la entrevista

"No es una crisis política, es un cambio de época"

La fragmentación del voto que apuntan las encuestas es un síntoma más de los muchos que, en opinión de estos dos politólogos, alertan de la necesidad de plantear una «segunda transición». Ni el bipartidismo satisface las aspiraciones políticas de la sociedad ni las relaciones de Catalunya y España pueden ser las que eran.

Los politólogos Joan Subirats (izquierda) y Fernando Vallespin, el martes,en Madrid.

Los politólogos Joan Subirats (izquierda) y Fernando Vallespin, el martes,en Madrid.

JUAN FERNÁNDEZ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Desafiando la recomendación de no hacer mudanzas en tiempo de tribulaciones, los dos analistas políticos sostienen que el país debe aprovechar la tormenta que atravesamos para replantearse nuestras estructuras más básicas. En el libro España/Reset (Ariel), Joan Subirats y Fernando Vallespín dan pistas de por dónde empezar.

-Les propongo un juego: imaginen que uno de los dos ha estado en coma desde el 2005 y se despierta hoy y descubre que hay un nuevo rey, media Catalunya se quiere independizar, el país lleva siete años sumido en una crisis inaudita y hay cuatro partidos que aspiran a gobernar. ¿Cómo le explicarían al otro lo que ha pasado para llegar hasta aquí?

Fernando Vallespín: Le contaría que la crisis económica nos ha hecho descubrir que no somos el país de primera que creíamos. A esta frustración se ha añadido la de comprobar que tampoco somos el país democrático que pensábamos, tras enterarnos de que las instituciones estaban colonizadas por los partidos. La corrupción nos ha hecho tomar conciencia de lo poco vigilantes que hemos sido como sociedad civil y ha calado la idea de que el contrato social se ha quebrado. Aquello de que los ricos contribuían al bienestar de los pobres ha quedado puesto en cuestión. Esto ha hecho emerger nuevos discursos, que es en lo que andamos ahora.

Joan Subirats: También habría que explicarle el cambio que ha provocado en nuestras vidas la revolución digital. No es casual que en las elecciones europeas Pablo Iglesias tuviera medio millón de seguidores en Twitter y el líder que más se le acercaba no llegara a 30.000. Esto también ayuda a comprender fenómenos como Podemos y Ciudadanos. Frente a ellos, los partidos tradicionales se han enfrentado a las redes como si les hubieran dado un martillo nuevo. Contratan a community managers, pero siguen pensando como antes, jerárquicamente. El dedazo de Rajoy es la prueba.

F. V.: Ha cambiado el acceso a la información y las élites ya no controlan el relato de la realidad. Ni los grandes partidos. De ahí deriva parte de su crisis.

-¿Hasta explicar el panorama tan fragmentado que tenemos?

F. V.: El PP y el PSOE ya no conforman la opinión pública. Pero ojo, esto afecta a todos. Ahora los liderazgos son más frágiles. Hoy, una metedura de pata puede ser letal en la carrera de un político. Solo hace falta que alguien lo grabe con el móvil y lo difunda. Ya no pensamos como quieren los jefes del batallón, ahora cada uno piensa por sí mismo.

J. S.: Y lo más importante: tiene capacidad para difundirlo.

F. V.: Esto ha aumentado la pluralidad, pero ha hecho que la realidad sea más fugaz. Todo se desdibuja en seguida. Lo hemos visto con Podemos: hoy arroja una imagen muy diferente a la que transmitía hace seis meses. Los hechos suceden a velocidad de vértigo. ¿Alguien apostaba por Ciudadanos hace dos meses? ¡Dos meses!

-Hablan de cambios estructurales profundos, no de reformas.

J. S.: Es erróneo hablar de recuperación de la crisis pensando en volver a lo de antes. Esto no es una crisis política, es un cambio de época. Si fuera solo una crisis, tendríamos que modular las respuestas. Si es un cambio de época, tenemos que empezar a cambiar las preguntas.

F. V.: La ciudadanía se ha empoderado. Ha tomado conciencia de que puede hacer cosas que antes no sospechaba. Esto cambia el panorama de forma definitiva. Ya nada será igual que antes.

-La revolución digital afecta a todo el planeta, pero aquí parece que asistimos a la tormenta perfecta.

J. S.: Porque nuestras estructuras han revelado una fragilidad mayor. El crecimiento económico se basaba en algo tan endeble como la construcción y el turismo, y el sistema educativo seguía con déficits significativos. Aquí el porcentaje de ciudadanos con estudios postobligatorios está en el 50%. Los nórdicos llegan al 80%. Nuestro sistema de bienestar social también es más precario y padecemos una dependencia energética mayor. En estas condiciones, nuestra capacidad de resiliencia es inevitablemente menor, sin contar cómo las élites han gestionado el país.

