándose las urnas en la portada del The New York Times, por usar un ejemplo elocuente.

ÓRDENES DE MAS / Hasta que eso ocurra, o no, poca prenda va a soltar ERC sobre qué hacer a continuación. Y de ahí el enfado mayúsculo del propio Junqueras cuando, hace una semana, diversas voces del Govern (Joana Ortega y Santi Vila, a los que se sumó Joan Rigol) empezaron ya a preparar a la ciudadanía sobre el freno a la consulta que supondría el más que esperado veto de Madrid. Enfado porque atribuyen esos movimientos a órdenes del propio Mas.

«La sospecha de que Mas se bajará en algún momento del carro siempre ha existido. Pero es justo reconocer que hasta el momento se ha comportado. Por tanto, siguen siendo sospechas», señala un dirigente republicano. Y mientras sean solo sospechas, ERC no va a hacer ningún movimiento. Wait and see.

Esperar, por ejemplo, a lo que ocurra en la Diada. Concebida la macroconcentración de este año como una llamada a Madrid y al exterior de que los catalanes quieren votar, el que Mas parezca decantado a no sacar las urnas a la calle con un veto del Estado sobre su cabeza puede convertir la V barcelonesa en un acto de presión al president. Por cierto, pocos dudan de que las calles rebosarán de gente ese día. Otra cosa es que todos acudan ordenadamente y con la camiseta roja u amarilla comprada por 15 euros a la ANC. Si el gentío pide urnas, ¿cambiará las intenciones de Mas? Wait and see, por tanto.

La siempre cacareada entrada de los republicanos en el Govern está, lógicamente, a expensas de hasta dónde llegue Mas. Entrar en el Ejecutivo en septiembre para salir en noviembre no entra en los planes de nadie. Obviamente.

Con todo, si Mas decide no «ir hasta el final» -expresión que en el discurso de Esquerra equivale a llevar el pulso al extremo de desobedecer un mandato constitucional-, la respuesta que dará Junqueras ha sido ya insinuada con claridad. Se dará por incumplida la alianza parlamentaria y, a partir de ese momento, estará en manos de Mas convocar unas nuevas elecciones. No hay en ERC ningún temor a que sean de inmediato, ni un fetichismo por celebrar primero las municipales de mayo del 2015, por aquello del ritornello de la historia y de los años 30, según fuentes republicanas.

DURA OPOSICIÓN / Si Mas decide aguantar hasta el 2016, solo, con prórroga de los presupuestos, o con el PSC, ello permitirá ver a Junqueras como jefe de una dura oposición. «No me han visto en ese papel», señaló el líder de ERC a unos periodistas recientemente. Se acabaría pues el Junqueras Govern-friendly que se pasea por el Parlament desde enero del 2013. En Esquerra el tiempo del temor a la ruptura ha pasado. La persistencia de CiU en su caída, agravada por el estallido del caso Pujol, hace que la creencia entre los republicanos de que solo la federación puede liderar el proceso hacia la independencia esté cediendo.

¿Lista conjunta con CiU? Wait and see, otra vez. «Si Mas desobedece el mandato del Estado y aun así no se celebra la consulta y él convoca elecciones, serían las bases de ERC las que empujarían para que hubiera lista única», dice un dirigente. Pero fuera de este escenario, que incluye la declaración unilateral de independencia en el programa, los republicanos lo ven más que difícil. Por más que presione el entorno mediático de CiU. Primero, porque la lista única es percibida como una treta convergente para ocultar la creciente distancia con ERC y, además, porque los de Junqueras siguen convencidos que  «sumar siglas resta votos».