EL PERFIL

Una vida a medida

Psicólogos sostienen que Nicolás idea sus mentiras por afán de notoriedad y para readaptar una realidad en la que no quiere crecer

VÍCTOR VARGAS LLAMAS / BARCELONA

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Como con las superproducciones televisivas, cuando habla el pequeño Nicolás, la audiencia calla. No quieren perderse detalle de un vodevil con intrigas, conspiraciones e intríngulis sentimentales si aparece la Pechotes. Pero cuando el pequeño Nicolás calla, entonces sí, la audiencia habla. El aplomo con que un chico de 20 años expone lo que muchos consideran fabulaciones parece un caso digno de estudio. De estudio psicológico, claro.

Y lo es. Al menos eso piensan los especialistas consultados. El psicólogo forense Àngel Cuquerella descarta que el joven presente un perfil psicótico, pese a las dificultades que comporta establecer un diagnóstico a distancia. «Parece un mitómano, con una conducta quijotesca, que acaba por creer sus propias mentiras. No tiene delirios de grandeza, sino una gran inmadurez y afán de notoriedad», dice.

El profesor de Psicología Social de la UB, José Vicente Pestana, aprecia un «remanente de comportamiento infantil», el del menor que trata de complacer al padre y que él traslada al ámbito de la autoridad. «No es casualidad que le llamen pequeño Nicolás: tiene un modo pueril de relacionarse». «No quiere crecer en las circunstancias que le depara su vida real y se inventa una en la que se encuentra cómodo», agrega.

Sectarismo

En 20 años como forense, Cuquerella no ha visto «un fabulador así». «Solo sé de dos o tres casos que se le asemejan, pero sin esa capacidad para seducir a la gente», aduce. Un perfil que el psicólogo criminólogo David Garriga describe en una «aparente capacidad de mentir, frialdad en las apariciones públicas, control de sí mismo y carácter manipulador». 

Para Cuquerella el joven no ha desplegado todo este entramado surrealista por sus dotes intelectuales, sino por un «dominio contrastado de la oratoria» y su innegable poder de persuasión. «Si fuera un superdotado intelectual no tendría necesidad de actuar así, ni de salir a los medios a defenderse de las acusaciones que pesan sobre él», dice.

Comparecencias ante los medios en que «mantiene versiones rígidas del relato que se ha construido y que se cree», sin ir más allá, «para evitar contradicciones», argumenta Pestana. Una actitud estudiada que le lleva a un «dogmatismo» a medio camino entre «el razonamiento normal y el delirante», en el que defiende ideas «sobrevaloradas y vehementes, como los miembros de sectas», añade.

Para que Nicolás regrese a la vida propia de un chico de su edad, Pestana apunta dos requisitos imprescindibles: «Tomar conciencia de su situación y desear corregirla». Y se pregunta «qué papel está teniendo su familia» para transigir con esta situación. Una presencia a la que apunta como elemental junto al apoyo psicológico que precisará cuando Nicolás deje de ser protagonista en los medios y aterrice en su auténtica realidad.