-¿A qué se refiere? 

J. S.: En España, las élites se han dedicado a usar las estructuras del Estado para mantener beneficios, han sido más corporativas que liberales. No es casual que tengamos un presidente de Gobierno que es registrador de la propiedad, ni que la mayoría de los dirigentes sean abogados del Estado. No son perfiles distinguidos por una gran capacidad de adaptación a escenarios cambiantes como los que vivimos actualmente.

-¿Se creen las encuestas que afirman que ahora no son dos, sino cuatro los partidos que optan al gobierno del Estado?

F. V.: Aquí la gente pasaba de la política, pero eso también ha cambiado. Amplios sectores que hasta hace poco se dejaban llevar, ahora reclaman su derecho a ser protagonistas. El «no nos representan» del 15-M era verdad. La novedad es que ahora hay partidos en los que sí se ven representados. A los ejes políticos de antaño, izquierda-derecha y catalanismo-españolismo, ahora se suma el de viejo-nuevo y pueblo-casta.

J. S.: Está por ver si estas nuevas corrientes consiguen movilizar a votantes que antes no acudían a las urnas. En las últimas municipales, en Barcelona solo votó el 52% del censo. Ahora eso puede cambiar por el empuje de candidaturas como Barcelona en Comú.

F. V.: El escenario político se ha visto sacudido. Solo hay que ver cómo está Izquierda Unida. O el PSOE, que también tiene lo suyo. El único que permanece impasible es el PP, que no se ha enterado de lo que ha pasado en este país. Sus líderes creen que con la recuperación económica tienen bastante, pero se equivocan. El bipartidismo, tal y como lo conocíamos, ha pasado a la historia.

-¿Cómo se gobierna un país con cuatro partidos mayoritarios?

F. V.: Con una nueva cultura de pactos. En el Estado nunca hemos tenido un gobierno de coalición. Esto también puede cambiar. Se acabó aquello de que el partido más votado hiciera lo que le daba la gana.

-Y en medio de este panorama, ustedes proponen hacerle un reset a España. Si llevo mi ordenador a una tienda de informática y pido que le hagan un reseteo, lo ponen a cero. ¿Es esto lo que piden? 

J. S.: Hay tantas crisis abiertas que esto ya no se arregla con una mano de pintura. No sé si hay que poner el ordenador a cero, pero está claro que ya no vale con cambiar el Senado, firmar un nuevo pacto fiscal con las comunidades, reconocer que Catalunya es una nación y reajustar el gasto social. Hemos de repensar el país globalmente, porque el patrón que teníamos se ha quedado obsoleto.

-¿Reformar la Constitución?

J. S.: Llámele reforma constitucional, proceso constituyente o cambiar las reglas del juego, pero no podemos seguir como estábamos. Hay que adaptar el país a la sociedad postindustrial y global en la que vivimos. Si no, ni el sistema político, ni el educativo, ni el institucional van a resistir.

F. V.: Esto nos lleva a una segunda transición. Quizá puede servirnos de guía mirar cuáles eran los objetivos en 1978 y cuáles son ahora. Entonces aspirábamos a crear un sistema democrático e incorporarnos a Europa. Ahora estamos en algo parecido: hemos de reinventar la democracia para ajustarla a las nuevas demandas y contribuir a repensar Europa, que se ha vuelto tecnocrática y miedosa.

J. S.: Lo único cierto es que esto no se va a arreglar por sí solo. Este ha sido el gran error del PP: confiar, con la pasividad de Rajoy, que los problemas se solucionarán ellos mismos. A corto plazo puede funcionar, pero esa actitud no es una salida para el país a medio y largo plazo. Resetear España es asumir que estamos en otro entorno y buscar alternativas.

-Y en ese reseteo, ¿cómo queda Catalunya?

J. S.: La pregunta es si lo que ha pasado en Catalunya en los tres últimos años ha sido coyuntural y solo responde a la posición del PP, desde la recogida de firmas contra el Estatut a la gestión de la crisis, o hay algo más. Es decir: ¿Catalunya quiere separarse de España o de esta España?

-¿Y cuál es la respuesta?

J. S.: El frame social y el frame del cambio de época han ganado puntos últimamente frente al frame independentista a la hora de explicar la situación. Hasta hace unos meses parecía que todo debía pasar por la independencia. Esto ahora es más plural, pero sería un error pensar que los problemas se han solucionado porque el suflé esté bajando.

F. V.: Por el contrario, ahora se vislumbra una oportunidad para evitar caer en cualquiera de los dos extremos: el inmovilismo y la ruptura.

J. S.: El 11 de septiembre del 2012 cambió todo y es impensable volver a donde estábamos antes. De este episodio hay que salir con una reformulación de las relaciones de Catalunya y España, aceptando el reconocimiento de la nación catalana y llevándolo a consultas.